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¿Cuánto vale la vida?

*Por Daniel Annone. No necesitamos despenalizar el aborto sino educar para que no haya deseos de hacerlo. Se necesita una buena educación sexual y familiar.

En los últimos tiempos pasan ante nuestros ojos tantas muertes que parece que nos estamos acostumbrando a esta penosa realidad social. Por caso, la violencia familiar que muchas veces termina con mujeres quemadas o acuchilladas; vecinos que discuten por la sombra de un árbol para sus vehículos y dan por cerrada la disputa asesinando uno al otro; fiestas familiares que concluyen en duelo; picadas con muertes inocentes. Y la delincuencia drogada, que mata sin piedad y casi como un juego perverso. La masacre de Libia y tantos otros tristes hechos nos muestran qué poco valor se da a la vida.

Sólo resta que alguna familia que vive en un pequeño departamento con varios hijos diga: "Matemos a alguno de los chicos porque están creciendo y no tenemos lugar para todos" (sería terrible y aberrante). O, tal vez, quien en su auto sólo tiene tres cinturones de seguridad en el asiento trasero y con cinco hijos decida matar a dos para que la Policía Caminera lo deje circular sin problemas (sería horroroso desde todo punto de vista).

Acostumbrados a la muerte. Ocurre de modo muy frecuente que un matrimonio que ya tiene varios hijos, cuando el esposo se entera de que su mujer está embarazada, dice: "Hagamos un aborto"; o sea, matemos al nuevo niño. O esa niña adolescente que practicó sexo inseguro y quedó embarazada, es soltera, estudia y la familia sorprendida siente vergüenza y entonces decide "hacer un aborto"; o sea, matar a la criatura.

¿Tanto nos hemos acostumbrado a la muerte que no se da valor a la vida? ¿Qué diferencia hay entre matar a un niño de 5 ó 7 años o uno por nacer? Sólo la diferencia es de años, pero son todas vidas valiosas y dignas de respetarse.

Si hay algo realmente maravilloso, dulce, valioso, capaz de transformar nuestras vidas, es la llegada de un niño. Su corazón late desde el comienzo y en él fluye la vida. Sentir sus movimientos dentro del cuerpo de su madre emociona y quedamos expectantes hasta el momento grandioso de cuando podemos verlo, tocarlo, apretarlo contra el pecho y decir: "Este niño es vida de mi vida, en él están mis genes y mi fuerza". Es el milagro de la unión de dos seres capaces de crear la nueva vida. El niño es una persona desde la concepción, tiene derechos que deben ser respetados, es futuro y esperanza.

Por ello, el aborto es un crimen y es un crimen cobarde, porque se mata a un ser inocente que no puede defenderse y que no pidió existir. Que los legisladores que están tratando un proyecto para despenalizar el aborto y toda la sociedad se sensibilice y mire a la muerte, sienta horror y evite involucrarse en el crimen de los inocentes.

Lo que necesitamos no es despenalizar el aborto sino educar para que no haya deseos de hacerlo. Se necesita una buena educación sexual y familiar. Enseñar lo hermoso y valioso del sexo que, además de producir vida, produce placer e integra a la pareja.

Lo que necesitamos es enseñar a practicar el sexo responsablemente, de tal manera que no traiga consecuencias indeseadas. Educar para quitar mitos, revalorizar la vida, enseñar a cuidar el cuerpo, proteger el mañana, sabiendo que lo que hacemos hoy, engrandecerá nuestro futuro o lo destruirá. Cuando se aprende a disfrutar del sexo en forma responsable, se ahuyenta toda consecuencia futura indeseada. Quien use responsablemente su sexo no necesitará caer en la falsa opción de tener que matar al fruto de sus entrañas.

La vida es un milagro. La vida es de un valor incalculable. Es maravilloso saber que estamos dotados para producir vida y que la vida debe ser fruto del amor.