Cristina y la realidad
*Por Luis Majul. La Presidente Cristina Fernández de Kirchner está empezando a asumir que la realidad es una sola, más allá del marketing político, y eso es bueno. El problema, ahora, es que hay que acomodar el discurso para que sea aceptable y digerible, por ejemplo, para los intelectuales de Carta Abierta.
La inflación es la inflación y no hay mucho más por explicar. O mejor dicho, sí es necesario explicar porqué la escondieron, porqué manipularon las estadísticas del INDEC, y cuál es el verdadero precio que la Argentina va a pagar porque su gobierno decidió mentir o no asumir la realidad desde 2007 hasta ahora. Todavía tienen tiempo de hacerlo y de corregirlo. Pero si durante los próximos años la inflación se dispara y el modelo se hace trizas, no hay duda de que los principales responsables serán la presidenta y su lugarteniente Guillermo Moreno. A la quita de subsidios para las tarifas de luz, gas y agua el ministro Amado Boudou la bautizó redireccionamiento de subsidios pero no es más que una suba de impuestos, porque la diferencia irá a parar a las arcas del Estado, cuyo gobierno la redistribuirá, como hace siempre, de manera discrecional.
La operación de marketing para hacer pública la lista de quienes pidieron el quite voluntario no alcanzará para disimular el verdadero propósito de la movida: hacer caja mientras baja el precio de la soja y el trigo y la crisis de Europa y los Estados Unidos amenaza el crecimiento de Brasil y por lo tanto también el de la Argentina. Algo parecido sucede con Aerolíneas Argentinas. La aerolínea de bandera está en crisis. El ministro de Planificación, Julio De Vido, tuvo que salir a explicar por dónde van a pasar los recortes para que se empiece a perder menos dinero. La sobreactuación de la Presidenta en defensa de Mariano Recalde y toda la plana mayor no servirá para disimular la ineficiencia de la conducción.
Tiene razón Cristina cuando afirma que no es un pecado tener menos de 40 años o cuando acusa a los líderes de los gremios de boicotear los vuelos de aerolíneas con caprichos absurdos. Sin embargo, su intenso discurso no podrá hacer olvidar que el secretario de Transporte que manejó el tema durante toda la gestión de Néstor Kirchner y la primera parte del mandato de Cristina se llama Ricardo Jaime, imputado por decenas de hechos de corrupción y procesado por haber aceptado dádivas.
Y tampoco alcanzará para que la mayoría de la sociedad convalide un gasto de casi 3 mil millones de pesos desde principios de 2009 hasta ahora, mientras la compañía funciona de mal en peor. ¿Era necesario, por otra parte, que la jefa de Estado le ordenara al ministro de Trabajo Carlos Tomada que iniciara las acciones para quitarle la personería gremial al sindicato que maneja Ricardo Cirielli? Esa decisión, igual que pasar el control aéreo desde el área civil a la militar, más la negativa a discutir la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas junto con su oposición a la despenalización del aborto transforman, a Cristina Fernández, en una dirigente de derecha. Se trata de medidas que bien podrían haber impulsado en su momento Carlos Menem, Fernando De la Rúa, Eduardo Duhalde e incluso ahora Daniel Scioli o Mauricio Macri.
¿De qué manera podrían justificarlas ahora los dirigentes de La Cámpora, los intelectuales de Carta Abierta o los periodistas militantes que sostienen al modelo al que denominan nacional y popular? Es que la realidad tiene costos que tarde o temprano se pagan, por más mentira, mística, exageración o marketing político que se le quiera agregar. La próxima prueba del ácido son las paritarias del año que viene.
La Presidente ya lo sabe. Se lo explicaron una y otra vez, sus propios funcionarios del área económica y también el presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA) José Ignacio de Mendiguren: la economía argentina no resiste un incremento de salarios por encima del 20 por ciento al mismo tiempo que el dólar aumenta un 8 por ciento anual. Todo lo que se negocie por debajo de ese porcentaje, será bendecido por el gobierno nacional. Toda paritaria que se arregle por encima, correrá la misma suerte que la de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales: no será homologada por el ministerio de Trabajo ni convalidada por la administración nacional. ¿Esto significa que la Presidenta se volvió loca y estableció una alianza con los patrones para alejarse de los trabajadores y del movimiento obrero?
Significa que la sintonía fina requiere que la fiesta organizada por el gobierno entre 2005 y 2011, sea pagada ahora mismo por la clase media y media baja. Es decir: los que reciben un salario de bolsillo de entre 2.500 y 10.000 pesos y que desde abril próximo deberán enfrentar los aumentos de los servicios, la obra social o la prepaga, la patente, las expensas, el transporte, el combustible, el colegio de sus hijos y el fuerte incremento del Alumbrado Barrido y Limpieza (ABL), si es que viven en la ciudad de Buenos Aires.
El problema de la Presidenta con Hugo Moyano pasa, ahora, por ese único punto. El camionero ya tiene en carpeta una serie de reclamos capaces de hacer peligrar la sintonía fina que Ella le quiere imprimir al modelo. El más urgente es el pedido de una suma fija a fin de año para recuperar lo que los trabajadores perdieron por la inflación de las góndolas. El que le sigue es la suba del mínimo no imponible para los que ganan por encima de 5 mil pesos. Y el de fondo es la discusión de paritarias libres para todos, empezando por el sindicato de choferes, para el que Moyano pretendería un aumento de más del 25 por ciento. Ellos creen que porque soy mujer y no me llamo Néstor me van a poder llevar por delante. No tienen idea de cuánto se equivocan le dijo Cristina a un ministro al que toda las semanas le pide un informe sobre los asuntos del mundo sindical.