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Cuando el primer título escolar era el certificado de sexto grado aprobado

*Por Julio Cesar Bac, Publicista. Recuerdos personales acerca de cómo era la educación mendocina más de medio siglo atrás.

Hace más de medio siglo, la enseñanza primaria en las escuelas públicas gozaba de un alto concepto por el programa de estudios y la idoneidad de los maestros que no eran faltadores y preparaban diariamente sus clases con aplicación y responsabilidad. La "señorita" de cada grado tenía perfectamente individualizado a cada niño y los atendía cariñosamente dedicándole el tiempo necesario a cada alumno que requería su atención.

Eran años que cursar y aprobar la primaria se consideraba el primer título educativo, porque cuando las empresas o reparticiones públicas ofrecían puestos de trabajo, la principal exigencia era acompañar el certificado de 6º grado aprobado además de otros requisitos personales.

Los días de clases superaban los 200 por cada año lectivo, incluyendo horas para canto y música, educación física y trabajo manual donde las chicas elaboraban tejidos y costuras mientras los varones realizaban trabajos de carpintería y cartonería o los mandaban a remover la tierra y a regar el jardín de la escuela.

Las fechas patrias eran muy respetadas, especialmente el 25 de Mayo y el 9 de Julio, cuando se organizaban fiestas criollas con la participación de alumnos de diferentes grados que bailaban cuecas, zambas y el infaltable pericón nacional; vestidos de gauchos y chinas, habiéndose preparado y ensayado bajo la dirección de las maestras de los diferente grados.

Cada colegio participaba de los desfiles escolares de cada comunidad enviando a los alumnos de 3º grado en adelante con sus guardapolvos blancos y -cuando se podía- con banderitas argentinas cada uno.

En las fiestas escolares participaban padres y familiares de los alumnos en un ámbito festivo de alegría y entusiasmo acompañando a cantar el Himno Nacional y las marchas, sin faltar los pastelitos clásicos que aportaban las madres para repartir a los niños y demás participantes de los actos.

Era una buena costumbre de la época premiar a los alumnos que tenían asistencia perfecta. Les aseguro que eran muchos ya que la concurrencia de los alumnos era normal y los faltantes pocos, aún cuando se cursaran 200 días de clase por año.

Los chicos concurrían con alegría al colegio y al encontrarse con los compañeros comparaban deberes, se contaban sus novedades y todos iban al patio a jugar hasta que la campana los llamara para formar filas y pasar por el control de su guardapolvo y el aseo personal.

El ejemplo lo daban los maestros que eran los primeros en llegar con la clase preparada y el registro de los alumnos que al entrar tenían que dar su presente.

Era común que los padres colaboraran voluntariamente con la escuela y cuando había alguna observación de los maestros o directivos de la institución escolar sobre el comportamiento del niño, escuchaban atentamente y nunca le daban la razón al hijo; tampoco efectuaban protestas ni faltaban el respeto a las autoridades. Además, todos los padres que podían integraban la comisión cooperadora de la escuela y hacían aportes a fin de cubrir necesidades o algún imprevisto para el mejor funcionamiento del establecimiento escolar.

En aquellas épocas no había huelgas de docentes ni manifestaciones callejeras ni pancartas ni tambores y jamás se le hubiera ocurrido a los docentes cortar una calle u organizar protestas contra autoridades oficiales o faltar a clases.

No se llevaban materias a marzo y cuando el alumno no había estudiado le aplicaban penitencias y la observación se ponía como nota en la libreta de calificaciones, que eran tenidas muy en cuenta por los padres.

La disminución actual de los días de clase es alarmante por huelgas o feriados durante el período escolar que no llega a los 180 días reglamentarios, sin que ninguna autoridad se preocupe en buscar solución a tan serio problema en perjuicio de la enseñanza educacional.

Aprovecho para informar sobre el tema en otros países: Japón tiene puntualmente 243 días de clases; Corea del Ser 220; Israel 216; Holanda y Tailandia 200 días; EEUU 180; Brasil 200; México 200; y Chile 190 días de clase por cada período lectivo.

Las escuelas públicas eran un verdadero ejemplo de eficiencia y por el rígido cumplimiento del programa anual reglamentario, a los alumnos les significaba un orgullo concurrir a esos establecimientos escolares por la enseñanza que recibían, el conocimiento general que lograban y el ejemplo de buenas costumbres ofrecido.

Las "señoritas" se encariñaban con los niños, a los que trataban de usted, y cuando había un cambio de grado del maestro o traslado a otra escuela, los alumnos extrañaban por un tiempo hasta conocer el nuevo titular. Siempre las llamaban "señoritas" sin importar si eran solteras, casadas o abuelas; es que en muchos casos representaban la segunda madre y siempre se las recordaba con cariño.

Había tanta conformidad con la enseñanza de la escuela pública que en esos años eran muy pocas las escuelas privadas. Excepcionalmente se acudía a un maestro particular para que al niño lo prepararan en alguna materia floja.

Sería conveniente que se estudiaran nuevos planes de enseñanzas y exigencias a maestros y profesores para elevar la calidad de la educación primaria y secundaria y volver a los años en que la Argentina tenía un alto nivel educacional y la brillante participación de alumnos en concursos nacionales e internacionales de materias básicas nos prestigiaban.

La Argentina de esos tiempos supo tener los índices más bajo de analfabetismo de toda América Latina. Lamentablemente hoy tenemos sectores de la población alejados de la posibilidad de acceder al conocimiento que la realidad demanda.

Medio siglo pasado, el respeto del alumno por sus maestros se mantenía aun fuera de clase y cuando ocasionalmente lo veían después del colegio, se los saludaba atentamente, cuidando el vocabulario y comportamiento.

Las peleas del juego de los recreos no continuaban a la salida y no pasaba por sus mentes tomar revancha con un arma o un elemento contundente.

No se formaban "barritas" por calles o barrios, al contrario, era una felicidad salir a la misma hora y reencontrarse en la calle para jugar en la esquina o en un baldío, armando un partidito de pelota. Esa rutina y buen comportamiento de los chicos daba mucha tranquilidad a los padres.

Era muy simpático observar que los varones de 5º y 6º grado, por ser mayores, cuidaban a los más chicos, que los tomaban como ejemplo y a veces los imitaban porque recibían atención y protección. Nunca una agresión ni ningún tipo de abuso ni mal ejemplo.

Aquí viene un recuerdo de inocencia de aquellos tiempos: fue un simpático episodio ocurrido en un sexto grado mixto en ocasión que una chica dentro del grado tenía apoyados sus labios en el vidrio de una puerta durante el recreo y en el mismo instante un chico que pasaba se le ocurrió darle un beso teniendo de por medio el vidrio. Les cuento que en principio fue un escándalo y después -al tomar intervención la Dirección de la Escuela- se aclaró que era un juego de niños. Pero el hecho trascendió entre familiares y vecinos creando diferentes comentarios y opiniones durante mucho tiempo? Y "colorín colorado", este chisme se ha terminado.

Las opiniones vertidas en este espacio, no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes.