Cristina y el secreto preventivo
* Por Pablo Ibáñez Émulo de su esposo, cuya ausencia cumple hoy seis meses, Cristina de Kirchner lo homenajea con el empleo riguroso de sus modos crípticos, la centralidad y el verticalismo. Pero, a diferencia de Néstor Kirchner, ese recurso tiene carácter preventivo.
Obsesivo del secretismo, el patagónico acotó su círculo de decisiones al matrimonio: Alberto Fernández y Carlos Zannini. De aquel staff sólo quedan la Presidente y «el Chino». Orbitan, por épocas y según el expediente, Juan Manuel Abal Medina, Héctor Icazuriaga y Julio De Vido.
Extremó, además, la muralla de Olivos. Y redujo al mínimo los operativos de ablande. Kirchner daba pistas o, al menos, enviaba mensajeros. Cristina rehúye las preguntas e ignora, casi en su totalidad, los pedidos de certeza que le trasmite su entorno.
Lo sabe Hugo Moyano: ayer reunió a sus muchachos para revisar la logística del acto del viernes, en un clima espeso por la falta de una confirmación sobre la asistencia presidencial. Se contaba con el supuesto, razonable, de que no podrá rehusar la invitación.
Pero si no participa, Moyano, frente a las 300 mil personas que promete reunir, ¿reprochará públicamente el desplante? El año pasado, horas antes del acto de la CGT en River, la Presidente vetó el 82% móvil. Fue, para los gremios, meditadamente inoportuno.
Amado Boudou, que el lunes estuvo tres horas con la Presidente, jura que nada le anticipa sobre su táctica para la Capital. Lo anima a que avance con su candidatura, pero cada vez que abandona Olivos el ministro asegura que sale tan virgen de novedades como cuando entró.
Se abraza a la tesis de que expresa, más que Daniel Filmus, el purismo K. Reza a la Biblia de Artemio López, según la cual los votos porteños para el oficialismo se encuadrarán detrás del bendecido por Cristina, por lo que medir 3 o 4 puntos menos que el senador no es relevante.
Celebró la coyuntura que lo mostró ayer junto a la Presidente, en Casa Rosada, mientras a la misma hora, en el Luna Park, Filmus lanzaba su precandidatura, huérfano de habitantes de Balcarce 50.
Pero asoman datos inquietantes. En las últimas horas, se regó la versión de que la fórmula del Frente para la Victoria en la Capital la compartirían Filmus y Gabriela Cerruti. En el despacho de Balcarce 50, que se indicó como usina del dato, anoche negaron la autoría.
«Eso sólo lo sabe Cristina», se desmarcaron. Un ministro patentó, irónico, una anécdota futurista sobre ese proceso: el 95% de las decisiones las tomará la Presidente, el otro 5% correrá por cuenta de Zannini, pero consistirá en decir: «Me parece bien».
La hipótesis Filmus-Cerruti colisiona con lo dicho por un operador invisible, que asegura haber escuchado de boca de la Presidente que el candidato porteño será el ministro de Economía. De ser así, Boudou preferiría como escolta a otra dama: Patricia Vaca Narvaja.
En el entrevero, La Cámpora -la columna Juan Cabandié- pulsea para no quedar fuera de la grilla de la vice y derrama, hacia abajo, la promesa (que ubican en los labios de Zannini) de que tendrán, como mínimo, una colectora exclusiva para legisladores porteños.
Un regalo similar se atribuye el sabbatellismo porteño, vía Carlos Heller, que huyó de la cumbre con Filmus impactado por los reproches del senador al banquero. «Te la pasás justificando por qué sos mi amigo». Paradoja: fue más amable la charla con Carlos Tomada. Hoy es el turno de Boudou. ¿Se saludarán Martín Sabbatella y su detractor moronense Juan Zabaleta, operador del ministro?
Hay una matriz común, más allá de su juvenil formación en La Fede, entre Sabbatella y Filmus: expresan versiones K no peronizadas. Deambulan, los dos, en esa nebulosa progresista que construye su identidad más por lo que no es que por lo que es.
El nivel de autonomía -boleta de legisladores nacionales o no- que Cristina otorgue al diputado y el protagonismo que ceda al senador en Capital pueden ser un indicio más que contundente sobre la tonalidad que la Presidente quiere imprimirle al cristinismo.
La dimensión de los secretos sobre la bendición porteña, el vice de Daniel Scioli y su propio vice produce un efecto extraño: son el peronismo clásico y los gremios, justamente, quienes más extrañan a Kirchner, los más espantados por el contenido de esas decisiones.
Lineales, presumen que si el candidato a vice fuera un gobernador, ya estaría perfilado. El factor sorpresa, que tanto usufructuó Kirchner, ahora es percibido en las cercanías de Moyano y entre los intendentes del conurbano, también por Scioli -que ayer pidió a los docentes de la provincia que no paren por el acto del viernes-, como una dilación táctica que puede esconder novedades poco agradables.
El gobernador, defensivo, bloqueó ayer las algaradas K para imponerle a su compañero de fórmula. «Lo voy a elegir yo», dijo Scioli, que se escudó en Alberto Balestrini para no dar nombres ni opinar sobre los anotados. Contraoferta con sugerirle a la Presidente una figura que le agradará.
Se puede imaginar un ajedrez: alfil por caballo, torre por torre, hasta que quede un peón inofensivo. Sería el mejor negocio para el gobernador.
Entre colectores y bonaerenses, circuló también una flecha envenenada que afirma que Cristina de Kirchner denegó la posibilidad de habilitar una tercera colectora en la provincia encabezada por Sergio Massa.