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Cuando la mentira es la verdad

El asesinato de Andrés “Pillin” Bracamonte y Daniel “Rana” Attardo, primero y segundo en la jerarquía de la barra de Central, era una muerte anunciada. En la vida de los ejecutados, la violencia fue una constante.


En los años noventa, fue su forma de imponerse. Más tarde, logró administrarla dentro y fuera de la cancha,  y su desenlace fue con cinco balazos en el cuerpo. La violencia fue una constante en la barra de Rosario Central durante los veintidós años en que mandó Pillín, pero la sangre corría lejos de la cancha. El crimen deja un vacío que muchos querrán ocupar.

La ostentación de poder de los asesinos no pudo ser más ilustrativa: el líder de la barra cayó en el corazón de su propio territorio. Pillín siempre se ufanaba del  anillo de hinchas que lo protegía donde fuera, y en esta ocasión resultó impotente ante la ejecución que perpetraron dos jóvenes, de seguro adolescentes. El móvil de la ejecución hay que buscarlo y la autoría intelectual hay que buscarla entre los aspirantes a la sucesión.

La ejecución de Pillín y Attardo, pone el ojo en nuevos personajes, todavía poco visibles: la banda de los Menores, un grupo que es investigado por siete homicidios en la disputa por la venta de drogas en el noroeste de la ciudad. En las calles de Rosario, allí donde el Gobierno nacional, provincial y municipal,  dice que el crimen organizado y la violencia están en retroceso, la realidad muestra que esto NO es como lo cuentan. Termina una época y comienza otra.

En reuniones sociales, Pillín Bracamonte siempre recordaba, como exhibiendo sus condecoraciones de guerra, los 29 intentos de asesinato frustrados en su contra. El número 30 logró su cometido. Justo un sábado a la noche cuando era la recaudación de los negocios que el maleante administraba. Se habla que la recaudación orillaba unos 100 mil dólares semanales. 

El célebre barra era una autoridad, sin cargo ni título, con extraordinarias relaciones con el poder político local, que le permitieron ramificar sus oscuros negocios. En la calle, allí donde la policía estaba deslegitimada por la corrupción crónica y estructural, mantenía una relación de respeto con los cabecillas de las bandas criminales. Con esa manera de operar, pudo resguardarse de las tardías investigaciones judiciales.

Irrumpe Pillin a las grandes ligas, con el asesinato de Sergio “el Cabezón” Enriotti, mítico jefe de la barra y mano de obra multiservicio en la política y el delito, marcó un hito en el devenir de la barra de Central y de las representaciones mediáticas sobre el tema. Fue el 16 de octubre de 1995. Su pareja, que estaba harta de los maltratos y de las palizas que recibía. Aprovechó que el violento barra “dormía la mona” para pegarle cuatro disparos. El proceso de renovación de la barra iniciado con la muerte de Enriotti, permitió que  Bracamonte fuera el que “prevaleciera” entre los referentes en la disputa por el liderazgo de la barra.

pillin bracamonte

Se habla de los barras como marginales, y por el contrario, ser jefe de barra es integrarse e integrar a la barra en redes de poder. Y esto, Pillín Bracamonte lo tenía clarísimo. La Municipalidad de Rosario, informó que había seis chapas de taxi a nombre de personas vinculadas con Bracamonte que acreditaban la misma dirección. Entre los papeles incautados en la casa, también apareció un cheque de Rosario Central por 600 mil pesos a nombre de Jorge Andrés Bilicich, representante del futbolista Gastón Ávila. Bracamonte fue acusado de quedarse con un porcentaje del pase del jugador al Ajax de Holanda, los largos tentáculos del poder político descargarán en el acribillado Pillín. La política, mientras tanto, continúa  aprovechando los negocios. 

El show debe continuar. Que pase el que sigue. La realidad demuestra que la inseguridad sigue igual o peor en Santa Fe, y en Rosario en particular. LA CAÍDA DE PILLIN DEMUESTRA QUE CUALQUIERA PUEDE MORIR CUANDO EL PODER REAL DECRETE SU EJECUCIÓN….

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