Con los docentes no
¿Por qué si la tarea de los maestros es esencial, se los menosprecia tratándolos de pobres, viejos e inútiles?
La ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, Soledad Acuña, maneja criterios de análisis propios de siglos pasados, según lo que quedó evidenciado en los diversos videos que se viralizaron en las redes sociales en la última semana sobre la charla que tuvo la funcionaria con el diputado Fernando Iglesias.
En principio, creer que la escuela no es un espacio donde circula la política es pensamiento de otro tiempo. Está claro que no está bien que los docentes hagan que sus alumnos repliquen acciones partidarias políticas como sostener pancartas de La Cámpora o cantar “Sí se puede” con el expresidente Macri en un acto político.
Pero todo es político, más o menos explícito, y más o menos permisible. Desde qué fechas patrias elegimos conmemorar, los nombres que les ponemos a esas celebraciones –como el Día del Respeto a la Diversidad Cultural contra el ex “Día de la raza”-, o a qué próceres elegimos recordar y a cuáles olvidamos. Este discurso que se encubre detrás de la no-política no es más que política naturalizada.
¿Exigir a los padres que denuncien adoctrinamientos en las aulas, pero solo las acciones de tintes ideológicos de izquierda? Bueno, bienvenida la caza de brujas al siglo XXI. ¿Realmente la ministra cree que se puede adoctrinar a los estudiantes de carreras docentes, como si fueran personas inertes que reciben pasivamente todo lo que se les enseña? Bienvenidos a las teorías de comunicación y cultura del siglo XX.
Para la ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, les docentes son personas de bajos recursos económicos y que no pudieron completar otras carreras y, ya de grandes, terminaron por buscar un trabajo en la docencia. Así de insólito, prejuicioso y discriminador. pic.twitter.com/Kr9E0XmVIp
— Revista Cítrica (@revistacitrica) November 16, 2020
Pero yendo puntualmente a los dichos de Acuña, ¿cree que con esas palabras valora el trabajo esencial de los docentes tratándolos de inútiles, pobres y viejos? Esa línea no es tan lejana a la de los “docentes voluntarios”. Es decir, creen que cualquiera puede dar clases, dándole un valor muy bajo a la tarea de los maestros. La carrera docente no es nada fácil.
La ministra dijo lo que dijo porque se basó “en encuestas y datos”. Pero ninguna encuesta va a poder capturar lo esencial de la vocación docente. ¿Acaso no se puede ser docente por ser pobre? ¿No se puede ser docente luego de intentar suerte en otra carrera? Intentar suerte, que no es lo mismo que fracasar. ¿No se puede ser docente por no ser joven? Eso que hay ciertos límites para anotarse a cursar la carrera docente.
Más allá de que Acuña diga que solo expresó datos de la realidad, la continuación de su frase fue algo mucho más grave: expresó que los docentes, proviniendo de sectores económicos, no tienen “capital cultural ni experiencias importantes para transmitir”. Esto no es más que creer en una cultura elitista, muy separada de la realidad que viven muchos alumnos. Realidad, esa experiencia cotidiana que los docentes comparten con muchos alumnos y que la ministra quizás no conozca porque no es la suya. En este punto, la escuela funciona mejor como espacio de contención si conoce de primera mano las necesidades que atraviesan sus alumnos. La escuela es mucho más que transmitir conocimiento, cosa que se supone clara ante su ausencia en estos meses de pandemia.
Luego, Acuña se expresó en una carta abierta en la que pidió disculpas si hirió alguien con sus dichos. Pero no pidió perdón por las bestialidades que dijo. Y ninguna de las autoridades le reclamó explicaciones. Debe ser una mirada compartida por todos los sectores del gobierno porteño sobre el valor de la escuela, de su capital humano como son los docentes y, en última instancia, de lo que realmente necesitan los alumnos.
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