Conficto en Crimea: Rusia y Ucrania al borde de la guerra
Ucrania y Rusia han chocado en su crisis más peligrosa en los últimos años tras la captura el domingo de buques de la marina ucraniana.
El incidente representa una "nueva etapa" en la "agresión rusa" contra Ucrania, según denunció el presidente ucraniano, Petro Poroshenko, durante una declaración televisada en la que anunció que había firmado el decreto para establecer el estado de excepción.
La tensión entre ambas naciones se disparó el domingo cuando las fuerzas navales rusas capturaron tras abrir fuego a tres buques militares ucranianos (dos buques patrulleros y un remolcador, con un total de unos 24 marineros a bordo). Moscú justificó esta acción asegurando que habían actuado "en estricta conformidad" con "el derecho internacional", según declaró el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov.
Las relaciones entre los dos países atraviesan una profunda crisis desde 2014 tras la anexión de Crimea por parte de Rusia y la guerra separatista en el este de Ucrania. Pero aunque hay muchos indicios de que en varias fases del conflicto ya participaron tropas profesionales rusas, nunca habían chocado de una manera tan directa ambos ejércitos. El inédito incidente dejó seis heridos entre los marinos ucranianos. Moscú confirmó la captura y el "uso de armas", acusando a los barcos ucranianos de "violar la frontera rusa" y de "llevar a cabo acciones ilegales en aguas territoriales rusas".
El problema es que Moscú se arroga como propias unas aguas que están ligadas a una península cuya anexión ha sido tachada de ilegal por la comunidad internacional. Con Crimea en el bolsillo desde hace cuatro años, ahora parece haber empezado la anexión de su mar de Azov.
Al controlar ambos lados del estrecho de Kerch, Moscú puede condicionar el paso de los barcos ucranianos y encerrarles en su mar. Convirtiendo el mar de Azov en un espacio ruso por excelencia, Moscú protege sus intereses comerciales, aumenta la presión a Ucrania y reafirma su preponderancia militar en la zona. Ni EEUU, ni la UE ni la OTAN -a pesar de todas las condenas y declaraciones- van a acudir a ese patio trasero a hacer valer un poderío militar occidental que en esa zona intermedia entre Europa y Eurasia se ve como algo muy lejano.
La situación en el mar de Azov tiene desde hace meses a Ucrania bajo presión, pero sobre todo a Poroshenko: Mariupol, Berdiansk y Henichesk son ciudades portuarias ucranianas en Azov que dependen de que haya una salida al mar Negro. Si Kiev no soluciona el problema, son costas oxidadas sin beneficio. Desde un mes antes de la inauguración del puente de 19 kilómetros, Rusia ha detenido a unos 150 barcos ucranianos, causando pérdidas notables a la economía de la ex república soviética.
Moscú no ha escatimado en medidas para proteger su puente. Es una infraestructura carísima y el único vínculo terrestre con Crimea, que por culpa de su aislamiento ha sido víctima de apagones por del 'chantaje energético' ucraniano. La baja altura del puente ya restringió los tipos de buques mercantes que podrían pasar, disminuyendo el tráfico para los puertos ucranianos.
Este conflicto es una muestra de cómo la anexión ilegal de Crimea, aunque fuese incruenta y respaldada por una parte considerable de la población, no es ni mucho menos la parte menos aguda del conflicto ucraniano, sino tal vez la principal ecuación, que Occidente no ha sabido resolver. El desencuentro en Azov reúne mejores ingredientes para cocinar una guerra que las decrépitas minas de Donbas.