Creer o reventar
* Por Raúl Acosta. La señora presidenta ha dicho: "Ojo, que no hay que creérsela"... El dicho popular habla de la infatuación, del orgullo desmedido, de subirse al pedestal del bronce de las estatuas de las plazas olvidándose de nuestra composición...
La señora presidenta ha dicho: "Ojo, que no hay que creérsela"... El dicho popular habla de la infatuación, del orgullo desmedido, de subirse al pedestal del bronce de las estatuas de las plazas olvidándose de nuestra composición: carne y huesos.
La viuda va de la mano de los triunfos. Ella baila sola. Sus números son de tal magnitud que sólo Perón puede superarla. Básicamente Perón no necesitaba caciques regionales, con simples delegados obedientes alcanzaba. Héctor Cámpora, un dentista bonachón, crédulo (je, justo eso: crédulo) fue el ejemplo cabal de su capacidad de delegación. Faltaría tal derivación para que la viuda se le acerque al Caudillo. Creer o reventar.
Los habitantes de la crónica (siempre coyuntura) no suman, no juntan en su análisis, las partes de un todo. "La sociedad argentina sólo suscribió en la historia algunas pasajeras pautas culturales de un poder triunfante", eso dicen. Hay ligereza. La conclusión, analizando la suma de votos del 14 de agosto, de un colega aferrado a su mirada, sesgada, como todas, une a CFK con Carlos Menem. Argumenta que Cristina es hoy lo que fue Menem ayer. Allí se detiene.
Debería unirlo con Héctor Cámpora. Con Arturo Frondizi. Con Juan Domingo Perón una y dos y tres veces. ¡Tres veces! Los habitantes de la crónica no juntan las partes de un todo porque niegan que el peronismo es nuestra composición genética sostenida. No son algunas pautas culturales pasajeras. Es el acceso al Estado como parte de sus vidas. Eso ofertó el peronismo.
Vivir en estado de conciencia la muerte de Evita, el golpe de Estado del 55, el mandato para votar a Arturo Frondizi, la proclamación de Matera Sueldo, Ezeiza, 25 de mayo de 1973 en Madrid y el 1° de mayo de 1974 en la Plaza de Mayo, hace a quien esto escribe solamente más viejo, nunca más sabio ni más independiente. Para una definición le alcanza: el peronismo no es una cuestión pasajera, por más que lo deseen.
Digámoslo: CFK ha dejado fuera a los que francamente lloramos la muerte de Perón. Con las banderas del campo popular enarboladas hay quienes sostienen (sostenemos) que CFK es el conflicto más duro de la genética peronista. También es justo aceptar que el peronismo no se define por los votos de sus críticos, aún cuando se encuentren juntos en mitad del río.
Es saludable absolver posiciones. La independencia, como la subjetividad, son conceptos que ya no se enseñan en ninguna escuela de periodismo. Se enseña cómo manejar los propios amores (y desamores, claro está). La objeción de conciencia. La mejor enseñanza seguirá siendo abrir los ojos un poco más cada día. Magisterio difícil. Está en ejecución Carl Schmitt.
Perón era más cauto. No disimulaba, simplemente no exhibía.
El peronismo es un amor popular declarado desde el 17 de 0ctubre 1945, a la noche, suscripto electoralmente en febrero de 1946 y renovado periódicamente. Podrá retorcerse y desviarse la línea argumental. No hay yerro: en estos pagos se aprecia al Estado protector. El pueblo argentino vota peronismo de un modo consecuente. Hay dos cuestiones centrales a estudiar.
Qué sociedad no votó a Lúder Bitel y qué sociedad (igual comportamiento, distinta composición) no votó a Duhalde Ortega. La otra cuestión central, la verdadera, es la permanente reconstrucción del peronismo. Su capacidad desfoliante y la savia que lo renueva del modo más impensado. El árbol no se seca. Cooke, Vandor, Sapag, Sylvestre Begnis, Leonides Saadi, Romero Feris, Cafiero en algún momento, Abal Medina, Lorenzo Miguel, Hugo Moyano, Jorge Antonio, Chabela, Bitel, Herminio Iglesias, Calabró, Balestrini, Alberto Fernández (qué capacidad de mutación, ¡admirable!) NK y CFK, Scioli, Reutemann, fueron señalados: "No son peronistas". En la historia están sumando al mismo tronco vital de una manera diferente.
Eso lo hace especial al peronismo. Distintas fuentes, ningún "manantial sereno". Matar a la hidra de Lerna, que se reconstituye, es el trabajo para borrar al peronismo de la mitología argentina. Creer o reventar. Busquen a Hércules.
Cuando Jorge Asís, descarnado, dice en su página, apenas terminada la elección, que "perdió Clarín", no hace nada más que poner en marcha una eruptiva deliciosa. Si el periodismo es/era destituyente: ¿qué destituyó? Si había o hay un golpe mediático en marcha deberían entregar los ordenadores en plaza pública: fracasaron. Asís activó la espoleta. La bomba mediática estalló en todas las usinas y redacciones. El periodismo bien pensante dijo/dice una cosa. Las elecciones marcharon por otro lado. El voto se decidió de un modo diferente. Hasta la mención a Tinelli es equívoca. Su programa consagró, en el 2009, a De Narváez y bajó la medida nacional de CFK. No hubo imitaciones, ridiculizaciones. Tinelli, con su silencio, esta vez jugó para el gobierno. Avísenle a Biolcatti que puede dejar de mirarlo. ¿Murió el imitador de Cristina o está mejor pago sin hacer esa deliciosa ridiculización?
Hay quienes piden paternidad, derechos de autor por acciones de gobierno, ya sea Néstor o Cristina. Vuelve el error, persiste la llovizna gorila que nubla la vista. Social cristianismo, práctico, patotero, pragmático. El "corpus" del peronismo es sencillo. Si es bueno para el pueblo lo hacemos. No es posible descalificar un plan social porque lo inventó otro. La técnica de Favaloro se usa en el mundo entero y todos los que se salvan son felices. Hay quienes sostienen que las patentes de las vacunas son de la humanidad. Suscribo. Creer o reventar.
"Economistas, analistas e intelectuales tienen el deber, no obstante, de ser coherentes con sus ideas y persistir en ellas. Es también la responsabilidad del periodismo; su renuncia a ser lo que es, independiente y crítico, significaría la muerte de su razón de ser. El periodismo crítico no se equivocó. La sociedad hizo su propia selección. Es su derecho. El deber del periodismo es otro". El párrafo no me pertenece, la importancia de su transcripción textual está en lo que confiesa. Confiesa vivir en el pedestal. Creérsela.
Ya se sabe que no hay periodismo independiente; hasta la temperatura y el precio de los shorthorn es subjetivo. A muchos les conviene la lluvia (o no) y el precio de los mochos sobre los Aberdeen. Convendría asegurar una constancia. Que todos podamos hablar, escribir, enojarnos o, como en muchos casos, apoyar críticamente lo que sucede. Ese es un límite a cuidar. Esa es la verdadera frontera. Enarbolar la bandera de la independencia que no existe, o de la objetividad, verdadera trampa decimonónica, es descuidar el bien más precioso. Exigir sitio para el discurso de nosotros, los equivocados de siempre. Allí lo valioso del periodismo. Pedir que hablen los que no tienen voz. No santificarse diciendo que se habla por ellos. Menos sostener el equívoco de los que votan. El espíritu crítico trae la controversia. Acaso la luz. Nunca la verdad revelada.
Cristina no tiene razón. Debemos creernos depositarios de una sola bandera que el peronismo gobernante, sus exégetas y los actuales conversos no agitan. Que no hay razón entera. Que no hay juicio definitivo. Creer o reventar.