Cuestión de ideología
*Por Luis Rivera. En la década infame de los ‘90 se extremó el recurso de vaciar a la política de contenido ideológico para darle marco al más grande negocio que se pudo haber armado para los grupos concentrados económicos.
Se creía que quitándole ideología a la vida cotidiana se generaba el escenario propicio para un país que quedó para unos pocos: privatizaciones escandalosas, endeudamiento del Estado en favor de los privados, concentración económica, patria financiera, desguace del Estado, etc. Se pagó con un país que tarde o temprano estallaría por el aire y en el que millones vieron de afuera la fiesta ajena.
Ese vaciamiento ideológico fue en realidad, un enorme acierto ideológico del neoliberalismo: hacernos creer que no había ideología era el terreno propicio para instalar la propia como la única dominante.
Las ruinas del país dieron pie a un movimiento en el que pocos creían y que con más aciertos que errores, recuperó el valor de las ideas y de la discusión política. Si algo se le podrá destacar al período kirchnerista inaugurado en 2003, incluso muy por encima de sus notables aciertos en política económica o de administración del Estado, es que le dio a la Argentina el valor de la idea recuperada, de la discusión por una ideología determinada, de poner a la política por delante de cualquier otra cosa.
En definitiva, cuando se habla de más o menos policías en la calle o en las oficinas, es una discusión ideológica. También lo es la aplicación de políticas inclusivas. También, vaya novedad, el darle prioridad a la educación. O levantar la igualdad ante la ley para que personas de un mismo sexo puedan casarse o que todos tengamos acceso a medios de comunicación más democráticos y representativos.
Todo es ideología. Y este período de la democracia lo ha puesto en el escenario central. Se discute en los bares, en una mesa familiar, en una reunión entre amigos y hasta en los canales de TV, intereses de por medio en este caso. La recuperación de la ideología es el gran paso del kirchnerismo, sostenido luego con una gestión que puso al Estado como eje motor de la vida cotidiana y a quienes los conducen como los que toman decisiones.
En este contexto, llama la atención las declaraciones del candidato del Peronismo Federal Eduardo Duhalde (el mismo de "el que puso dólares, tendrá dólares", dicho sea de paso) y de varios dirigentes radicales (con el ex colaborador de la dictadura Oscar Aguad como estandarte) de que no debe haber límites ideológicos en el armado de un frente electoral que "saque" al kirchnerismo del poder.
Grosero error. Lo que debe primar es la cuestión ideológica para poder darle a la gente la opción de elegir. No puede ser lo mismo quien quiere un Estado fuerte que el que lo quiere inerte o inexistente, quien desea un alineamiento con los nuevos aires continentales o un sometimiento al capitalismo más salvaje. Eso es un rejunte. Y la experiencia de la Alianza obra como un antecedente de peso para no darle contenido ideológico a cualquier tipo de propuesta.