Con amigos como Moyano ¿Quién necesita enemigos?
*Por Mariano Grondona. En la historia de las ideas políticas se llama pensadores malditos a aquellos que se atrevieron a decir con crudeza lo que otros callaban.
Desde el punto de vista de estos pensadores, ellos fueron los únicos sinceros, aunque fueran desagradables, porque revelaron los pliegues más oscuros de la naturaleza humana, mientras que los demás pensadores fueron apenas "biempensantes" porque sólo deseaban pasar por "políticamente correctos" para no herir los sentimientos de su época.
"Pensadores malditos" fueron por ejemplo el florentino Maquiavelo (1469-1527), el inglés Thomas Hobbes (1588-1679) y el alemán Carl Schmitt (1888-1985). Este último, en vez de aceptar la versión "biempensante" de que la vida política persigue el "bien común" de los ciudadanos, una noción que venía desde Aristóteles, sostuvo que la vida política, lejos de buscar esta idílica armonía consiste en la lucha sin cuartel entre enemigos irreconciliables, cuyo único propósito común es destruirse los unos a los otros en busca del poder total.
Lo notable es que Carl Schmitt siempre fue considerado un pensador "de derecha", próximo a los orígenes del nazismo y el fascismo, hasta que una pareja de pensadores contemporáneos, el argentino Ernesto Laclau y su esposa belga, Chantal Mouffe, habilitaron el pensamiento de Schmitt al servicio de la izquierda a través de lo que se dio en llamar el "posmarxismo", sosteniendo que la relación amigo-enemigo también caracteriza a los que luchan por o contra el socialismo. Se dice que el pensamiento de Laclau-Mouffe ha influido notablemente en la presidenta Cristina Kirchner y el círculo que la rodea, algo que coincide con su énfasis visible en las "relaciones de enemistad".
Pero aquí no nos interesa tanto rastrear el origen ideológico de Cristina y Néstor Kirchner como aplicar a la situación argentina la premisa "schmittiana" de que, hasta que no se encuentra el enemigo contra el cual combaten los protagonistas, no se entiende del todo lo que está pasando. Esta premisa es particularmente útil para describir la compleja relación que hoy vincula al kirchnerismo, venido de la izquierda, con Hugo Moyano, que proviene del "fascismo" sindical.
El enemigo íntimo
Según Schmitt, las relaciones de enemistad definen no sólo el combate que libran un campo contra el otro sino también los vínculos aparentemente amistosos "dentro" de cada campo. Quien me define no es mi amigo sino mi enemigo porque, al oponerse a mí, marca mi estrategia y mi destino. Cuando se enfrentan dos enemigos declarados, basta con describirlos para saber qué pasa. ¿Cómo describir empero una situación en la que el enemigo manifiesto se ha vuelto tan débil que invita a ser ignorado, como hoy le ocurre a la oposición? Como una situación en la que los propios "amigos", sintiéndose vencedores, empiezan a sospechar unos de otros. Así ha ocurrido muchas veces en la historia. Sólo cuando repelieron el desafío de Cartago encarnado en el temible general Aníbal Barca, prevaleciendo sobre él al final de las terribles Guerras Púnicas, los ejércitos romanos se volvieron unos contra otros porque necesitaban, según la visión de Schmitt, un nuevo pescuezo para degollar. A las Guerras Púnicas siguió entonces una larga y sanguinaria guerra civil que desembocaría en la muerte de la república romana y el nacimiento autoritario del imperio. Fue sólo cuando la alianza entre la Unión Soviética y las potencias occidentales dejó fuera del juego a Hitler y sus secuaces que comenzó la Guerra Fría entre los flamantes vencedores.
¿Está pasando algo similar en la Argentina? La oposición al kirchnerismo está demostrando tal debilidad, tal dispersión, que las tensiones de la vida política empiezan a discurrir entre sus propios vencedores, entre Cristina Kirchner y sus incondicionales de un lado y Moyano y los suyos del otro. Los amigos de ayer, ¿lo seguirán siendo a partir de hoy, mientras afilan sus espadas para ver quién se queda con el poder?
La lucha entre los antiguos amigos es más difícil de rastrear que la lucha entre los enemigos declarados porque tanto en el bando cristinista como en el bando moyanista las antiguas muestras de amistad han empezado a convivir con incipientes muestras de hostilidad. Moyano continúa declarando que apoya a Cristina, pero hace una semana la amenazó con una manifestación masiva frente al balcón de la Casa Rosada, que, si se hubiera concretado, habría sido interpretada como un insolente desafío. Amenazó pero no concretó su amenaza, después de las sigilosas gestiones de Julio De Vido. La relación de amistad-enemistad entre Hugo y Cristina está marcada, así, por la ambigüedad. Esta ambigüedad, ¿podrá sostenerse por mucho tiempo?
Moyano confesó que lo que quiere es más poder. ¿Está en condiciones la Presidenta de satisfacer este deseo? Es difícil admitirlo porque, siendo Moyano el dirigente más repudiado por la clase media, al kirchnerismo gobernante le sería casi imposible franquear su ambición sin comprometer las cifras por ahora favorables que acompañan a la aspiración reeleccionista de la Presidenta.
¿Un populismo exitoso?
Al día siguiente de la derrota kirchnerista en las elecciones del 28 de junio de 2009, hubo la doble tentación de sobrestimar a la oposición y subestimar al oficialismo. Dueña al parecer del nuevo Congreso, el fiasco de la oposición fue desaprovechar la oportunidad que se le había creado. ¿Podrá recrear a partir de hoy esta posibilidad, por ahora frustrada? Aquí la última palabra no ha sido pronunciada aún porque, a medida que se acerque la elección presidencial del 23 de octubre, si a los opositores no los une el amor podría acercarlos al menos el espanto ante la arremetida kirchnerista.
Pero también sobrevoló el análisis político otro factor coadyuvante: la subestimación del kirchnerismo. La fórmula kirchnerista es, como ha sido otras veces en nuestro pasado, el populismo , entendiéndose por tal la alegre distribución de los recursos entre una vasta clientela necesitada sin atender a la inversión, es decir, al futuro. Esta fórmula siempre desembocó al cabo de pocos años en crisis económicas. Pero esto no está ocurriendo ahora gracias a otro acontecimiento capital: el alza de los precios internacionales, particularmente de la soja. La demagogia populista, que había tenido hasta ahora patas cortas , hoy goza de patas, si no "largas", por lo menos "no tan cortas" debido a la nueva situación internacional. Alguna vez el economista Juan Carlos de Pablo dijo que "los argentinos hacemos las cosas mal y después nos asombramos cuando salen mal". Hoy, su certera frase se ha dado vuelta hasta convertirse en la paradoja de que al kirchnerismo, habiendo hecho las cosas mal, le está yendo bien.
A la larga, el modelo kirchnerista está condenado a morir, pero a la corta lo ha puesto a la cabeza de las encuestas electorales. ¿Por cuánto tiempo? Lord Keynes dijo alguna vez que "en el largo plazo, estaremos todos muertos". Para el kirchnerismo la frase de Keynes podría servir al menos hasta el 23 de octubre. Al contrario del kirchnerismo en la Argentina, países como Uruguay, Brasil y Chile han privilegiado el largo plazo y la inversión para aumentar decisivamente el peso de la clase media. Pero este objetivo, beneficiando al país y a los pobres, diluiría fatalmente el poder kirchnerista. Luis XV dijo alguna vez: "Después de mí, el diluvio". En vida de él, gozó como nadie del poder. Después de él estalló la Revolución Francesa, pero él ya no estaba para pagar sus culpas. Desde una óptica perversa, tuvo razón.