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Cristina Kirchner manda en Buenos Aires, el pleno de Mario Negri y castigo para Sergio Massa

La vice impulsa candidatos en CABA y Provincia. El jefe de Diputados de JxC arriesga todo para ir al Senado.

Colectividades sin jefe: nadie reconoce jefatura de nadie

Un cierre como el de estas horas ofrece dos miradas: es un inventario y también un desfile de armas. Las coaliciones han aferrado la unidad, el activo más importante para unas elecciones que serán más entre siglas que entre candidatos. La horizontalidad de oficialismo y oposición aflora de manera descarnada: el peronismo es una liga de gobernadores que opera según la sumatoria de sus intereses, o el de los jefes de distrito. Es una fragmentación virtuosa del espacio, que no arriesga reconocerle el liderazgo nacional a nadie.

El peronismo del interior -el más importante- se acomoda a que el poder lo manejen desde el área metropolitana, tanto sea con Macri-Frigerio o los Fernández y Massa. Su límite son la liquidez y el prestigio: mientras haya plata y reelección, todo bien. Por eso ganaron con los Kirchner, con Macri, y con Alberto. Tienen más plata que antes y aseguran su reelección. ¿Qué más se puede pedir de la vida?

En la oposición, la naturaleza, función y rentabilidad del “liderazgo colectivo” se pone a prueba con más riesgos aún. Son la minoría -no hay que olvidarlo, especialmente quienes le piden a la oposición conductas de mayoría- y se les llena la boca con el almíbar de que una conducción colectiva es una virtud.

En realidad, es una necesidad, y tiene sus consecuencias: la principal es que Juntos por Cambio tendrá PASO en los cuatro distritos más importantes -Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y CABA-. Sólo en ésta ejerce el gobierno y ni aun así pudo evitar la confrontación. La ausencia de liderazgos fuertes llevó a que en Córdoba la UCR y el PRO también deban ir a una PASO riesgosa, con la tira Luis Juez y Rodrigo de Loredo, hoy dos outsiders de cualquier formación política.

 

Obviedades cristinistas: manda donde puede

En el peronismo, cada gobernador resguarda a sus candidatos sin consultarle a los demás. Un estereotipo, que abunda hoy en la oferta explicativa, sobrevalora el protagonismo de Cristina de Kirchner y sus operadores en el armado de las listas. Es obvio que lo haga en Buenos Aires y Capital, adonde integra la cúpula del gobierno con Massa y con Alberto. En el resto del país, la vara está en manos de los gobernadores y jefes de distrito. Y cualquier intromisión K ha quedado condicionada a disputas en las PASO.

Santa Fe es un ejemplo, en donde candidatos amigos de Cristina deberán explicar qué querían hacer con Vicentin, con el cierre de la exportación de carne, o con la reducción del corte sobre el biocombustible. Ni los escuderos más cercanos a la vicepresidenta actuaron con directivas facciosas, como las que les atribuyen quienes creen que existe el "camporismo".

La diferenciación entre peronismo y kirchnerismo es una expresión de deseo, como la que antaño se suponía entre peronismo y menemismo. Son lo mismo. Los peronistas cultivan esa diferenciación para sacar ventaja en el mercado de la oferta electoral. También le sirve a la oposición. Les inspira la ilusión de que el peronismo se divida por disidencias ideológicas -peronismo de derecha frente a cristinismo-kirchnerismo-camporismo de izquierda-.

Espejismos vigentes en el área de cobertura del cable, no en el mundo ancho y ajeno de La Realidad -diría el subcomandante Marcos, que ni era comandante-. La realidad los une o los separa según su oportunidad de retener o capturar poder. Nada más. En Mendoza, para dar un ejemplo, ni la senadora Anabel Fernández Sagasti actuó como "camporista" en el armado de listas con las tribus del peronismo de siempre, o sea, la viudas del Chueco Mazzón. Van todos a la pelea con método propio.

Alberto Fernández estuvo el martes en el Chaco con Jorge Capitanich, el más cristinista de los gobernadores. ¿Le habló de candidaturas chaqueñas? Ni una palabra. En provincias que eligen pocos diputados es quimérico que el peronismo de Buenos Aires -el que administra sin discusión Cristina- le pida un lugar a un gobernador que apenas puede pelear por dos o tres bancas.

 

Negri se juega un pleno, arriesga como pocos

Es el escenario de la confrontación más jugosa en la oposición. Mario Negri, jefe del interbloque en Diputados, logró el apoyo de la cúpula nacional de la fuerza, después del desaguisado de Macri cuando avaló la alianza de Juez con el PRO de Gustavo Santos. El punto máximo de tensión se alcanzó el sábado: Negri amenazó con retirarse de la pelea electoral y seguir como diputado. Una sesión por zoom, de urgencia, entre Macri, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich reencauzó la candidatura a senador de Negri.

"Hay que unificar y Negri es la persona a la que más hay que cuidar", coincidió esa mesa. Macri se diría desinformado desde esa provincia. “Me dijeron que Negri no iba a ser candidato y me hicieron meter la pata”, se le pudo escuchar. Un plenario de la UCR local le pidió a Negri que fuera candidato y que de Loredo se integrase a la lista, pero éste rechazó la consigna. Por la noche Negri anotó su candidatura a senador nacional.

Se juega, como pocos, en un pleno a todo o nada. Si gana, será senador e integrará un Senado renovado en fuerza, al que se sumará Alfredo Cornejo, presidente de la UCR. Si pierde, sigue de diputado, pero le costará retener el lugar hegemónico en el interbloque, en una cámara a la que ingresarán gigantes y cabezudos como Diego Santilli, María Eugenia Vidal, Julio Cobos o Facundo Manes. Si ese rol se lo hubieran asegurado quizá decidiera no pelear la senaduría. Pero no ocurrió. Una apuesta fuerte, porque en este ciclo de un radicalismo recuperado, era posible que el bloque partidario apoyase a Negri para seguir a cargo del interbloque los próximos dos años.

En este esfuerzo de contención intervino, junto a la mesa del PRO, Elisa Carrió con un protagonismo novedoso en este cierre. Ganó poder sin ser candidata. Festejó el recambio generacional y la unidad. Reunió a unos pocos el viernes en una quinta de City Bell para una reunión familiar con algunos primos. En esa larga sobremesa, que siguió a la presentación de los candidatos de la lista de Santilli, ponderó una generación de diputados nuevos, pero con experiencia. "En los dos primeros años de diputado, aprendés. Y cuesta mucho. En los dos segundos, podés hacer ya de diputado en serio", comentó para señalar el protagonismo en las listas de Juan Manuel López, Fernando Sánchez o Marcela Campagnoli.

 

Lobos solitarios con noción de estado: una rareza

Es una ironía que Negri juegue tanto en estas elecciones, cuya novedad es que el radicalismo ha recuperado la centralidad que había perdido en 2001. Es el jefe virtual de la oposición: ha tenido seis años de alto protagonismo en las negociaciones y en los debates. Quien quiera hablar con la oposición el primer contacto a llamar es Negri. El tiempo dirá si fue un acierto o una aventura.

Negri une condiciones especiales: le corre el destino del “dinosaurio exitoso”, en un parque jurásico en donde la veteranía es signo de fracaso. Suma convicciones inconfesables: cree que Macri sobreactúa el rol de “dueño” del voto en Córdoba y que tiene siempre un juego subrepticio con Schiaretti. Y una condición personal, que van a explicar mejor los analistas que gustan de las tramas freudianas: es un lobo solitario, de la misma raza de Miguel Pichetto, y con la misma noción de Estado. Una mezcla poco frecuente como necesaria. Juegan el destino colectivo desde individualidades infranqueables y a veces enigmáticas en sus propósitos más profundos.

 

La familia castiga picardía massista

Tentarse por el Senado tiene interés desde este ángulo: el análisis estándar afirma que lo que se juega en esta elección es la relación de fuerzas en la cámara de Diputados. Allí el peronismo es primera minoría y no tiene quórum propio. Lo lograría si gana una decena de bancas, que pueden proveer Buenos Aires y CABA, en donde JxC arriesga las bancas logradas en 2017 en dos listas que hoy van unificadas. Esta percepción la comparte el Gobierno, que hundió una daga silenciosa sobre el poder de Sergio Massa, para condicionar -en beneficio propio- el número del oficialismo.

El estadista de Tigre había creado un bloque peronoide conducido por el mendocino José Luis Ramón. Con cinco diputados, este movedizo legislador (portador del ingenio emprendedor de los mendocinos, etnia en la que "no hay boludos", al decir de Rafael Pascual) era una de las piezas necesarias del engranaje para tener quórum -junto a diputados de Misiones, Córdoba, Santiago del Estero- y la aprobación para leyes de más de 129 votos.

La cúpula presidencial castigó esa táctica de Massa, que ha motivado que haya, según el cálculo del quejoso Oscar Parrilli, más de 30 proyectos de ley aprobados por el Senado que no han avanzado en Diputados. Por eso en el cierre del sábado uno de los castigados es Massa.

Ramón había intentado conciliarse con el peronismo de Sagasti, pero lo dejaron afuera de la lista para renovar la banca. Será legislador provincial. Paga Massa, porque la táctica de tener un bloque bisagra ha manchado el desempeño del presidente de la cámara, y también el del jefe del bloque, Maxi Kirchner, delegado de su madre.

 

La pelea en el Senado, tan importante como en Diputados

Nadie vaticina que la relación de fuerzas en Diputados se modifique y por eso la del Senado tiene renovado interés. Quizá sea más importante impedir en la Cámara alta que el peronismo llegue a los 2/3 de los votos, que necesita para proyectos estructurales, incluyendo una reforma de la Constitución.

La reclama Cristina desde que hacía campaña antes de 2019 como una necesidad del sistema para quitarles fuerza a los "poderes fácticos"-prensa, mundo de los negocios, partidos políticos-. O para una reforma de la integración de la Suprema Corte de Justicia. Esta consideración tiene sustento si se analiza el proceso de la última década.

La suerte de peronismo estuvo ligada a dos factores: 1) la disidencia que afloró ya en 2009 y que cristalizó en la derrota de 2013, antesala de su salida del poder. Esa disidencia tenía un nombre, Massa, pero tuvo réplicas en todo el país. 2) El alzamiento de los 28 senadores que en noviembre de 2012 firmaron un compromiso para restarle los votos necesarios a una reforma constitucional con reelección, que se le atribuía al gobierno de entonces.

Esa pinza es la que desalojó al peronismo del poder en 2015. Hoy asegurar los votos opositores en el Senado es otra vez decisivo para la oposición, como impedirle que el oficialismo aumente las bancas en Diputados.

 

Falta una mesa de arbitraje como en 2015

La ausencia de un liderazgo nacional no sólo provocó que en los cuatro grandes distritos JxC vaya a las PASO con protagonismo central. También impidió que en otras comarcas la oposición pudiera aumentar algunos senadores. Todos miran hacia Chubut, donde la oposición va en varias listas a senador, al no poderse unificar en una sola lista, con Gustavo Menna a la cabeza. Es uno de los legisladores más importantes de su sector, vicepresidente de Asuntos Constitucionales, y ha preferido buscar la reelección como diputado nacional, dada la dispersión de su fuerza en varias listas para la cámara alta.

La horizontalidad de la conducción pone en riesgo esa presunción de que el mercado –las PASO– puede compensar las inequidades del sistema. En política la autoridad y el liderazgo es una condición, aunque se comparta. En Cambiemos 2015 dio un ejemplo: había una coalición transgénica de partidos, pero había una consulta permanente entre Macri, Ernesto Sanz, Carrió y Emilio Monzó para imponer cursos tácticos. Esa es la mesa que tiene que recomponer la oposición para regular la campaña para las primarias de setiembre.

El tono de la disputa interna decidirá si la fuerza conserva los votos históricos del No-Peronismo o los ahuyenta. Hasta ahora ha conservado la unidad, así como el peronismo ha buscado recortar las diferencias. Ejerce un gobierno que lleva dos años en funciones y no arranca ninguna agenda para soluciones que tampoco podrá dar si ni mejora la fuerza en el Congreso.

 

Senador a futuro, con destino judicial

La fragilidad de los liderazgos y la incertidumbre explica estas fugas a futuro que son las candidaturas. Dos provincias sin reelección han anotado como senadores futuros a sus actuales gobernadores. Rodolfo Suarez va como suplente de Alfredo Cornejo en Mendoza, y Omar Perotti de Marcelo Lewandowski en Santa Fe. Cornejo aferra su proyecto de ser candidato a gobernador en 2023 y lo compromete a Suarez en la campaña.

Se lo reprocharán sus adversarios porque la Constitución de Mendoza no sólo prohíbe la reelección, sino que agrega el veto a que un gobernador sea senador antes de un año después de dejar el cargo. Es una cláusula que regla plenamente cuando los senadores eran designados por las legislaturas provinciales. Ahora que vienen por el voto directo, esa inhibición parece una anacronía. Pero lo tiene que decir la justicia.

No será la única inquina judicial en Mendoza, porque el peronismo de Sagasti armó sus listas con un rosario de colectoras de postulantes a cargos locales. Desafía un decreto que firmó Macri en 2019 que prohibió ese procedimiento porque, dijo la norma, “genera confusión en el electorado e inequidad entre los competidores”.

Ese decreto (el 258/2019) está cuestionado en la Justicia por el peronismo que reclama, en todo caso, que lo diga una ley del Congreso. El juez electoral de Mendoza que deberá entender en esta puja, Walter Bento, está siendo investigado por presuntos delitos. El Consejo de la Magistratura sólo puede suspenderlo si es procesado en esa causa, algo que no ocurrirá hasta octubre, por lo menos. Un clásico: la suerte del partido oficial en manos de un juez flojo de papeles.

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