Corrupción, ¿enfermedad argentina?
*Por Guillermo Villarreal. "La corrupción, la búsqueda de encontrarle siempre la vuelta a la ley, no es algo que ha quedado en el nivel privado, sino que se ha institucionalizado, parece prevalecer una cultura en la que solamente de esa manera se puede progresar, e indudablemente los que más sufren son los pobres y excluidos, porque con este sistema ético la riqueza se sigue concentrando".
Aquella frase del secretario general del Episcopado, monseñor Enrique Eguía Seguí, pronunciada en marzo de 2009 en el Vaticano, recobra hoy actualidad a raíz del caso que involucra a los hermanos Schoklender y salpica a la fundación de las Madres de Plaza de Mayo, o por el cruce de acusaciones sobre corrupción interna en el Inadi entre María Rachid y Claudio Morgado.
La advertencia eclesiástica, sin embargo, no se recibió ahora con la misma sensibilidad en los pasillos de la Casa Rosada. Ni tampoco provocó la reacción de funcionarios prontos a replicarla y hasta forzar una rectificación del colaborador del cardenal Jorge Bergoglio, como ocurrió entonces.
En tanto, desde la Iglesia aclararon que los dichos de monseñor Eguía Seguí, actuales sin duda, no hicieron ni hacen referencia a estos u otros casos puntuales, sino a "una gama de corrupciones o deshonestidades infinitas" que vienen repitiéndose casi en forma sistemática entre los argentinos.
Una suerte de "cáncer social" o "subcultura" enquistada en la idiosincrasia argentina que, según supo decir el arzobispo Carmelo Giaquinta, incluso "está infectando a los sectores del pueblo humilde, que es lo peor que nos podría suceder".
El arzobispo de San Juan, monseñor Alfonso Delgado, hermano de un desaparecido, fue uno de los pocos que expresó malestar por el hecho de que se hayan malversado fondos administrados por un organismo de derechos humanos.
El prelado consideró que la corrupción, junto con la droga, son "los graves flagelos de varios países latinoamericanos, incluido el nuestro". "Pero en nuestro caso, además, con el condimento de yates, aviones y 'ferraris' a costa del sudor de todos, hiriendo sentimientos muy dolorosos del pueblo argentino", aseveró al exigir "respeto" como familiar de una de las víctimas de la dictadura, un tiempo al que definió como "muy oscuro de nuestra Patria".
Corrupción e impunidad. Dos palabras que reaparecieron en el vocabulario eclesiástico para advertir sobre la crisis ética y de valores morales cada vez más evidente en el país, sobre todo entre quienes deben ejercer la función pública.
En este sentido, los obispos consultados enumeraron esos delitos de "guante blanco" que la historia, pero sobre todo la justicia, permitirá hablar de impunidad: "Pollos en mal estado, leche en polvo adulterada, el caso Skanska, sobornos que compran leyes laborales, arreglos no claros entre IBM y el Banco Nación, adquisición casual de dos millones de dólares días antes de sus aumento, comprar barato y vender caro terrenos fiscales, una valija con casi 800 millones de dólares escoltada por altos empleados nacionales, una bolsa de dinero de origen desconocido en el baño de una ex ministra de Economía..."
Paradójicamente Cristina Fernández no utilizó la palabra corrupción en sus discursos oficiales desde que se hizo cargo de la Presidencia, ni siquiera para criticar a los gobiernos anteriores o a la oposición.