Cristina eterna
Por Jorge Horacio Gentile* Al reeleccionismo hay que sumarle, en estos países latinoamericanos, que las instituciones democráticas están debilitadas, salvo la presidencial.
Hace un año, meses después de la muerte de Néstor Kirchner y ante la imposibilidad de continuar con la rotación matrimonial en la presidencia de la Nación, la diputada Diana Conti declaró: "Deseamos una reforma constitucional, porque queremos una Cristina eterna". Postuló así la reelección indefinida de la jefa del Estado y se posicionó en la interna del oficialismo respecto de las futuras elecciones.
Este anticipo, nunca desmentido por la primera mandataria, tuvo eco en la voz de su fiel vicepresidente Amado Boudou, cuando la reemplazó en el primer mes de haber asumido su segundo mandato, con el aval de uno de los teóricos del "modelo", Ernesto Laclau, y de Eugenio Raúl Zaffaroni, juez de la Corte Suprema.
En este caso, no obstante, el reeleccionismo va encubierto en una propuesta de implantar un sistema parlamentario, donde el presidente y el primer ministro podrían ser reelegidos o donde Cristina podría alternarse entre ambos cargos, como hace en Rusia Vladimir Putin con Dmitri Medvedev.
El reeleccionismo se impuso en el orden nacional con las reformas de la Constitución en 1949 y 1994, que habilitaron a Juan Domingo Perón y a Carlos Menem para un segundo mandato, que luego consiguieron en las urnas.
Pero las segundas partes no fueron para nada mejores y Perón no pudo terminarlo –por el golpe de Estado de 1955– y Menem, que terminó el suyo, intentó, sin conseguirlo, la re-reelección para un tercer período.
Raúl Alfonsín también lo intentó para un segundo, sin poderlo concretar, antes de la crisis que lo hizo renunciar y que no le permitió concluir su único mandato.
Por las provincias. En las provincias, el reeleccionismo se dio cuando Eduardo César Angeloz, en Córdoba, logró hacer reformar la Constitución en 1987 para que lo habilitara a un segundo mandato, que consiguió. Y al finalizar éste, obtuvo un fallo del Tribunal Superior de Justicia, que él había designado, que con una forzada interpretación constitucional le permitió, para su desgracia, hacerse reelegir por tercera vez, mandato que por su mala gestión no pudo terminar.
Luego de renunciar, afrontó una causa penal por corrupción, en la que fue absuelto por el beneficio de la duda.
En San Luis, los hermanos Adolfo y Alberto Rodríguez Saá gobernaron la provincia entre 1983 y 2010 –cinco mandatos el primero y dos el segundo–. En Formosa, Gildo Insfrán lo hace desde 1995 y ya ejerce su quinto mandato, luego de haber sido vicegobernador entre 1987 y 1995.
En Santa Cruz, Néstor Kirchner gobernó entre 1991 y 2003, para lo cual, como ocurrió en los casos anteriores, tuvo que hacer reformar la Constitución provincial mediante una Convención Constituyente en 1994, que hizo posible su segundo mandato, y en 1998, para su tercero.
Pero como, en este caso, no tenía los votos suficientes en la Legislatura para convocar a la Convención, llamó a una consulta popular que mereció serias impugnaciones, y, por una ajustada mayoría, logró que se convocara a la Convención que aprobó la reelección indefinida.
Carlos Menem, que fue el único presidente argentino que gobernó durante dos mandatos seguidos (1987-1999), gobernó La Rioja entre 1973 y 1976 y, luego del gobierno militar, fue elegido y reelegido, ejerciendo nuevamente la gobernación entre 1983 y 1989.
José Jorge Alperovich es el único gobernador de Tucumán que fue elegido para un tercer mandato en esa provincia y ejerce ese cargo desde 2003.
Desde ese mismo año, San Juan es gobernada por José Luis Gioja, pero para hacerse reelegir por tercera vez en 2011 convocó una consulta popular para modificar la Constitución, que fue cuestionada hasta por su propio hermano, por no ajustarse al procedimiento prescripto en ella.
Carlos Arturo Juárez fue gobernador de Santiago del Estero entre 1948 y 1952, volvió a serlo entre 1973 y 1976 y, luego de la dictadura militar, lo fue por tercera vez, entre 1983 y 2001. En 2002 lo reemplazó su esposa, Mercedes Aragonés de Juárez, y él pasó a ser su ministro, pero la provincia fue intervenida por el Gobierno federal en 2004, por un grave escándalo.
Instituciones debilitadas. Las reelecciones se han impuesto, también, en algunos países vecinos, donde existen lo que Guillermo O’Donnell llamaba las "democracias delegativas", o "populistas", como las califica Ernesto Laclau: la Venezuela de Hugo Chávez, el Ecuador de Rafael Correa, la Bolivia de Evo Morales y la Nicaragua de Daniel Ortega, para lo cual sus presidentes tuvieron que hacer reformas constitucionales, mal interpretando las reglas que las autorizaban.
Al reeleccionismo hay que sumarle, en estos países, que las instituciones están debilitadas, salvo la presidencial –que día a día se fortalece en poderes y recursos-; los parlamentos parecen "escribanías" –aunque ello incomode, con razón, a los notarios–; la justicia no es independiente; los órganos de control parece que no existieran; las autonomías provinciales o municipales son más simbólicas que reales; las sociedades intermedias (partidos políticos, organizaciones no gubernamentales, empresas, medios de comunicación, etcétera) están debilitados; el "clientelismo" está a la orden del día y los ciudadanos participan cada vez menos de las decisiones políticas.
Perpetuar a nuestros gobernantes y delegarle más poderes es olvidar el porqué bregamos por recuperar la democracia.
*Profesor de Derecho Constitucional en las universidades Nacional y Católica de Córdoba, ex diputado de la Nación.