COVID-19: el virus del miedo
El enemigo invisible, la plaga que azota a todos por igual. Los calendarios vacíos, el mensaje del universo y nuestros miedos.
Dicen que el coronavirus afecta las vías respiratorias y que, en ocasiones, provoca la muerte.
No hay antídoto, no hay vacuna, no se sabe mucho de este virus. Salvo que hay que evitarlo. Hay que cerrarle la puerta. El camino que ha encontrado la ciencia hasta ahora es el aislamiento.
En Argentina, como en muchos otros países, estamos aislados unos de otros. Porque el Aislamiento Social y Preventivo es básicamente evitar contagios. Así desde el 20 de marzo de 2020, la gran mayoría de Argentinos estamos “en casa”, con todo lo que ello implica:
- No salir a la calle.
- No ir a trabajar.
- No tener contacto directo con otras personas.
- No ir a estudiar.
- No ir a ceremonias religiosas.
- No ir a reuniones. Ni públicas ni privadas.
Las hojas del calendario pasaron sin anotaciones. Los días parecen iguales y todos parecen haberse quedado en aquel primer día en que se suspendió casi todo.
Luego de los primeros días de encierro, “la novedad” pasó y empezaron a surgir las ansiedades y los miedos.
De hecho, estamos aislados porque no hacerlo podría provocar el contagio masivo y miles miles de muertes. Sin embargo, surgen otros miedos.
El miedo a la muerte es el miedo más universal de todos. El miedo a la muerte es el miedo por excelencia. ¿Quién quiere morir? Luego, están otros miedos:
- Miedo a estar con nosotros mismos.
- Miedo a no poder proteger a tus hijos.
- Miedo a patear el tablero y romper la fachada de familia.
- Miedo a perder el trabajo.
- Miedo a perder “esa oportunidad”.
- Miedo a perder esa relación oculta.
- Miedo a no poder calmar el hambre de tus hijos.
- Miedo a no poder seguir.
- Miedo a perder tu negocio.
- Miedo a no seguir tu vocación.
- Miedo a seguir sin empleo.
- Miedo al inexorable y vacuo paso del tiempo.
- Miedo a no poder volver a salir del encierro.
- Miedo al miedo.
Y frente a todos los miedos, aunque hay muchos más, siempre será el miedo a la muerte el que nos haga sobrevivir, por instinto, por egoísmo y en algunos casos hasta por cobardía.
Lo que no podemos dejar que suceda es que el miedo nos anestesie y dejemos de sentir lo que le pasa a los demás, porque ahí está todo lo que somos.
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