Construir un tiempo de esperanza
Las celebraciones de esta semana deben alentar la búsqueda de una mejor convivencia entre los argentinos, sin agresiones ni violencias, respetando las opiniones y los actos de otros.
Nunca antes del final del siglo 20 y comienzos del actual la humanidad ha invocado tanto la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero hay que retroceder a fines del siglo XIX y comienzos del vigésimo para encontrar las raíces de la intolerancia, el racismo, el fanatismo, la xenofobia, la insensibilidad.
Nunca como en este tiempo se han utilizado de manera tan masiva los medios de comunicación para crear o recrear y propagar un asfixiante clima de humillación y persecución de la fe, la ideología, la piel, la dignidad del "otro".
La especie humana vive un tiempo de desprecio a escala planetaria. Prácticamente no hay rincón del mundo donde no ardan, bajo cenizas de frágil concordia, los fuegos de la barbarie, cuyas altas llamaradas fueron las dos guerras mundiales y los bombardeos atómicos. Más allá de sus creencias, agnosticismo, ateísmo, la humanidad se desliza hacia nuevas formas de destrucción. Ya no le son suficientes los genocidios; es tan grande su violencia que la aplica también a la destrucción de la casa común: el planeta.
Esta semana, en la que se recuerda el martirio –supremo ejemplo de solidaridad– y el renacimiento –encarnación de la esperanza– de Jesucristo, es canónico memorar el Sermón de la Montaña y su humanitario mandato "dad de comer al hambriento, dad de beber al sediento". Dos mil años después, empero, hay 1.100 millones de personas que carecen de agua potable y otras 2.400 millones que no disponen de sistemas sanitarios básicos. Mil millones padecen hambre y dos mil millones de habitantes sobreviven desnutridos. Cada día, mueren de hambre 30 mil niños: cada tres segundos, asciende una criatura al Gólgota, donde le aguarda su infausto destino.
En noviembre de 2008, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) convocó a todos los países a reunir "30 mil millones de dólares para salvar a la humanidad del hambre". Sólo se obtuvieron 7.500 millones, a pagar en cuatro años. Pocas naciones cumplieron con sus aportes, escudándose en la crisis financiera internacional.
Esta crisis es la peor exhibición de irracionalidad y ausencia de caridad de este tiempo de crueldades y locuras. Estados Unidos ha destinado más de 700 mil millones de dólares, el Reino Unido 500 mil millones de libras y Alemania 500 mil millones de euros en el salvataje de bancos y financieras, cuyos comportamientos delictivos despeñaron al mundo en la actual catástrofe. Con esas sumas, se podría haber eliminado el hambre en todo el planeta en los próximos 50 años.
Las celebraciones de la Pascua, por parte del pueblo cristiano, y del Pésaj, por la comunidad judía, deben ser espacios abiertos para el debate sobre estos temas, la aceptación del disenso, la pluralidad de opiniones, la construcción de sociedades sin agresiones. Son los mejores valores que pueden rescatarse y aprenderse estos días.