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Convivencia entre vecinos

Las declaraciones del ex presidente uruguayo Tabaré Vázquez refuerzan la idea de que las relaciones entre nuestros países requieren una diplomacia madura, inteligente y responsable.

Las relaciones argentino-uruguayas han sido normales a lo largo del tiempo, incluso amistosas y cordiales. Había razones históricas muy fuertes para que así fuera.

Los territorios de las que después fueron naciones independientes formaban parte del Virreinato del Río de la Plata y desde entonces existe una cultura rioplatense que se expresa en todos los planos.

Siempre se dijo que Montevideo era una especie de réplica, más pequeña, de Buenos Aires, pero los uruguayos siempre tuvieron resquemor hacia sus poderosos vecinos. Hubo roces y desencuentros entre ambos países, como ocurre cuando se trata de naciones limítrofes.

Pero el conflicto más largo y serio, que incluso planteó una hipótesis de guerra, como lo admitió el ex presidente uruguayo Tabaré Vázquez, fue la construcción de una planta de celulosa en la ciudad de Fray Bentos, que los habitantes de Gualeguaychú, en el lado argentino, consideraron contaminante.

El puente internacional que une ambas ciudades fue cortado durante meses por argentinos, hasta que la Corte de La Haya aprobó un dictamen salomónico, según el cual la pastera de Fray Bentos no contaminaba las aguas del río, aunque señalaba que el gobierno uruguayo no había cumplido de manera estricta con las disposiciones que regulan el uso de ese cauce de agua.

Con aquel fallo el conflicto perdió virulencia, pero se han abierto nuevos frentes, como la demora del Gobierno argentino en aprobar el llamado a una licitación internacional para el dragado del canal Martín García y su resistencia a votar en la Comisión Administradora del Río Uruguay la autorización para que el vecino país instale dos nuevas terminales en el puerto de Nueva Palmira, cerca de Colonia, que tienen gran valor estratégico para Uruguay.

También hay otras cuestiones en danza, como la decisión uruguaya de comprar energía a Paraguay –vital para su desarrollo–, que necesita la aprobación de la Argentina, ya que debe pasar por su territorio.

Finalmente, hay otra cuestión de fondo, que es el eclipse del Mercosur, ese gran tratado de integración económica regional del que últimamente se habla poco y nada.

De ahí, entonces, que cada país busque su desarrollo por vías propias, aunque sin romper con sus vecinos. Para la Argentina, la relación con Uruguay es muy importante, puede decirse fundamental, al menos en lo que respecta a un punto: ambos países comparten un gran río, el Uruguay, y el ancho y enorme Río de la Plata, que cada vez cobra más importancia desde el punto de vista económico y estratégico.

No queda, pues, otro camino que el de una diplomacia inteligente, clara, madura, sin desplantes ni actitudes soberbias. En estas cuestiones, no hay países grandes y chicos, sino iguales.