DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

¡Con eso no se jode!

Se disfrazó de víctima de femicidio y le gritamos “NO es NO”.

Tomás Vidal terminó la licenciatura en Comercio Internacional y para festejar el título, eligió disfrazarse de víctima de femicidio. Parece inverosímil, pero lamentablemente en un país donde a diario mueren mujeres víctimas de violencia de género, no podemos predecir lo que puede imaginar la mente humana.

De repente aparece la imagen de un recién egresado, universitario, en las portadas de los diarios, en los noticieros y en las redes. El motivo de su efímera fama: su desubicado, por llamarlo gentilmente, disfraz seleccionado para el festejo. Muchos universitarios al finalizar la carrera, rendir su último final o defender la tesis, son esperados por amigos y familiares para celebrar con la tradicional tirada de huevos y harina, sacarse fotos con carteles y, si el homenajeado así lo deseara puede sumar un disfraz a la celebración. En este caso, Tomás Vidal eligió el disfraz de “victima de femicidio”, envuelto en plástico simulando estar embolsado, sucio, con una soga atada al cuello, un pañuelo verde a la vista (símbolo distintivo del colectivo a favor del aborto legal, seguro y gratuito) y un cartel tipo globo de pensamiento (contradicción aparte, ya que si hay algo de lo que se carece para llevar a cabo dicha acción es de pensamiento) con la leyenda “Y la culpa no era mía…” en referencia a la canción feminista “Un violador en tu camino” cantada en varios países como parte de la marcha en contra de la violencia de género.

El rechazo público no tardó en aparecer, tanto en las redes como en los medios y así el nombre del protagonista se volvió trending topic. Entonces apareció la Universidad Siglo 21 y emitió un comunicado en el cual repudiaba la actitud del alumno y daba a conocer que ya habían iniciado un sumario que establecería las responsabilidades y sanciones correspondientes. La Institución expresó que el accionar del alumno no reflejaba los valores promovidos por la Universidad. La sanción: Tomás deberá volver a rendir la tesis; y cursar (y rendir) un seminario sobre género y diversidad.

Por un lado, se ve un (re)accionar rápido y efectivo tanto a nivel social como institucional; por otro, sabe a poco. En un primer momento, uno quiere ir contra ese alumno, casi licenciado, que teniendo en su haber formación y herramientas; actúa de manera impune, ignorante y mediocre sobre un tema sensible de real interés social. Pero mirarlo solo a él, sería caer en un reduccionismo inútil.

Él forma parte de un grupo: amigos y familiares que arengaron el festejo, que ayudaron con el disfraz, que sacaron fotos, que celebraron lo “original”. Ellos, todos, son partícipes de ese acto, son cómplices de la estupidez bestial. Él, también representaba a una Universidad privada, que le estaba por otorgar el título de una licenciatura. Es verdad que las autoridades de una entidad educativa de nivel universitario pueden resguardarse detrás de frases como “acá no se enseña a ser persona” o “el don de gente viene de casa”. Sin embargo como castigo, el casi licenciado tendrá que cursar un seminario de género y diversidad. Entonces surge la pregunta: ¿debería ser obligatorio? Seguramente.

Tomás es el de la imagen, pero no es el único. Él representa a un sector que sigue replicando formas y estructuras machistas. Quizás nunca le pegó a una mujer, y cree que por eso nunca ejerció violencia. Quizás justificó al que sí lo hizo, o burló la denuncia alguna conocida sobre acoso. Quizás piensa que está de moda exigir respeto, o le parecen exageradas las marchas y "dibujados" los números de mujeres asesinadas en manos de hombres. Quizás llame “feminazis” a las feministas y le sigan causando gracia los chistes que dejan a la mujer como mero objeto. Quizás para la familia sea un buen pibe; para los amigos, un copado y para los compañeros de rugby, un campeón. Quizás “no le hizo mal a nadie”. Y ahí es donde debemos detenernos.

No se puede tolerar que una persona (encima hablamos de un casi profesional) se burle de manera tan infantil y estúpida de la violencia de género. No se trata de lincharlo, porque queremos una sociedad inclusiva, de la que Tomás también forme parte activa y positiva. Si no se hubiera disfrazado, o nadie lo hubiera hecho público; Tomás pensaría de la misma manera y hoy sería licenciado. Pensaría como piensa mucha gente, alguna lo expresa, otra tantea el contexto y otra elige el silencio. Él representa a una parte de la sociedad.

Las herramientas otorgadas en seminarios sobre género y diversidad deberían ser obligatorias en todos los niveles educativos: inicial, primario, secundario, terciario y universitario (con contenido afín a las edades, la ESI -Educación Sexual Integral- es un gran avance). También en todas las entidades públicas y privadas; como la policía, las cárceles, los bancos, hospitales, ministerios, comercios…

La esperanza radica en que esta acción (no me atrevo a calificarla como “chiste”) de mal gusto y de plena ignorancia; haya sido para mejor. Ojalá Tomás no pase rápido por el seminario, para “sacárselo de encima”, ojalá le permita alcanzar otro nivel de sensibilidad y empatía. Ojalá mire esa imagen y sienta vergüenza ajena, porque ya no le pertenece ese pensamiento. Ojalá se permita expresarlo y darlo a conocer.        

 

Dejá tu comentario