Crece el mercado de juegos y juguetes sexuales para ellas
Ahora hay mujeres que toman la iniciativa para ampliar el repertorio sexual propio y de la pareja. Van a "escuelas de sexo", compran en sex shops glamorosos y eligen películas porno.
Aver, si le prometés un masaje descontracturante y le hacés un erótico, sos una puta. Ahora, si le prometés un erótico y le hacés un descontracturante, sos una tarada, ¿se entiende?".
Quien dirige la clase es Paola Kullok. Se presenta como "experta en juegos sexuales, 10 años haciendo masajes con final feliz, más de 10.000 hombres masturbados". El sujeto que recibirá el masaje erótico no es un muñeco inflable sino Poli, un hombre común. El objeto directo del masaje erótico no será su pene sino uno de plástico, color piel, rígido, exagerado, atado a la cintura.
–Pasame el gel. Esta mano sostiene acá, con esta otra abrís los dedos como una v, los flexionás un poquito, vas hasta abajo, girás y volvés a subir. Esto es maravilloso chicas. Es la única técnica que ellos no pueden hacer con sus propias manos–, explica Paola.
–¿Así? –No.
–¿Así? –No.
–¿Así? Qué poco talento.
–A ver, en la peluquería, ¿te lavan el pelo igual que como te lo lavas todos los días? No. Bueno, lo que estamos aprendiendo es una masturbación de lujo, no una de todos los días. Paciencia.
Son las 10 de la mañana del jueves y la clase de masaje erótico (2 horas, $ 90) es apenas una muestra de cómo la apertura femenina ha dado permiso al mercado de talleres, juegos y juguetes eróticos.
Paola parece la banda de cumbia del momento. Ha llegado a hacer ocho charlas/show por día: noches de despedidas de solteras, tecito en el barrio privado, desayunos en bares de café con leche. "¿Cuál es tu nombre de puta?", pregunta a las alumnas ocasionales. Y son ellas –o sus dobles de riesgo–, quienes durante la hora y media que durará la charla a domicilio ($ 350) entenderán la enorme diferencia entre la masturbación y la masturbación exhibitoria y entre el masaje erótico que espera algo a cambio y el que es de pura voluntad.
En PK Escuela de Sexo, la primera del país, hay clases para mejorar varios puntos flojos. La de "alter ego" ($ 70) apunta a disfrazarse, por ejemplo, de mucamita, a comerse el personaje y a evitar sentir que estamos más para limpiar el baño que para construir una fantasía. La de "técnicas de seducción" enseña a crear juegos con comidas, a llamar al otro como si trabajáramos en una hotline y a inventar una cuponera con "vales por" cositas. Las clases de striptease, se sabe, son para quienes hayan sudado frío ante la palabra "bailame". Y aunque ahora resulta que a nadie le pasó, en el restaurante afrodisíaco "Te mataré Ramírez", casualmente, comenzará un "taller de strip y maquillaje hot".
La sensación es que la pasividad en la cama dejó de ser entendida como un valor.
"Muchas mujeres de más de 35, 40 años que vienen de una generación en la que no se podía, hoy dirigen el rumbo de la sexualidad en la pareja. El hombre es más básico: lleva una porno y ya está.
La mujer es más compleja : no sólo viene a buscar un juguete sino que se ocupa de crear una fantasía para que el vibrador no sea un rival en la cama", dice Agustina Zuberbuhler, psicóloga y dueña de Les Amants, un "love store" para mujeres en Palermo Soho.
El concepto es distinto al del sex shop tradicional. No es una cueva con ventanas tapadas y luces de neón y no hay vibradores color piel sino rosas, de "diseño", con mariposas que mueven las alitas y estimulan el clítoris o más chiquitos, rodeados de strass. Hay juguetes más sado , para presionar los pezones, fustas y algún collar de perros, también rosados.
Revolviendo entre una lencería exquisita, aparece un vibrador idéntico a un lápiz de labios ($ 200) y otro que simula ser un pastillero ($ 100). Hay joyas y joyas, como las esposas con strass de Swarovski y el vibrador que se conecta al Ipod y vibra al ritmo de la canción ($ 1.200).
Valeria, una abogada que creó la versión local del juego de mesa erótico "Yo nunca", también tiene su mirada: "Esta mujer no es una geisha a disposición del hombre ni alguien que busca que no se le vaya el marido; es, más bien, una mujer reencontrándose con su propio placer ". Y es por ese lugar más íntimo que "al servicio de" por donde pasan los talleres femeninos de Sophie Jones, pionera en reuniones tuppersex del país: hay para aprender a "liberar los bloqueos de los pensamientos a la hora del sexo" y para "rebalancear las energías femenino/masculinas", un clásico de la mujer-orquesta.
Que se esté empezando a filmar "porno para mujeres" es otra prueba de la incorporación de la voz femenina (más allá del "oh yeah"). "En el cine porno hecho por y para hombres, los tipos son mafiosos, proxenetas, traficantes, espías, viejos verdes, carceleros; nosotras elegimos filmar con nuestros novios, amigos o el chico del delivery. En el cine de ellos, el sexo oral llega a provocar arcadas. Nosotras mostramos también una buena práctica oral dedicada a una mujer, porque nuestro placer importa, no somos sólo una garganta profunda", dice a Clarín Erika Lust, gurú del nuevo cine porno para mujeres, que todavía sólo se puede ver por Internet. En sus escenas hay diferencias básicas con el porno tradicional: entendió que no muchas mujeres se excitan con un hipermusculoso aceitado, hay un guión que se sostiene durante más de tres segundos y la cámara no tiene la obviedad de una inspección ginecológica.