Contra el mundo
La política comercial del gobierno de Cristina parece basarse en la convicción de que los demás países preferirán pasar por alto sus violaciones rutinarias de las reglas.
La política comercial del gobierno de la presidente Cristina Fernández de Kirchner parece basarse en la convicción de que los demás países preferirán pasar por alto sus violaciones rutinarias de las reglas que supuestamente imperan en el mundo por entender que no sería de su interés que los conflictos resultantes agitaran el panorama internacional. Se trata de una tesis arriesgada, ya que son cada vez más los gobiernos que, encabezados por el estadounidense, están preparándose para tomar represalias contra la Argentina por suponer que, si lograra salirse con la suya, otros países optarían por erigir sus propias barreras "de facto" hasta que quedara frenado el intercambio internacional. Es por eso que, además de la cuarentena de países que hace poco firmaron una protesta nada amistosa ante la Organización Mundial de Comercio contra los métodos llamativamente heterodoxos adoptados por nuestro gobierno para mantener a raya una variedad impresionante de importaciones, se sumaron al movimiento así supuesto algunos países latinoamericanos, como Chile, Colombia y Perú, y asiáticos, entre ellos China, un auténtico peso pesado cuando del comercio se trata. Los únicos países de la OMC que hasta ahora han mantenido una actitud que podría calificarse de neutral son nuestros socios del Mercosur aunque, huelga decirlo, ellos también tienen motivos de sobra para criticar la forma sui géneris en que el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, está obstaculizando el ingreso de importaciones, de ahí la visita relámpago a la presidenta de su homólogo uruguayo, José Mujica, que se quejó amargamente de las trabas.
Puede que, en opinión de Cristina y de Moreno, el eventual aislamiento comercial no nos perjudique en absoluto sino que, por el contrario, ayude mucho a los empresarios locales al ahorrarles la necesidad de tener que enfrentar la competencia, según ellos siempre "desleal", de rivales extranjeros, razón por la que no debería preocuparnos el que una coalición amplísima de países –con la eventual excepción de Venezuela, Bolivia y Angola, virtualmente todos– haya amenazado con tomar represalias. Asimismo, la presidenta y quien se desempeña como ministro de Economía pensarán que, si bien es relativamente fácil bloquear la entrada de bienes manufacturados, no lo es en el caso de productos agrícolas imprescindibles que, lo mismo que el petróleo, son fungibles y pronto dejan de llevar señas de identidad nacional, de suerte que podríamos seguir vendiéndolos. Por lo demás, de limitarse la OMC a formular una condena meramente verbal el gobierno podría aprovecharla políticamente, atribuyéndola a una maniobra colonialista o neoliberal y acusando a otros países, como Estados Unidos y los miembros de la Unión Europea, de hipocresía, ya que nunca han vacilado en aplicar, bajo diversos pretextos, medidas proteccionistas.
Detrás de la ofensiva diplomática internacional contra la estrategia de Moreno está el temor a que muchos gobiernos, presionados por los empresarios y sindicalistas locales, terminen cayendo en la tentación de emularla, reeditando así los errores que ochenta años atrás agravaron y prolongaron la Gran Depresión. En algunos países desarrollados, sobre todo en Francia donde están por celebrarse elecciones presidenciales, abundan los políticos que se han acostumbrado a atribuir la crisis económica que tantos estragos está provocando a la "globalización" y que por lo tanto reclaman medidas destinadas a defender a los empresarios y trabajadores locales. Por ser cuestión de una estrategia que, en el corto plazo por lo menos, puede beneficiar a un país determinado con tal que otros desistan de adoptarla, pero que tendría consecuencias nefastas si se generalizara, es lógico que los preocupados por el futuro próximo de la economía internacional hayan tomado en serio el desafío que les ha planteado nuestro gobierno. Si bien el mercado de consumo argentino es pequeño y por lo tanto ha sido escaso el impacto en países como China, Estados Unidos y la Unión Europea del bloqueo ordenado por Moreno con el aval de Cristina, se trata de un foco de infección que, de propagarse, haría aumentar el riesgo de que la recesión, que en la actualidad parece limitarse a partes de Europa, se transformara en una depresión mundial.
Puede que, en opinión de Cristina y de Moreno, el eventual aislamiento comercial no nos perjudique en absoluto sino que, por el contrario, ayude mucho a los empresarios locales al ahorrarles la necesidad de tener que enfrentar la competencia, según ellos siempre "desleal", de rivales extranjeros, razón por la que no debería preocuparnos el que una coalición amplísima de países –con la eventual excepción de Venezuela, Bolivia y Angola, virtualmente todos– haya amenazado con tomar represalias. Asimismo, la presidenta y quien se desempeña como ministro de Economía pensarán que, si bien es relativamente fácil bloquear la entrada de bienes manufacturados, no lo es en el caso de productos agrícolas imprescindibles que, lo mismo que el petróleo, son fungibles y pronto dejan de llevar señas de identidad nacional, de suerte que podríamos seguir vendiéndolos. Por lo demás, de limitarse la OMC a formular una condena meramente verbal el gobierno podría aprovecharla políticamente, atribuyéndola a una maniobra colonialista o neoliberal y acusando a otros países, como Estados Unidos y los miembros de la Unión Europea, de hipocresía, ya que nunca han vacilado en aplicar, bajo diversos pretextos, medidas proteccionistas.
Detrás de la ofensiva diplomática internacional contra la estrategia de Moreno está el temor a que muchos gobiernos, presionados por los empresarios y sindicalistas locales, terminen cayendo en la tentación de emularla, reeditando así los errores que ochenta años atrás agravaron y prolongaron la Gran Depresión. En algunos países desarrollados, sobre todo en Francia donde están por celebrarse elecciones presidenciales, abundan los políticos que se han acostumbrado a atribuir la crisis económica que tantos estragos está provocando a la "globalización" y que por lo tanto reclaman medidas destinadas a defender a los empresarios y trabajadores locales. Por ser cuestión de una estrategia que, en el corto plazo por lo menos, puede beneficiar a un país determinado con tal que otros desistan de adoptarla, pero que tendría consecuencias nefastas si se generalizara, es lógico que los preocupados por el futuro próximo de la economía internacional hayan tomado en serio el desafío que les ha planteado nuestro gobierno. Si bien el mercado de consumo argentino es pequeño y por lo tanto ha sido escaso el impacto en países como China, Estados Unidos y la Unión Europea del bloqueo ordenado por Moreno con el aval de Cristina, se trata de un foco de infección que, de propagarse, haría aumentar el riesgo de que la recesión, que en la actualidad parece limitarse a partes de Europa, se transformara en una depresión mundial.