Crónicas sin barbijo
Todo es nuevo, original e inédito. Pero el virus puso en negro sobre blanco la dimensión de nuestro atraso y decadencia.
Dos bibliotecas hay para el barbijo: usarlo o no usarlo, esa es la cuestión. Consejo: haga lo que le dé ganas. Dos bibliotecas para los guantes descartables. Ahora dicen que tampoco le sirven a los médicos, salvo en cirugía. Los guantes arrastran más bacterias que las manos y se adhieren más firmes en el látex o en el nitrilo que en la piel. Resultado haga lo que quiera. Lo que abunda no daña.
No hay antecedentes de semejante cobertura mediática sobre un monotema que es la pandemia. Y tampoco hay antecedentes de que la reiteración temática casi paroxística sigue fascinando a las audiencias con ratings espectaculares que si se sumaran superarían ampliamente a las cifras de la Argentina en los mundiales de futbol.
Jamás nos tocó un tiempo en que todo lo que pasa es nuevo, original y diferente. Y eso es emocionante e histórico. No vivimos la peste negra ni la gripe española que mató millones de personas. Pero tampoco en esa época existía el tránsito transnacional que hace que quien salga de China en este momento estará en la Argentina en 20 horas sí viajara sin escalas.
Mientras estamos sometidos a esta metralleta informativa nos enteramos que la gripe simple y llana mata más gente por año con cifras que el covid-19 quizá jamás los alcance. ¿Por qué? Porque en todo el mundo se están probando drogas y tratamientos. Algunos con resultados bastante auspiciosos y quizá esté cerca la vacuna.
Pero las cifras que alarman a algunos la relativizan aduciendo que, por ejemplo en Francia, la ola de calor del 2003 mató a millones de viejos que colapsaban por la deshidratación y la existencia casi nulas de acondicionadores de aire en las viviendas de los adultos mayores.
Hay dos bibliotecas para la proyección de cifras de la pandemia. La biblioteca de los amantes del género terrorista científico y la de los prudentes y más sensatos. Los primeros trabajan sobre modelos matemáticos que proyectan 2 millones de muertos en la Argentina. Para los otros científicos más prudentes no hay ningún modelo proyectivo que llegue a esas cifras ni siquiera sumando todos los muertos del planeta.
El escándalo del millón de jubilados y beneficiarios de planes sociales que colapsaron las ciudades y los bancos de todo el país tuvo su costado positivo: por primera vez los funcionarios vieron en vivo y directo como cobran los jubilados todos los meses. Expuestos a calores y fríos extremos para cobrar las magras jubilaciones.
El salario social de emergencia reveló una cifra que destruye todos los cálculos de la economía real y el trabajo en la Argentina. Once millones de inscriptos que hacen trabajos no registrados. Más de la mitad de toda la población económicamente activa, aunque esa cifra quede en la mitad, ya es por sí una verdadera catástrofe social.
Todo es nuevo, original e inédito. Pero el virus puso en negro sobre blanco la dimensión de nuestro atraso y decadencia.
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