Cristina y Mauricio: todo mal
Por Edgardo Alfano. Los fuegos artificiales se adelantaron a las fiestas de fin de año e hicieron un movimiento de distracción sobre la verdadera relación entre la presidenta Cristina Kirchner y el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri.
Pocos creyeron que las flores que se tiraron después de los respectivos triunfos electorales iban a reproducirse, en un escenario dónde las necesidades diarias de sus administraciones marcan otra realidad.
Hoy es el traspaso de los subtes de la Nación a la Ciudad, pero las disputas se pueden buscar en los terrenos de los ferrocarriles, la autopista ribereña, la policía Metropolitana y hasta las elecciones en Boca Juniors.
El clima se ha enrarecido por completo entre el macrismo y el cristinismo, según admiten de uno y otro lado y esto ha producido un endurecimiento del diálogo.
En realidad, Macri no creyó demasiado lo que él considera como cantos de sirena que cruzaban la Plaza de Mayo desde la Casa Rosada.
Tanto la presidenta como el jefe porteño tienen razones para buscar una sana convivencia.
Macri no puede vivir enfrentado eternamente con el gobierno nacional y Cristina Kirchner no puede darse el lujo de poner contra la pared a un distrito donde al oficialismo siempre le costó hacer pie.
Además, sabe que los conflictos en territorio porteño terminan, tarde o temprano, en las puestas del gobierno nacional.
Pero ni CFK está dispuesta a hacérsela fácil a Macri y alimentar así su espíritu presidencialista para el 2015, ni este está dispuesto a diluir su imagen bajo la sombra de un acuerdo con el kirchnerismo, como ocurrió en el Consejo de la Magistratura con la designación de jueces.
Aunque hay quienes dicen que Federico Pinedo, el diputado y operador de Macri, lo único que hizo fue ganarle de mano a los radicales que también buscaban un acuerdo con el oficialismo y luego pusieron el grito en el cielo cuando le ganaron de mano.
La historia de alianzas políticas en el Consejo de la Magistratura tiene hechos curiosos. Hace ya unos años, el ARI había denunciado un acuerdo entre Néstor Kirchner y la UCR para achicar los miembros de ese Consejo y dejar afuera a la segunda minoría que en ese momento era la de Elisa Carrió.
Pero volviendo a la relación entre Macri y Cristina Kirchner, el conflicto por el traspaso de los subtes puede marcar un conflicto de difícil retorno.
En el gobierno porteño están convencidos de que la Nación le está tirando por la cabeza los subterráneos para bajar el gasto público, dejar en sus manos la responsabilidad por aumentar considerablemente las tarifas al reducirse los subsidios, y cargar con el costo político de una complicada negociación salarial que se dará el año próximo.
Pero no será la única difícil, también hay nubarrones con los empleados públicos y con los docentes porteños.
En el caso de los subtes, el rol del secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, genera una irritación especial en el macrismo, al que el funcionario conoce muy bien porque fue su jefe de campaña en 2003.
Sucede que Schiavi aparece como el más duro a la hora de sentarse a negociar el futuro de los subtes, con un traspaso inmediato y la quita de la mitad de los subsidios.
Para Macri, Schiavi es más papista que el Papa porque quiere hacer buena letra con CFK justo en el momento en el cual la presidenta define su futuro gabinete.
Pero desde la vereda de enfrente explican que Schiavi tiene expresas instrucciones de la presidenta para actual como lo hace, sin margen de maniobra propio. La propia CFK fijó esa posición al hablar ante un escenario de industriales y sindicalistas, al hablar en el Congreso de la UIA.
Ella dijo que estaba cumpliendo con la ley para el traspaso de los subtes y criticó a Macri por querer mantener los subsidios hasta 2017.
Y del gobierno porteño dicen que una cosa es negociar ese traspaso en tiempo, forma y dinero y otra es que quieren cumplir con la ley de una día para el otro cuando estuvieron años sin hacerlo.
Después hay otras cuestiones complejas como el tema de la seguridad en territorio porteño y sus límites con el gran Buenos Aires, donde la ministra Nilda Garré, con el aval de CFK cada vez marca una mayor presencia de la Gendarmería.
Más allá de los reclamos de mayor seguridad de la población, el gobierno nacional busca una mayor presencia de manera proporcional al crecimiento de la policía Metropolitana de Macri.
Aunque lo político también se metió de lleno en lo deportivo y habrá que esperar al 4 de diciembre para ver si el kirchnerismo o el macrismo ganan las elecciones en Boca Juniors.
En este sentido, quienes habitan en lo más alto del poder no parecen ajenos a este tema.
Nadie oculta el notable interés que hay por evitar que el macrismo vuelva a instalarse en la presidencia de ese club.
En este caso no con Macri sino con su delfín Daniel Angelici.
Por esa razón el kirchnerismo y en particular sectores de La Cámpora, aparecen involucrados en esa campaña apoyando al actual presidente Jorge Amor Ameal, quien va por la reelección.
El presidencia de Boca fue un trampolín para la llegada de Macri al gobierno de la ciudad y en la Rosada no quieren que el club de la Ribera sirva de empujón para el premio mayor que busca el macrismo y es la presidencia de la Nación.
En cuanto a la posibilidad de una cumbre entre CFK y Macri por ahora no hay ningún indicio de que eso pueda ocurrir.
En general a este tipo de reuniones se las considera la frutilla cuando un acuerdo político es cerrado por las segundas líneas.
Pero lo que está claro es que, por ahora, no hay nada para festejar.
Hoy es el traspaso de los subtes de la Nación a la Ciudad, pero las disputas se pueden buscar en los terrenos de los ferrocarriles, la autopista ribereña, la policía Metropolitana y hasta las elecciones en Boca Juniors.
El clima se ha enrarecido por completo entre el macrismo y el cristinismo, según admiten de uno y otro lado y esto ha producido un endurecimiento del diálogo.
En realidad, Macri no creyó demasiado lo que él considera como cantos de sirena que cruzaban la Plaza de Mayo desde la Casa Rosada.
Tanto la presidenta como el jefe porteño tienen razones para buscar una sana convivencia.
Macri no puede vivir enfrentado eternamente con el gobierno nacional y Cristina Kirchner no puede darse el lujo de poner contra la pared a un distrito donde al oficialismo siempre le costó hacer pie.
Además, sabe que los conflictos en territorio porteño terminan, tarde o temprano, en las puestas del gobierno nacional.
Pero ni CFK está dispuesta a hacérsela fácil a Macri y alimentar así su espíritu presidencialista para el 2015, ni este está dispuesto a diluir su imagen bajo la sombra de un acuerdo con el kirchnerismo, como ocurrió en el Consejo de la Magistratura con la designación de jueces.
Aunque hay quienes dicen que Federico Pinedo, el diputado y operador de Macri, lo único que hizo fue ganarle de mano a los radicales que también buscaban un acuerdo con el oficialismo y luego pusieron el grito en el cielo cuando le ganaron de mano.
La historia de alianzas políticas en el Consejo de la Magistratura tiene hechos curiosos. Hace ya unos años, el ARI había denunciado un acuerdo entre Néstor Kirchner y la UCR para achicar los miembros de ese Consejo y dejar afuera a la segunda minoría que en ese momento era la de Elisa Carrió.
Pero volviendo a la relación entre Macri y Cristina Kirchner, el conflicto por el traspaso de los subtes puede marcar un conflicto de difícil retorno.
En el gobierno porteño están convencidos de que la Nación le está tirando por la cabeza los subterráneos para bajar el gasto público, dejar en sus manos la responsabilidad por aumentar considerablemente las tarifas al reducirse los subsidios, y cargar con el costo político de una complicada negociación salarial que se dará el año próximo.
Pero no será la única difícil, también hay nubarrones con los empleados públicos y con los docentes porteños.
En el caso de los subtes, el rol del secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, genera una irritación especial en el macrismo, al que el funcionario conoce muy bien porque fue su jefe de campaña en 2003.
Sucede que Schiavi aparece como el más duro a la hora de sentarse a negociar el futuro de los subtes, con un traspaso inmediato y la quita de la mitad de los subsidios.
Para Macri, Schiavi es más papista que el Papa porque quiere hacer buena letra con CFK justo en el momento en el cual la presidenta define su futuro gabinete.
Pero desde la vereda de enfrente explican que Schiavi tiene expresas instrucciones de la presidenta para actual como lo hace, sin margen de maniobra propio. La propia CFK fijó esa posición al hablar ante un escenario de industriales y sindicalistas, al hablar en el Congreso de la UIA.
Ella dijo que estaba cumpliendo con la ley para el traspaso de los subtes y criticó a Macri por querer mantener los subsidios hasta 2017.
Y del gobierno porteño dicen que una cosa es negociar ese traspaso en tiempo, forma y dinero y otra es que quieren cumplir con la ley de una día para el otro cuando estuvieron años sin hacerlo.
Después hay otras cuestiones complejas como el tema de la seguridad en territorio porteño y sus límites con el gran Buenos Aires, donde la ministra Nilda Garré, con el aval de CFK cada vez marca una mayor presencia de la Gendarmería.
Más allá de los reclamos de mayor seguridad de la población, el gobierno nacional busca una mayor presencia de manera proporcional al crecimiento de la policía Metropolitana de Macri.
Aunque lo político también se metió de lleno en lo deportivo y habrá que esperar al 4 de diciembre para ver si el kirchnerismo o el macrismo ganan las elecciones en Boca Juniors.
En este sentido, quienes habitan en lo más alto del poder no parecen ajenos a este tema.
Nadie oculta el notable interés que hay por evitar que el macrismo vuelva a instalarse en la presidencia de ese club.
En este caso no con Macri sino con su delfín Daniel Angelici.
Por esa razón el kirchnerismo y en particular sectores de La Cámpora, aparecen involucrados en esa campaña apoyando al actual presidente Jorge Amor Ameal, quien va por la reelección.
El presidencia de Boca fue un trampolín para la llegada de Macri al gobierno de la ciudad y en la Rosada no quieren que el club de la Ribera sirva de empujón para el premio mayor que busca el macrismo y es la presidencia de la Nación.
En cuanto a la posibilidad de una cumbre entre CFK y Macri por ahora no hay ningún indicio de que eso pueda ocurrir.
En general a este tipo de reuniones se las considera la frutilla cuando un acuerdo político es cerrado por las segundas líneas.
Pero lo que está claro es que, por ahora, no hay nada para festejar.