Cristina ya tiene su propia CGT
* Por Ricardo Kirschbaum. Desde el fatídico día en el que Daniel Scioli reveló su aspiración a suceder a Cristina, si es que la Presidente no conseguía la reforma constitucional, el gobernador está bajo un asedio constante.
Olivos quiere que renuncie y el vicegobernador, que fue puesto para conspirar contra Scioli, ya se imagina un final como el de Fernando de la Rúa. Mariotto está dando un ejemplo de lo que el kirchnerismo entiende por calidad institucional , que era lo que se iba a mejorar en este mandato presidencial.
Ese tránsito de Scioli desde la lealtad a la traición más abyecta, verbalizada por todo el arco “cristinista”, muestra la labilidad de la conducta política de esa facción. Scioli, en tanto, contribuye con su estrategia budista : el gobernador cree que su impasibilidad frente al desborde casi tropical de epítetos triunfará, por fin, y los seguidores de Cristina se astillarán los dientes frente a su resistencia.
Queda claro, en este marco, que el oficialismo jugará al fleje para sacar de la cancha a Scioli , el enemigo más temible para el proyecto “Cristina eterna”. Sin la posibilidad de que la Presidenta pueda seguir porque la Constitución se lo impide, cualquier candidatura sustituta es débil frente a una opción que vuelva a reunir al peronismo.
Moyano, como Scioli, entró en el bando “enemigo” . Como el gobernador, Moyano ha sido el ariete que el kirchnerismo ha usado para presionar a los críticos del gobierno. Esos tiempos han pasado: el camionero es tan traidor como Scioli. Pruebas al canto: la foto de ambos certifica la conspiración.
Los sindicalistas que ayer se arremolinaron alrededor de Cristina en la Casa Rosada han recuperado el papel que mejor interpretan, ser oficialistas . Después de todo, el sindicalismo de Estado es, en esencia, negociación pura.
Están unidos por el odio al camionero más que por la fe en una Presidenta que no ocultó nunca su pensamiento despectivo sobre alguno de los conspicuos miembros de este sector. Los sindicalistas precisan un reconocimiento que muestre que quebrar la CGT valió la pena .
Quizá lo tengan. Ya el ministro de Trabajo, que ha trabajado codo a codo con Moyano en muchas de las operaciones que montó Néstor Kirchner, ilegalizó la reelección del camionero en la CGT. Pero los sindicalistas ahora oficialistas necesitan más que eso : mínimo no imponible, asignaciones familiares.
Cristina les dará algo y, muy posible, a cambio les quitará las obras sociales , el próximo frente en el que se librará una batalla.
En su choque con Moyano, la Presidenta precisa exhibir apoyo sindical . Y lo obtuvo.
Esta alianza, sin embargo, no garantiza que sea definitiva porque las urgencias coyunturales actuales pueden no ser tan necesarias mañana . Scioli y Moyano son un ejemplo de esa política.