Congreso de viejas consignas
Los dinosaurios caribeños han demostrado su imposibilidad de corregir la miopía que padecen, sobre todo cuando forman la elite de un régimen de partido único, con su secuela de pensamiento único.
Con casi una década de retraso, sesionó el Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), cuyas sesiones habían sido convocadas originariamente para 2002.
Esa tardanza alentó en la ciudadanía cubana y en analistas y observadores extranjeros, sobre todo latinoamericanos, esperanzas de que se iniciara el anhelado proceso de aplicación de la fórmula china; es decir, la cohabitación del régimen de partido único con una economía que promueva la iniciativa privada (aunque con atenta vigilancia del PCC para evitar desvíos, pese a que se demuestra incapaz de detener la negra marea de corrupción).
Pues bien, las sesiones presididas por Raúl Castro, delfín de su hermano Fidel, fueron un prolijo ejercicio de gatopardismo caribeño. El monolítico hegemonismo del PC cubano no padecerá mengua alguna.
En su cima, se mantendrá por tiempo indefinido el Castro menor, porque, naturalmente, siempre existe la amenaza de un zarpazo del imperialismo norteamericano. En cambio, en puestos subordinados se introducirá el principio del mandato por cinco años, renovable por un solo período de otros cinco años.
Esto puede ser interpretado como un intento de contener dos de los grandes males que causaron el derrumbe del imperio soviético: la gerontocracia y la nomenklatura de irritantes privilegios, que desconocían en los hechos la concepción igualitaria que invocaban en discursos tópicos los dinosaurios del Partido Comunista de la Unión Soviética.
Notablemente, este movimiento contra el anquilosamiento llega con un cuarto siglo de tardanza, porque la tesis aprobada ahora ya había sido esbozada en 1976 y duramente rechazada por Fidel, en el máximo esplendor de su autocracia.
El casi decenio de demora en la convocatoria del Congreso podía ser explicado por la voluntad de recoger las iniciativas y propuestas de las asambleas populares realizadas en ese lapso. No ha sido así. El historiador cubano Rafael Rojas sostuvo que todas las decisiones en política económica son un cúmulo de contradicciones.
Claro ejemplo es el rechazo en bloque de las 45 propuestas populares, porque, entendía Raúl Castro (y la burocracia del PCC se atropelló por querer entenderlo así) que promovían "la concentración de la propiedad", olvidando que en su país todo es propiedad del Estado, un capitalismo de Estado superior al de China o de Vietnam.
Eso sí, se renovó el impulso al cuentapropismo (hay 178 modalidades permitidas), lo que se ha demostrado un sistema perfecto para mantener a Cuba en el subdesarrollo y la pobreza.
Los dinosaurios caribeños han demostrado nuevamente su imposibilidad de corregir la miopía que padecen, sobre todo cuando forman la élite de un régimen de partido único, con la peor de sus secuelas: el pensamiento único.