Cristina y la influencia de Boudou
*Por Eduardo Van Der Kooy. La figura del ministro de Economía se recorta fuerte para el próximo gobierno. Como vice, tendría facultades políticas de otra dimensión. Se ocupa ya de las deficiencias en materia energética. De Vido y Moreno sufrirían. Claro retroceso en la calidad del sistema electoral.
Amado Boudou podría tener en el futuro gobierno de Cristina Fernández el valor político que Alberto Fernández, el ex jefe de Gabinete, tuvo para Néstor Kirchner durante cinco años. Esa estrella se fue apagando cuando el ex presidente pasó a un segundo plano y cedió a su mujer, hasta su muerte repentina, el centro formal de la escena.
Aquella simetría podría asentarse en un sólo argumento: la confianza que, con diferentes recetas, Boudou y Alberto Fernández supieron construir con cada uno de los Kirchner. El ministro de Economía la logró consolidar aprovechando, sobre todo, el enorme vacío que se abrió en el universo de Cristina luego de la muerte de Kirchner. Aunque es cierto que sembró desde el primer día que saltó desde la ANSeS al Palacio de Hacienda. Alberto Fernández militó con Kirchner y lo ayudó desde el amanecer de su aventura presidencial. Esa cercanía y su pertenencia al peronismo le permitieron ganar un sitial de autoridad política al lado del ex presidente.
Hubo un mismo episodio que perfiló el horizonte de cada uno. Alberto Fernández aplacó varias veces, con fundamentos políticos, el ímpetu de Kirchner para estatizar las AFJP. Boudou le ofreció esos fondos a Cristina, que él mismo había administrado, para sortear las dificultades de financimiento del Gobierno en la crisis del 2008-2009. La Presidenta resaltó ese gesto cuando eligió al ministro como compañero de la fórmula: según ella, se trató de un reflejo inteligente y premonitorio sobre lo que acontecería con la economía mundial.
Alberto Fernández se fue del Gobierno marcando diferencias que se habían incubado durante el conflicto con el campo. Esas diferencias se agrandaron desde el llano y concluyeron con una dura ruptura con Cristina y los K del poder. Sucedió a fines de julio, poco antes de las internas, cuando la Presidenta acusó a Alberto Fernández de haberse opuesto a su candidatura y de representar los intereses de Clarín . Boudou creció y se afianzó con Cristina en base a su obediencia y fidelidad.
Boudou encarna a un dirigente de extremo pragmatismo que mutó en un par de años su formación económica ortodoxa por el estatismo kirchnerista. Fue el tiempo de su ascenso meteórico: en el 2008 –hace apenas tres años– un amigo lo tuvo que convencer para no irse del país. Se sentía postergado en la ANSeS y tentado de probar suerte con su guitarra en Estados Unidos o Europa. Ahora es casi numen de la Presidenta, en el mismo escalón, o superior aún, que Carlos Zannini, el secretario Legal y Técnico.
No se sabe todavía, si Cristina ratifica en octubre su triunfo, cómo podría conformarse el futuro gabinete. Pero Boudou, amén de vicepresidente y titular del Senado, podría reunir también las facultades fácticas de un jefe de Gabinete . Los rumores, sólo eso, indican que ese sillón podría ser para Florencio Randazzo, el actual ministro del Interior.
La influencia de Boudou podría producir tres efectos simultáneos. El ocaso de algunos funcionarios frente a los cuales, mientras Kirchner vivió, debió claudicar. Sería el caso de Guillermo Moreno, el secretario de Comercio. La permanencia atenuada de otros, quizá, con los cuales tiene relación desde sus épocas de ministro de la intendencia marplatense: por caso Julio De Vido, el ministro de Planificación. También detonaría el ascenso de jóvenes economistas que desembarcarían en lugares clave del Gobierno, algunos de ellos ligados a La Cámpora.
Aquel ocaso de Moreno no significaría su jubilación. Algún calor tendrá bajo el poder porque la simpatía histórica de Kirchner con él es también la de Cristina. Ambos valoraron siempre su lealtad, como la Presidenta la de Boudou, aunque los resultados de la gestión hayan resultado un fiasco.
La inflación está instalada . Valoraron también otra cosa: su empeño en la lucha contra los medios de comunicación , en especial Clarín y La Nación . Una lucha que tiene manifestaciones risueñas y extravagantes. Los empresarios que lo suelen visitar se sorprenden con un paisaje: el pasillo que conduce desde el ascensor hasta su oficina está prolijamente tapizado con obleas que rezan "Clarín miente" .
Tampoco De Vido se iría a su casa aunque el destino en el ministerio parece incierto. Se hace cada vez más evidente que sus planificaciones en materia energética no llegaron a buen puerto . El Gobierno insume cada vez más subsidios para reemplazar la caída productiva del gas y del petróleo y sostener las tarifas de electricidad. La matriz energética y las jubilaciones consumen casi la mitad de los $ 70 mil millones que el kirchnerismo destina a subsidios. El ex secretario de Energía, Daniel Montamat, estimó que harían falta invertir cerca US$ 3 mil millones durante una década para rearmar el sistema energético.
Dicen que Boudou admite, en privado, los problemas de la inflación y los subsidios. En una reunión con empresarios del área energética habría comunicado una novedad: que estaría en elaboración otro plan , diferente al de De Vido, con la idea de una matriz más moderna. Cuando le preguntaron quién lo está confeccionando dio un solo nombre: Ivan Heyn. Un economista de 33 años, de La Cámpora, director estatal en Aluar, que tendría ascendencia sobre otros economistas de la organización. Posee fuertes lazos políticos con Zannini y también, por supuesto, con Boudou.
Aunque no estaría del todo claro, en el caso del ministro, quién sería jefe de quién . Su punto de referencia político excluyente, sin embargo, pareciera ser Máximo Kirchner, el hijo del matrimonio presidencial.
El kirchnerismo prefiere no hablar de todos aquellos déficits del modelo ni de la fuga de capitales que no cesa, aún cuando las internas acaban de brindar pistas firmes sobre la continuidad del kirchnerismo. Esa casi certeza no alcanza. Cristina no querría empañar los dos meses de campaña previsiblemente plácida que le aguardan hasta el penúltimo domingo de octubre.
A esa placidez no pareciera alterarla nada. Una placidez en el tiempo electoral y de campaña que casi no conoce antecedentes. Muchas cosas ocurren y parecen morir, con poca vida. La revulsión social en Jujuy lleva más de un mes, disminuyó, pero todavía quedan 70 predios tomados por personas que reclaman tierra y vivienda. El patrimonio personal de la Presidenta aumentó un 27% en un año. El de Boudou un 65%. El de Diego Bossio, de la ANSeS, un 144%.
Hebe de Bonafini debió hacer de nuevo su ronda de los jueves cercada de policías por el reclamo de los trabajadores afectados por el escándalo Schoklender. El juez electoral de Buenos Aires, Manuel Blanco, dijo que hubo muchos errores en el escrutinio provincial , incluso que perjudicaron al kirchnerismo.
Ni la reforma política ni las internas han sido un dechado de virtudes , como pontificó Cristina.
El triunfo de la Presidenta no puede estar bajo la mínima duda ni que haya sospechas de fraude. Pero después de 28 años de democracia tantas irregularidades detectadas (malos recuentos; 8% de votos en blanco para presidente en Buenos Aires, que no se pueden cotejar, cuando la media histórica no superó nunca el 2%) significarían un retroceso en la calidad electoral . Tuvo razón Ricardo Lorenzetti, el titular de la Corte, cuando señaló que no habría que magnificar. Pero la necesidad de su intervención pública, por sí sola, podría estar indicando algo .
Los problemas que le resbalan al Gobierno se clavan como aguijones en la piel opositora. Esa dirigencia tiene reflejos aletargados. Reclaman cambios para las elecciones de octubre cuando la suerte política estaría echada.
¿Por qué no antes? Han pedido a la Justicia dos cosas: que intervenga en la designación de los presidentes de mesa que, en las internas, se integraron de manera mayoritaria con listas de voluntarios llenadas por los intendentes bonaerenses; solicitan además el control de la Justicia sobre el escrutinio provisorio que, según la reforma, debe manejar el Ministerio del Interior.
Después del desastre, varios bloques de la oposición han reflotado el proyecto de boleta única para octubre. Un sistema que funcionó bien en Santa Fe y Córdoba. Pero Cristina cuestionó el mecanismo y Randazzo lo empapó con cloroformo: "Después de diciembre discutiremos cualquier propuesta" , despidió a los opositores.
Todos los candidatos del sector, con excepción de Hermes Binner, convinieron un plan de campaña que apunta un mensaje sobre la conveniencia de un futuro equilibrio de fuerzas en el Congreso. El kichnerismo, con los números a la vista, se apresta a manejar la mayoría en Diputados y el Senado. Se trata de una ingeniería complicada para la oposición: si Ricardo Alfonsín o Eduardo Duhalde, por citar un par de casos, no aumentaran su caudal de votos difícilmente un corte masivo de boletas consiga impulsar sus listas de legisladores.
El gobernador socialista de Santa Fe juega a otro juego: aspira a quedar segundo en la votación de octubre, como plataforma de un nuevo espacio político cuyo destino, en un teatro de dominio K, sería bien incierto.
Las cosas son así a dos meses de las presidenciales. El Gobierno despejó obstáculos con los internas y siente que puede hacer lo que quiere . La oposición, por el contrario, advierte que sus márgenes son cada vez más estrechos . El interrogante es saber cómo hará la Argentina para recuperar cierta noción de equivalencia política e institucional.