Cristina, la reelección y los misterios
*Por Eduardo Van Der Kooy. Se acaba el tiempo para que la Presidente anuncie su candidatura. Tanta espera podría estar escondiendo dificultades políticas y personales. Su compañero de fórmula, otro enigma. El lanzamiento ocurrirá en medio de roces internos y con la corrupción como eje de campaña.
Misterio. Esa es la única certeza que ronda la política y las decisiones de Cristina Fernández. Ese misterio tiene que ver sobre todo, a esta altura, con su candidatura a la reelección. Le queda apenas un puñado de días para comunicarla. Pero está, además, la incertidumbre sobre su compañero de fórmula. Ningún gobernador peronista o K tiene tampoco, siquiera, una pista acerca del armado de las listas a legisladores que, con disciplina, depositan cada día en el escritorio de Carlos Zannini. El secretario Legal y Técnico sabe más que todos en el oficialismo, aunque tampoco conoce todo lo que piensa y urde la Presidente.
Aquella afinidad con la ocultación fue siempre una característica del matrimonio Kirchner. Pero se profundizó hasta un extremo luego de la muerte del ex presidente. La información pública circula por goteo. Cosas extrañas se observan pero jamás se explican.
¿Dónde quedó el estrellato de Nilda Garré? La ministra de Seguridad se evaporó después de declinar su pelea con Daniel Scioli por la inseguridad en Buenos Aires.
¿Qué sucede con Héctor Timerman? El canciller pasó de una parlería cotidiana al mutismo. Lo pudo haber condenado el incidente con Washington, que el Gobierno intentó distender la semana pasada cuando devolvió con disimulo el material incautado a un avión militar estadounidense.
¿Sigue siendo Amado Boudou el funcionario dilecto de Cristina? El ministro de Economía fue uno, expansivo, hasta que resultó descartado para la elección en Capital. El escándalo de Sergio Schoklender y de Hebe de Bonafini, que respaldo su frustrada postulación, lo habría obligado a contraerse. No parece el mismo.
En aquel universo de misterios se habría producido otro desencuentro.
Una fricción de Cristina con Zannini . ¿Por qué razón? Una historia muy rara, de las tantas que fluyen en el submundo de la política y el poder. Una historia que vincula al secretario Legal y Técnico con uno de los principales accionistas de la empresa cordobesa Electroingeniería, Gerardo Ferreyra.
Ferreyra divulgó un comunicado en el cual denunció haber sufrido presiones e intimidaciones en su domicilio. Esas amenazas, según él, habrían sucedido el 22 de abril. La difusión pública la hizo el martes pasado.
Casi dos meses después . Vinculó aquellas acciones con su militancia política de la década del 70 que le significaron nueve años de prisión.
Fue en ese tiempo que Ferreyra trabó amistad con Zannini. Ambos coincidieron en una cárcel de Córdoba. El ahora empresario militaba en el PRT (Partido Revolucionarios de los Trabajadores), el brazo político del ERP. El secretario Legal y Técnico empezaba, por entonces, a despedirse de su maoísmo juvenil.
Cuando Kirchner llegó en el 2003 al poder, Zannini se encargó de acercar a Ferreyra y su empresa.
El pequeño emprendimiento empresarial, en su origen, creció con la diversificación de inversiones, también en medios de comunicación. Hay una denuncia en la Justicia sobre la adquisición de una radio importante sin el aporte de capital y sólo con el anticipo de pauta publicitaria del Estado Nacional.
¿Por qué motivo Ferreyra hizo la denuncia? ¿Por qué motivo Cristina se habría molestado con Zannini? La convicción del empresario sería que sus frecuentes diálogos con el secretario Legal serían siempre grabados. Y que esas grabaciones, con algún contenido inconveniente, habrían llegado a conocimiento de la Presidente.
¿A través de la SIDE? Eso se desprendería del subtexto de la demorada denuncia del empresario. ¿Héctor Icazuriaga o Francisco Larcher convertidos en espías de su propio Gobierno? Difícil saberlo. Icazuriaga forma parte de la mesa ratona de consultas que tiene Cristina. Larcher tuvo su apogeo, con los famosos espionajes, mientras vivió Kirchner. Los enigmas resultan tan complejos de develar como las razones que enfadaron a Cristina con Zannini por sus conversaciones discretas con Ferreyra.
Dicen que Zannini tampoco conoce con exactitud el momento y el modo en que Cristina formalizará su candidatura a la reelección. Un gobernador que días pasados visitó a la Presidenta en la Casa Rosada se quedó sorprendido a la salida con una pregunta del secretario Legal: "¿Y, te dijo algo sobre la vicepresidencia?" , lo interrogó. El mandatario alzó los hombros y le contestó que no.
Tanto misterio habrían dejado a Cristina ya sin alternativas. Resulta inimaginable otro camino –su apartamiento– que no detonara consecuencias políticas imprevisibles en el peronismo. El único punto de aglutinamiento en el oficialismo es élla misma. La pirámide kirchnerista-peronista pierde consistencia, sin embargo, desde ese vértice hacia abajo.
El paso del tiempo y el calendario electoral que acecha, habrían producido otras mutaciones en el escenario de la Presidenta. Podría haber convertido su fortaleza, emanada en especial de la muerte del ex presidente, casi en una señal de debilidad.
¿Por qué la prolongada incertidumbre? ¿Por una afección personal o por motivos políticos? ¿Tanto le estaría costando la decisión de continuar? ¿Por qué también sentenciar al encierro al peronismo? ¿Por qué impedir, aún con su propia candidatura, un proceso más abierto en el PJ? Ninguna respuesta a esas preguntas permitiría despejar el horizonte de Cristina si, al final, estira su mandato otros cuatro años.
Tampoco otros argumentos que podrían haber apuntalado desde un costado sólido su renunciamiento poseerían la misma consistencia. La grandeza de aquel hipotético gesto, en su pico de popularidad, podría empequeñecer frente a los problemas objetivos que comienzan a asolar su Gobierno . No es sólo la inflación irresuelta ni el malgasto de enormes recursos que dispone el Estado. Es también, cuando amanece la campaña, el estallido de una corrupción que, favorecida por un clima enrarecido, podría reproducirse como la cabeza de la Hidra.
Contra esa perspectiva negativa, Cristina esgrimiría motivos para intentar sacar rédito de la larga vigilia. Sabe bien que el día en que se convierta en candidata comenzará a ser más vulnerable .
La oposición ha sido condescendiente a raíz de su tragedia y también por la duda instalada. Francisco De Narváez proclamó la semana pasada que el tiempo del luto se agotó. La indefinición podría haberle servido, además, para diseñar el futuro. No habría futuro apacible si no lograra recrear alguna expectativa sobre su permanencia en el poder. La pelea por la herencia en el PJ sería irremediable y, tal vez, intranquilizante para su gobernabilidad.
Raúl Zaffaroni, miembro de la Corte Suprema, está trabajando en un proyecto de reforma constitucional.
Un esquema que permita canjear el presidencialismo argentino por parlamentarismo europeo. Donde se combine la figura presidencial con la de un primer ministro. Donde también podrían insinuarse variaciones en el esquema del Poder Judicial. La especie no es ningún secreto: los jueces de la Corte saben a qué dedica Zaffaroni varias horas de cada día.
Todos esos proyectos estarían garabateados por ahora en el aire. El kirchnerismo confía, luego de la victoria electoral que presume, en lograr adhesiones de la dirigencia política, incluso de la oposición. Pero estaría en el medio también una sociedad que vivió un pacto (el de Olivos) y una reforma, cuya meta única fue la perpetuación de Carlos Menem. Una maña que en nada ayudó a mejorar la calidad institucional y política de la Argentina.
La Presidenta, antes de su desembarco en la arena electoral, dio una orden terminante: limitar la onda expansiva del caso Schoklender.
Esa orden pareciera cumplirse con alguna desmesura. Los funcionarios que lo conocían y frecuentaron –Aníbal Fernández, Guillermo Moreno, Julio De Vido, Boudou, Débora Giorgi– han descubierto en el ex apoderado de las Madres a un psicópata . La propia Hebe, que lo cobijó 16 años, demanda ahora prisión perpetua "para el maldito" . Y elogia, de paso, al juez Norberto Oyarbide, que tiene la causa en sus manos.
Todo demasiado evidente y previsible.
Si esta historia de corrupción se detuviera en Schoklender, el kirchnerismo habría cumplido su cometido político para no verse tan incomodado en la campaña. Pero es difícil que el tema desaparezca. Y también será difícil, si las investigaciones progresan con mediana seriedad, que el poder se mantenga exento de rendir cuentas.
Muchas pruebas no provienen de la oposición en campaña ni de los fantasmas desestabilizadores que siempre agitan los K. El dirigente de la CCC (Corriente Clasista y Combativa), Juan Carlos Alderete, denunció que cada vivienda social construida por esa agrupación costó $ 92 mil contra $ 170 mil de las realizadas por la Fundación de las Madres.
Se trata de casas de igual calidad y metraje.
Alderete dijo que sus actividades fueron severamente restringidas por el Gobierno cuando empezó a señalar aquellas diferencias.
La gravedad y dimensión del caso Schoklender augurarían otras novedades. El escándalo en el INADI empaña también las vísperas de la decisión de Cristina. Hugo Moyano sigue tirando advertencias: la última semana habló de la inseguridad. Moreno amordazó a las consultoras, pero la oposición se ha hecho cargo de la inflación real. La Presidenta continúa estable en las encuestas, octubre parece a la vuelta de la esquina, pero aquel paseo electoral que imaginó podría virar en un suplicio.