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Contactos con el FMI: Fondo y forma

*Por Eduardo Luis Curia. Se nota una cierta mejora en la relación entre nuestro país y el FMI.

Quizás, por ahora, atañe a las formas de urbanidad. Hay un trato recíproco de estilo más cortés, lo que no quita que persistan discrepancias de enfoques.

Asimismo, el país pidió asistencia a la entidad para la elaboración de un índice nacional de precios, el que, en su caso, según el ministro Boudou, serviría para el cómputo del CER en los títulos pertinentes. También se insinuó que el célebre tópico de la revisión del artículo IV del estatuto del FMI dependería, a la postre, de una cuestión de oportunidad política.

Esta mayor benevolencia mutua, ¿es sólo de forma, o también sustantiva?. Estrictamente, lo ignoramos. Sin embargo, cabe la hipótesis de que se trata de avances sobrios, pero avances al fin, en el itinerario asociado a la estrategia de vuelta a los mercados externos de deuda, lanzada al cierre de 2009.

Recuérdese hitos previos de la hoja de ruta en danza: vgr., el canje de deuda del año pasado, la propia disponibilidad de reservas del Banco Central para pagos externos, aspectos que ayudaron a distender la situación financiera internacional del país, lo que se lee vía diversos indicadores. El Gobierno nacional no sale a pedir fondos en el exterior (en definitiva, dispone de las reservas), cuando sí podría hacerlo en mejores condiciones que en otros momentos, pero, hay provincias y empresas que ya han obtenido financiación externa.

Por cierto, la gema de esa hoja de ruta pasa por el acuerdo con el Club de París, todavía en vilo. Pero, aquí, ¿no podríamos en el andar, acaso, reencontrarnos con el FMI, cumpliendo algún rol discreto, permitiendo suavizar posibles posturas más duras de ese foro acreedor?. Claro: nada es enteramente gratis.

De todos modos, aun con avatares, el gobierno avanza en la ruta de la internacionalización económica de tenor financiero. Si se quiere, puede ser un mero posicionamiento potencial de retorno a los mercados externos de deuda, sin, por el momento, un uso efectivo.

El asunto no es trivial. Porque reconocería el trasfondo de lo que ocurre con nuestra dinámica de divisas. Por un lado, en tendencia, el superávit comercial externo viene acotándose, mientras el gobierno aplica algunos amortiguadores al respecto mediante políticas ad hoc limitantes de importaciones. Además, el superávit corriente -una bisagra clave- orilla su agotamiento. Sumar reservas luciría más arduo. Luego, podría interesar el apuntar las miradas hacia la cuenta capital, en la que uno de sus rubros es la financiación externa.

Hoy, como diría el físico Hawking, el gobierno proyectaría todas las historias posibles de internacionalización económica; a futuro, habría que fijar la chance de cada una. Vimos la internacionalización financiera: aunque en tránsito, va de menos a más. Otra dimensión de internacionalización, la vinculada al tipo de cambio competitivo (que irrita a nivel mundial cuando el país que la aplica influye mucho en el comercio total, lo que no es nuestro caso), dominante antes, viene en claro declive, razón primordial del debilitamiento de las cuentas comercial y corriente. La tercera dimensión de internacionalización, reacción ante lo anterior, es la que cabe llamar internacionalización restringida, vía las políticas de freno de importaciones, algunas de las cuales son miradas de reojo por terceros países.

La impresión es que, a futuro, urgirá una mayor definición en las historias efectivas en el ámbito analizado. De cara al balance de divisas, se requerirá un menú de internacionalización de la economía más estricto. Lo notable es que las distintas opciones, con el tiempo, tienden a no calzar automáticamente entre sí; es más arduo contar con todos los posibles. Cada planteo, por lo demás, exigirá un conjunto de variables conexas. Los planteos en juego reflejarán alternativas generales de política divergentes, y las secuelas, por de pronto en materia de estructura productiva y de empleo, serán significativas.