Cristina apunta a nuevos objetivos de la mano de La Cámpora
Tiempo de nuevos paradigmas en la Argentina. La demonización del neoliberalismo hizo su efecto y "se le está cambiando la cabeza a la gente"
... dicen con cierto orgullo los operadores intelectuales del kirchnerismo.
Al menos, ésta es la victoria parcial que se adjudican las usinas K, tras casi nueve años de acción buscando imponer el relato, lo que algunos siguen llamando la "batalla cultural".
Como fruto de este avance que se inflamó con Malvinas y terminó de plasmarse con la recuperación de YPF, aunque quizás algo acelerado por cuestiones económicas o para tapar el deterioro que le provocó al Gobierno el caso Boudou, hoy el tablero está en permanente movimiento y todo tiende a consolidar la hegemonía creciente del kirchnerismo, lo que algunos ultras llaman el "vamos por todo".
Desde lo concreto, las internas dentro del partido gobernante están a la orden del día, la Justicia ha quedado bajo sospecha, hay problemas económicos objetivos (faltan dólares y pesos, hay inflación y cierto estancamiento productivo), Guillermo Moreno avasalla, buena parte del mundo se queja de la Argentina, la oposición balbucea, los empresarios están mudos, los sindicalistas divididos y las provincias están casi todas asistidas por un pulmotor. Además, ha cambiado el mapa de medios de tal forma, que la llamada prensa "concentrada" ahora ha quedado definitivamente del lado del Gobierno. En las cosas del día a día que hacen al escenario, al juez federal Ariel Lijo le ha caído en las manos una papa caliente, ya que él deberá investigar de ahora en más si es verdad que el vicepresidente Amado Boudou realizó tráfico de influencias, mientras que en el Congreso, senadores y diputados se atropellan por estos días para convalidar "desde el corazón" la vuelta al ruedo de la YPF estatal, aunque algunos de ellos estén ayudando a blanquear los dislates de la política energética de los últimos nueve años.
Por otro lado, apareció a pleno Máximo Kirchner al frente de una corriente juvenil que es hoy la protagonista principal del comienzo de los nuevos tiempos políticos dentro del kirchnerismo, agrupación que propicia su madre, la Presidenta, y que blanqueó su poderío en el multitudinario acto de Vélez Sarsfield. En tanto, dos peronistas no queridos han sido relegados: mientras al gobernador bonaerense, Daniel Scioli se lo vio en una tercera fila del palco velezano, Hugo Moyano habló de "traición" desde otro atril, ya que no fue invitado.
De todos estos hechos y protagonistas de la semana, la situación de Lijo parece ser la institucionalmente más delicada, porque involucra a la Justicia. El nuevo juez de la causa Ciccone ha visto arder las barbas de su colega, Daniel Rafecas a quien, en una secuencia que hasta parece cinematográficamente guionada, el poder político atacó con todo hasta sacárselo de encima.
El principio del fin para el magistrado fue cuando ordenó un urticante allanamiento en un departamento de Puerto Madero, propiedad de Boudou, que le dio pistas a la Justicia sobre la ligazón entre éste y Alejandro Vanderbroele, el actual mandamás de la imprenta.
La secuencia fue así:
a) El vicepresidente denunció primero públicamente a Rafecas, casi por haber tenido la osadía de investigarlo, en aquella nerviosa exposición que hizo en el Senado el día de Jueves Santo;
b) de inmediato, el Consejo de la Magistratura, a pedido del delegado del Ejecutivo, promovió una investigación sobre la conducta del juez, tras un reportaje en el diario Perfil y debido a una serie de mensajes de texto que éste había cruzado con el abogado de un amigo de la infancia del vicepresidente, José María Núñez Carmona, a la vez amigo de Vanderbroele, dándole consejos sobre el mejor modo de presentar su defensa y
c) debido a este último elemento de aparente parcialidad, la Cámara Federal lo apartó de la investigación del caso por un supuesto interés de Boudou para que la empresa Ciccone Calcográfica quedara en manos de The Old Fund conformada por un grupo de allegados, también investigados por "lavado de dinero", para que se beneficiaran con contratos del Estado, especialmente con la impresión de billetes, tarea delegada por la Casa de Moneda.
Por otro, la Cámara apartó a Rafecas sin considerar esta vez, como es usual, que el agravio no partió de la parte perjudicada por el cruce de mensajes, el fiscal Carlos Rívolo, quien no sólo se negó a recusar al magistrado sino que explicó en una nota por qué no lo iba a hacer. Lo insólito es que, en este caso, las acusaciones de falta de "libertad de conciencia, independencia de criterio e integridad moral" las sostuvo la parte supuestamente beneficiada, que igualmente consiguió el desplazamiento. Es más, con una parrafada que lo desacredita por supuesta "acción coordinada" con el juez, el Tribunal ya dejó preparado el terreno para que el nuevo magistrado corra también a Rívolo.
Una conclusión es que no solamente desde el control político y desde la reconvención de sus superiores se buscó darle un duro correctivo a Rafecas, sino que probablemente esos pasos hayan tenido como destinatarios también condicionar a sus eventuales sucesores.
Si bien en política nunca se sabe, la sensación es que Boudou ha quedado relegado en cualquier carrera para 2015, pero no sólo porque la varita de la presidenta de la Nación parece apuntar para otro lado, sino porque ha sufrido un golpe de imagen muy fuerte y para la opinión pública hoy no cuenta políticamente hablando. La sensación es que el vice ha sido protegido únicamente porque su caída hubiera sido muy costosa para la propia Cristina Fernández, quien orgullosa dijo haberlo elegido.
En ese mismo palco, desde donde Boudou no paraba de sonreír, sin embargo, la estrella de la tarde fue el hijo de la Presidenta, Máximo, el principal hacedor de La Cámpora. La propia Cristina señaló que "algunos podrían pensar" que el motivo del acto en Vélez era por YPF, pero dijo que la cercanía de las fechas fue una coincidencia debida "al azar", ya que ese acto se lo habían propuesto los jóvenes para recordar el aniversario de la elección que la permitió a Néstor Kirchner entrar al balotaje en 2003.
"Los custodios de este legado histórico no son los que estamos de este lado, que estamos viejos, sino que son todos ustedes, que no van a permitir jamás dar un paso atrás en todo esto que hemos logrado", arengó la Presidenta, dando inicio indirecto a lo que fue una de las obsesiones de Juan Perón: el "trasvasamiento generacional". Otros símbolos peronistas también fueron volcados en el discurso y en la escenografía, entre ellos el lema que se eligió para el lanzamiento: "Unidos y Organizados".
La palabra "Organizados" remite a un viejo axioma de Perón de cuño militarista ("La organización vence al tiempo"), mientras que si bien la estructura de la adjetivación de la frase hace acordar también al General, quien pronosticó que "el siglo XXI nos va a encontrar unidos o dominados", el término "Unidos" apunta esencialmente a amalgamar desde el principio a las fuerzas que organizaron el acto: los jóvenes de La Cámpora, el Movimiento Evita de Emilio Pérsico, la Corriente de Liberación Nacional (Kolina) de Alicia Kirchner, el Frente Transversal Nacional y la Corriente Nacional de la Militancia, todos nombres no tradicionales en la política que habrá que ver si se complementan como quiere la Presidenta, sobre todo cuando algunos de ellos queden relegados a la hora de acordar los tantos.
Lo que es precio observar como relevante es que el "trasvasamiento" dentro del kirchnerismo-cristinismo se está dando no sólo por una cuestión biológica, sino que la columna vertebral está girando de a poco de los sindicatos y el aparato bonaerense, hacia los nuevos referentes. No es la primera vez, y le pasó a Néstor en un par de oportunidades, que los Kirchner desprecian las estructuras del PJ tradicional, incluidas las gremiales, y que luego tienen que volver con el caballo cansado a reflotarlas para ganar elecciones.
En tanto, con el traspaso de Radio 10, el canal de cable C5N y cuatro emisoras de FM del Grupo Hadad al empresario del juego Cristóbal López, de notable llegada a la familia Kirchner desde siempre, el mapa de difusión K ya abarca el grueso de los medios, sin contar todas aquellas radios del interior quizás no alineadas ideológicamente, pero que se nutren de información gratuita de la Agencia estatal de noticias o las emisoras de frecuencia modulada porteñas que reciben "pautas" oficiales a destajo.
Este "ir por todo" en materia de penetración cultural no sólo abarca la difusión de la actividad oficial vista desde una sola óptica, la que indican los comunicados de prensa o la campana gubernamental, sino las cruzadas que se emprenden contra los medios y periodistas que no se alinean o futuros competidores a los que haya que limar directa (Mauricio Macri) o indirectamente (Scioli) o las frases que se instalan y se remachan a cada rato como si fuesen verdades reveladas.
Así, con bajadas de línea precisas, se operó contra Repsol para dejarlo como el gran malo de película, omitiendo que el propio Gobierno había consentido su actuación dolosa, si es que hizo un "vaciamiento". Del mismo modo, no se operó contra el Grupo Eskenazi, responsable del management de la compañía, desde que se le autorizó a pagar sus acciones con los dividendos. Es más, ni siquiera se las expropiaron, lo que dejó un flanco legal abierto en el contencioso con la petrolera, ya que el Tratado de Inversiones con España impide la "discriminación" y es eso lo que denunciará Repsol.
Para dar otro ejemplo más cercano, el viernes pasado, todo el aparato de comunicación estatal repetía como loro, ya desde las 9 de la mañana, que al acto de Vélez iban a concurrir 150 mil personas, un número que nunca se sabrá si se alcanzó, pero que sonaba tan importante que resultaba imposible tanto corroborarlo como negarlo. Claramente, eso es "cambiarle la cabeza a la gente".