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Corrupciones que no tienen condena

*Por Gianfranco PasquIno. A veinte años del "mani pulite", en Italia sigue habiendo un nivel muy elevado de corrupción política.

Una diferencia con otros países europeos es que en ellos, cuando salen a relucir los casos, los responsables son obligados a renunciar.

Las democracias, aun las de muy poca calidad, cuentan con una gran ventaja respecto de los regímenes autoritarios, incluidos los que parecen estables como ocurría con Túnez, Egipto, Libia, Yemen, Siria ... Las democracias son flexibles y capaces de reformarse a sí mismas.

Ni siquiera la democracia italiana es una excepción.

El fin, quizá definitivo, de la época caracterizada por el predominio -aun no estando en el gobierno- de Silvio Berlusconi, fue seguido por la fase actual con el gobierno dirigido por el profesor Mario Monti. Es un gobierno compuesto -salvo dos políticos no importantes- únicamente por técnicos o por personas competentes en su sector específico de actividad.

Ninguna otra democracia parlamentaria en Europa ha sido dirigida por jefes de gobierno y ministros sin adhesión partidaria y sin carrera política.

En Italia, hubo otros dos gobiernos "técnicos": el dirigido por el presidente del Banco de Italia, Carlo Azeglio Ciampi (abril 1993-marzo 1994) y el dirigido por Lamberto Dini (enero 1995-febrero 1996). Se ha hablado de una "suspensión" de la democracia, pero no es así ya que el gobierno de Monti goza de la confianza del Parlamento y el apoyo, aunque no siempre sólido y convencido, de los tres partidos más grandes: Pueblo de la Libertad, Partido Democrático, Tercer Polo que, en conjunto, recibieron cerca del 70% de los votos en 2008.

Tampoco es válida la crítica relativa a la suspensión de la política ya que, por un lado, los partidos pueden seguir, y siguen, haciendo política, intentando, por ejemplo, reformar el Parlamento y la ley electoral; por el otro, el mismo gobierno técnico hace política, proponiendo y efectuando, con la aprobación del Parlamento, reformas importantes : liberalizaciones, jubilaciones, formación profesional y mercado del trabajo.

El gobierno técnico sabe que no se presentará a las elecciones programadas para la primavera de 2013 y el mismo Presidente del Consejo declaró que no tiene otras ambiciones políticas. No obstante, todos los ministros, algunos de los cuales probablemente seguirán en la política, actúan de manera responsable para mejorar el sistema socioeconómico italiano.

El procedimiento es muy difícil por dos motivos importantes.

El primer motivo es que, luego de una serie de escándalos vinculados a fenómenos de corrupción, en sentido amplio, el nivel de confianza de los ciudadanos en los partidos y el Parlamento literalmente se desplomó. Hace un año, en abril de 2011, un poco más del 13% de los italianos -ya un porcentaje bajísimo- decía que confiaba en los partidos.

En este momento ¡la confianza bajó hasta el 2%! En cuanto al Parlamento, hace un año 25% de los italianos declaraban que le tenían confianza. Hoy, solamente un 11%.

El segundo motivo que dificulta cualquier reforma es la corrupción política.

Son muchos los parlamentarios investigados, pero el caso reciente más grave tuvo que ver con la Liga que en su momento había apoyado la importante investigación Mani Pulite sobre Tangentópoli y que hacía campaña electoral con el slogan "Roma ladrona la Liga no perdona". El propio líder de la Liga, Umberto Bossi, cuyo hijo y algunos colaboradores cercanos están involucrados en el uso privado de fondos públicos para el financiamiento de los partidos, tuvo que renunciar. A veinte años de Tangentopoli, en Italia sigue habiendo un nivel elevadísimo de corrupción política.

Es fácil decir que en todos lados hay corrupción. Es cierto, en parte, pero en Italia la corrupción de los políticos ha seguido siendo muy elevada, a tal punto que Transparencia Internacional la pone en el puesto 69, prácticamente el más corrupto de los países europeos . De todas maneras, la diferencia más importante es que en otros lugares, cuando salen a relucir casos de corrupción, los responsables son obligados a renunciar de inmediato.

En Inglaterra, casi ninguno de los parlamentarios involucrados en el fraude por los reintegros de gastos fue reelecto. En Alemania, un ministro fue obligado a abandonar su cargo por haber plagiado su tesis de doctorado. El propio presidente de la República alemana tuvo que dejar su cargo por un asunto turbio de préstamos abultados y regalos costosos.

En cambio en Italia las medidas formuladas por la Comisión Europea contra la corrupción llevan más de un año paradas.

La corrupción política no sólo acentuó la desconfianza de los italianos en los partidos y el Parlamento, sino que constituye un costo muy grande para la economía. Para hacer de Italia un país decente, el gobierno técnico de Mario Monti deberá vencer la voracidad de los partidos y la corrupción política.