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Conformismo

*Por Javier Schurman. Unos cuantos años, frustraciones, malas administraciones y derrotas en cantidades industriales provocan cambios. Varía, por ejemplo, el punto de equilibrio. Se modifican las necesidades. Y las valoraciones.

River ya no es lo que era, aunque la tabla se empecine en decir lo contrario. Que sus hinchas se manifiesten semanalmente como apasionados seguidores de Matías Almeyda (un cinco metedor y recuperador), Juan Pablo Carrizo (el arquero) y Mariano Pavone (delantero potente, sacrificado, un oportunista del gol) marca el giro gradual que se dio a través de la historia reciente; el lirismo y el paladar negro quedaron a un lado, la imperiosa búsqueda de sumar para escaparle a un real fantasma llamado descenso obligó –si se quiere justificar el cambio– a los hinchas a trazar otros objetivos, bruscamente reorientados a partir de una sola cuestión: los resultados.

El liderazgo que ostenta el equipo de Juan José López provocó deseos desde hace rato escondidos, gritos demandantes de títulos y de gloria. Ya no importa, parece, si se juega lindo o feo, si se dan diez toques seguidos o si se gana por una guapeada del referente de 37 años. No parece modificar la estructura sentimental de los hinchas si se golea a cada paso, o si cada paso se da con una victoria por la mínima diferencia. Este es el mismo River que se erigió desde los pies de tipos como Alonso, Francescoli, Ortega, Aimar, D’Alessandro, por nombrar los de las últimas décadas, pero es un nuevo River.

Boca no queda exento de la ola de cambios. El que durante una década animó los campeonatos nacionales y continentales, ahora atraviesa una crisis que no sólo afecta a los resultados. Sin embargo, no se oye, ya, el "huevo, huevo, huevo". Se reclama, claro, ganar siempre. Pero se critica también la falta de osadía del entrenador, el esquelético sistema que deja en los pies de Riquelme y en la colaboración de Erviti toda posibilidad de juego. A diferencia de River, aquí sí se pregona con un pedazo de la historia: Román y Palermo son los que sostienen la ilusión de los hinchas, los que reciben ovaciones aunque sus rendimientos acompañen la mediocridad general. Es tal vez por ellos que Falcioni se anima, después de otra derrota, a vaticinar que el equipo está todavía en carrera por el título. Y es por eso de que todo cambia que Jota Jota, a la vez, no se sube al caballo triunfal. Sabe, seguro, que unos cuantos años no se cambian de la noche a la mañana.