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Crimen sin castigo

Por Claudio Fantini* ¿Cómo explicar los favores legislativos? Algo tan difícil como el apoyo mudo, aunque perceptible, que el kirchnerismo está dando a la candidatura de Menem en La Rioja.

Tras 16 años de investigaciones y procesos, los jueces sólo encontraron inocencias en la causa por la venta de armas a Croacia y Ecuador.

En términos de criminalidad, fue menos grave el envío de armas a Croacia. El embargo impuesto por las Naciones Unidas en los Balcanes favorecía a las milicias serbias, que realizaban limpiezas étnicas en Bosnia y en la región croata de Krajina. Estaba claro que Slobodan Milosevic, a través del ejército yugoslavo, jamás dejó sin suministros a las fuerzas que ejecutaban sus designios expansionistas para construir la "Gran Serbia".

Las armas argentinas llegaron cuando el mundo se enteraba de las masacres cometidas en Dubrov¬nic y Vukovar. Es posible que el gobierno de Helmut Kohl también enviara en secreto armamentos a los croatas que, en Bosnia, luchaban junto a los musulmanes, y en Krajina procuraban mantener la integridad territorial del país que Franjo Tudjman había declarado independiente.

La diferencia es que, en el caso alemán, no hubo negociados personales de funcionarios y militares, sino apoyo a un viejo aliado que estaba siendo atacado por un antiguo enemigo.
En cambio, mandar armas a Ecuador fue un acto criminal, además de corrupto. Quizá apostando al aislamiento regional de Alberto Fujimori por el autogolpe que había perpetrado, el conservador Sixto Durán Ballén ordenó de manera irresponsable la incursión ecuatoriana en los territorios ocupados por Perú en la naciente del río Cenepa, lo que hizo estallar la guerra de la Cordillera del Cóndor.

Las armas que participaron en las batallas por el enclave de Tiwinza sirvieron para que se mataran entre sí miembros de los pueblos jíbaros divididos por una frontera. Con el agravante de que la Argentina era garante de paz en los diferendos que Ecuador y Perú mantenían en sus confines amazónicos.

Los muertos y heridos por el estallido del arsenal de Río Tercero posiblemente también fueron víctimas de aquel estropicio criminal que ridiculizó al país.

Pero, una vez más, la Justicia argentina no encontró culpables. El entonces presidente Carlos Menem firmó decretos "creyendo" que las armas eran para Panamá, un país que no tenía ejército, y Venezuela, cuyo mandatario, Rafael Caldera, reveló que jamás su gobierno había siquiera insinuado voluntad de comprar armas argentinas.

Según el fallo, Menem a lo sumo actuó con lesa ineptitud.

Pedido. Es fácil imaginar que George H. Bush o su sucesor, Bill Clinton, pidieron a Menem que envíe de manera clandestina armas a Croacia. Washington sabía que el presidente argentino sobreactuaba su alineamiento, posiblemente porque en plena campaña electoral la agencia antidrogas de los Estados Unidos (DEA) habría vislumbrado un plan menemista para lavar los narcodólares que ya no podían contar con los bancos panameños.

La advertencia de los agentes norteamericanos explicaría el giro copernicano que lo llevó, sin escalas, desde el "salariazo" al Consenso de Washington. Al fin de cuentas, había hecho campaña como caudillo nacionalista, pero empezó su gestión entregándole la economía a Bunge & Born y mandando fragatas al Golfo Pérsico.

En esas circunstancias, es fácil imaginar a Menem diciendo sí a todo lo que le pidiera la Casa Blanca. Igual de fácil es pensar que quienes ejecutaron la maniobra derramando millones en sus respectivos bolsillos, pensaron que la venia secreta del Pentágono los habilitaba a extender el negocio a otras guerras. Y ahí estaba la Cordillera del Cóndor, tan cercana y tentadora.

Lo que no resulta fácil es desvincular la resolución judicial de la no menos extraña alianza de hecho entre Menem y el kirchnerismo.

Impunidad. "El poder es impunidad", solía decir Alfredo Yabrán.

¿Cuál es el poder que permitió a Menem salir impune de este escándalo de corrupción y crimen? Una solitaria banca en el Senado parece poco. Sin embargo, fue clave para que el oficialismo triunfara en varias batallas legislativas posteriores a su debacle electoral de 2009.

Unas veces, votando; otras, ausentándose o dando quórum, el senador riojano fue funcional a las necesidades políticas del Gobierno. Ergo, actuó a favor del liderazgo que lleva años estigmatizándolo como paradigma de la "lacra neoliberal" y acusándolo de haber causado la peor tragedia de la Argentina.

Fue humillado y denostado de mil maneras, incluido cuando Néstor Kirchner se tomó el testículo al asistir a su asunción en el Senado.

¿Cómo explicar aquellos favores legislativos políticamente incomprensibles? Algo tan difícil como explicar el apoyo mudo, aunque perceptible, que el kirchnerismo está dando a la candidatura del hombre cuyo reinado frívolo y corrupto plagó al país de miseria y lo llevó a la bancarrota, mientras agigantaba hasta la obscenidad la concentración de riqueza y desigualdad.

¿Por qué las dos caras del dios Jano peronista están mirando hacia el mismo lado?
Es natural que la boleta de "Menem senador" lleve la candidatura de "Cristina presidenta", ya que las boletas de los Kirchner en Santa Cruz siempre estuvieron encabezadas por la de "Menem presidente".

Pero a esta altura de la mutua demonización, esa sociedad de hecho parece explicable sólo en el lado oscuro de la política. Igual que el fallo que dejó impune la venta de armas el mismo día en que el fantasma de Yabrán sobrevoló el país repitiendo que "el poder es impunidad".