¿Cómo suenan los aplausos a 100 metros de altura?
De 153 teatros que tuvo Buenos Aires a lo largo de la historia sólo se conservan 35. Pero calle Corrientes, la “Broadway” porteña, sumará el año próximo una nueva sala teatral dentro de un edificio multifunción de 31 pisos que contará con locales comerciales, oficinas y un rooftop. Te invitamos a admirar el resplandor de una calle con brillo propio desde las alturas. Eso sí, el que avisa no traiciona: esta nota no es apta para personas que sufran vértigo.
Llega un nuevo vecino a la calle que nunca duerme –fue el periodista Roberto Gil quien la popularizó así en la década del ’50. El imponente edificio Lex Tower albergará a la nueva sala en el mismísimo lugar donde antes estuvo el famoso teatro Politeama Argentino que fue inaugurado en 1879 con presencia de Domingo Faustino Sarmiento.
Allí, en Av. Corrientes 1490, nos recibieron Guillermo Parera, gerente general de la desarrolladora Branson y el director de la obra Sergio Giarrocco de GSR Arquitectura; ambos con vasta experiencia en desarrollos de gran envergadura a nivel local y de la región como el aeropuerto Jorge Newbery o el shopping Solar de la Abadía.
Parera recordó que un segundo edificio del Politeama que fue construido en 1936 con el ensanche de la Avenida, fue demolido definitivamente en 1958 para construir un complejo que jamás se concretó.
El caso generó tanta polémica y críticas que al año siguiente se dictó una Ley Nacional que ordenaba que en caso de la demolición de un teatro, la nueva construcción tuviera obligatoriamente una sala de espectáculos.
Así es que luego de estar vacío por más de cincuenta años, el terreno volverá a albergar una sala de 705 localidades y el encargado de llevar adelante el proyecto es nada mas ni nada menos que 100 Bares, la productora de Juan José Campanella.
Ya en el piso 31, empezamos a pasar “revista” sobre los años de oro de ese género que le vio las piernas a “las Nélidas” (La Lobato y la Roca), a las hermanas Pons y a Ethel Rojo.
Con el casco de protección puesto y binoculares en mano, los dedos de la mano no alcanzan para empezar a enumerar los teatros vecinos: Apolo, Lola Membrives, San Martín, y el Metropolitan, con su fabulosa torre escalonada.
Asoma cercano el cartel de Cine Lorca. También el de la pizzería Guerrín, Los Inmortales y La Giralda. Donde uno mire, hay un ícono esperando el “piedra libre”.
Del otro lado del Obelisco, El Nacional y una tríada imparable. Allá vamos con la mirada y el recuerdo.
El Opera con su torre telescópica y los círculos concéntricos de vidrio en los laterales que no pasan desapercibidos. La marquesina que no se queda atrás, sobre todo de noche cuando las tres grandes lámparas de garganta circulares iluminan la vereda.
El Gran Rex, medio hermano del Obelisco ya que es obra del polémico arquitecto tucumano Alberto Prebisch. “Que le prohíbe a mi ex ir a verme al Gran Rex”, canta Joaquín Sabina en “Dieguitos y Mafaldas”, inmortalizando así este teatro con capacidad para más de 3200 espectadores.
Casi al lado, el Tabarís, que tuvo pasado de cabaret para la high society y leyendas tan ricas como su comida. De hecho, el lema del local era: “solo hay dos casas donde se come bien, la suya y la nuestra”. Eso sí, una copa costaba el equivalente a casi medio sueldo de un empleado.
La hora se nos fue volando. La vista de 360 grados incluyó a casi todas las grandes joyas porteñas y también el río. Un incesante desfile de gente que va recuperando la calle se ve desde las alturas como si fueran pequeñas hormigas que vienen y van desordenadamente.
Entran a una heladería, compran un libro, sacan un ticket en la boletería del Metropolitan. Forman fila. Se ordenan. La primera función está por arrancar. Las hormiguitas en hilera ingresan. Comienza el show. Me olvidaba. ¿Cómo suenan los aplausos desde el piso 31? No se oye nada. La ciudad tiene estos oasis a unos cuantos pies de altura y pronto quedará inaugurado uno para el disfrute de todos.
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