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Cuando el tango sufrió la censura

*Por Alberto Albertengo.El tango -con su música, su baile y sus letras sensuales- debió afrontar desde el comienzo censuras y prohibiciones.

Marcado por su origen prostibulario, lo peor iba a venir cuando quiso plantarse en los salones: la sociedad lo rechazó sin darle chances. No podía ser de otra manera, en los burdeles lo bailaban proxenetas y clientes; y las letras eran acordes, con títulos como "El Queco", "Dame la lata", "Golpeá que te van abrir" o el después rebautizado "Cara sucia".

Cuando ese tango irrumpió en Europa y la Iglesia lo reprobaba, debió intercederse ante Pío XI para que aceptara que una pareja argentina lo bailara en su presencia y darle así una oportunidad de redimirse. Se cuenta que la versión emasculada que Casimiro "El Vasco" Ain y su compañera interpretaron el 1° de febrero de 1924 facilitó el visto bueno del Papa. Esto permitió que -ya aceptado en Francia, Italia y Alemania- al tango se le fueran abriendo, aunque a regañadientes, las puertas en los salones de Argentina.

PROTESTA Y DENUNCIA

Extrañamente, en la represiva Década Infame -que se alarga del 30 al 43 y más- el tango no sufrió a los censores de turno, pese a algunas letras de dura denuncia y protesta. (¿Habrá sido porque la aristocracia, gobierno entonces, no lo escuchaba?)

Con Gorriones (1926), Celedonio Flores había abierto una brecha. Pero, en pleno auge de la Revolución, Horacio Petorossi, en 1931, fue de los primeros en denunciar con Acquaforte: "Es medianoche, el cabaret despierta.../ Un viejo verde que gasta su dinero/ emborrachando a Lulú con su champagne/ hoy le negó el aumento a un pobre obrero/ que le pidió un pedazo más de pan".

'Cele' Flores volvió a la carga con Pan (1932): "Sus pibes se mueren de frío/ y lloran hambrientos de pan.../ Cachó la barreta... resuelto a robar.../ Un vidrio, unos gritos, auxilio, carreras.../ Un hombre que llora y un cacho de pan".

Mario Batistella, en el 33, con Al Pie de la Santa Cruz, fue más allá: "Declaran la huelga./ Hay hambre en las casas./ Y en ese entrevero/ de lucha sangrienta,/ se venga de un hombre/ la ley patronal".

Enrique Cadícamo, también en el 33, con Al Mundo le Falta un Torniyo apeló al humor: "Hoy no hay guita ni de asalto./ Si habrá crisis, bronca, hambre,/ que el que compra diez de fiambre/ hoy se morfa hasta el piolín".

Con ¿Dónde Hay un Mango, Viejo Gómez? (1934), Ivo Pelay, siguió con la denuncia: "¿Dónde hay un mango,/ viejo Gómez?/ Los han limpiao/ con piedra pómez.../ Y del seco hasta el bacán,/ todos llevan la cartera/ con cartel de defunción".

Cambalache (1935), de Enrique Santos Discépolo marcó, un punto alto: "Hoy resulta que es lo mismo/ ser derecho que traidor,/ ignorante, sabio, chorro,/ generoso, estafador.../ No pienses más,/ que a nadie importa si naciste honrao..."

CONTRA EL LUNFARDO

La plaga de la censura habría de recrudecer con el gobierno del general Edelmiro Farrell, cuando ya intervenía, activamente desde 1943, el GOU, Grupo de Oficiales Unidos. Un movimiento de coroneles del Ejército cuyo miembro más conspicuo era Juan Domingo Perón.

Fue entonces cuando se aplicó un de Manual para regular el vocabulario en las emisiones radiales y acallar las voces lunfardas "para defender la pureza del idioma". Para hacerla corta: con motivo de las restricciones aplicadas bajo amenazas de multas y clausuras, El Bulín de la Calle Ayacucho pasó a titularse Mi Cuartito Feliz; El Ciruja devino El Recolector; Yira, Yira, se anunciaba Camina, Camina; Qué Vachaché, pasó a llamarse Qué Vamos a Hacerle, y siguieron los disparates.

Pese a reclamos y gestiones, incluso ante el mismo Perón, la cosa siguió más o menos igual hasta 1953, cuando recién los tangos lunfas pudieron recobrar su originalidad.

Como se ve, la censurada Lilí Marleen -la canción alemana más famosa de la Segunda Guerra, la misma que Joseph Goebbels había decidido silenciar- nunca estuvo en soledad; la acompañaban 'funerales bandoneones' y cantores amordazados.