Cómo seducir al votante porteño
*Por Vicente Palermo. El balotaje en Capital enfrenta riesgos diversos. La polarización y la despolitización son los mayores. Sería deseable que ambos candidatos pudieran superar el corto plazo y encontrar mejores herramientas para captar más electores.
Salvo novedad en contrario, habrá segunda vuelta en las elecciones de la ciudad de Buenos Aires.
Las reacciones a los resultados de la primera vuelta constituyen una mala señal , por el peligro de que la breve campaña electoral tenga lugar bajo un clima de intensa confrontación. Por otra parte, el peligro complementario parece ser la despolitización , la instauración del reino de la antipolítica.
Aunque por definición un ballotage coloca frente a frente a dos candidatos, esto no implica forzosamente una polarización política , una disputa en términos identitarios en la que una o ambas partes dan a entender – cuando no lo dicen claramente – que los electores de su rival están votando lo invotable, en razón de una incapacidad intrínseca, de raíz social, cultural, ideológica, para comprender la verdad. Ese tipo de polarización en la que se descalifica al adversario, confiriéndole la condición de enemigo, es nociva entre otras razones porque refuerza una cultura política destructiva que ha sido – y en parte es todavía – moneda corriente en nuestra historia.
Pero no sería bueno escapar de este peligro cayendo en su opuesto, la despolitización que borra las diferencias , el vaciamiento del sentido de la política que ecualiza los adversarios – lo que constituye una nueva forma de deslegitimación, al negar lo que tienen de específico – y que apela a las ansias de concordia de "la gente" para oponerlas al egoísmo de "los políticos".
La forma de huir de la polarización no debería ser la antipolítica sino la disputa franca entre adversarios que justifican en sus diferencias la competencia .
La inmensa mayoría de los electores porteños agradecería una segunda ronda electoral presidida por el confrontación entre adversarios que no se consideran enemigos y entre proyectos que no se consideran integralmente excluyentes. Y si los actores políticos creen que ello supone costos en el corto plazo, no deben olvidar plazos más largos, porque estos comportamientos pueden ser premiados por los electores en sucesivas vueltas – dejando atrás la creencia de que en cada elección se disputa el todo o nada.
El ballotage próximo tiene algunas características claras . El ganador de la primera vuelta ha quedado tan próximo de la mitad más uno que (asumiendo que conservará prácticamente el 100% de los votos obtenidos), le conviene la campaña más anodina posible (esperando simplemente el flujo de aquellos votantes que pongan al tope de sus prioridades votar contra el gobierno nacional).
Por su parte, su rival enfrenta opciones difíciles : ¿deberá hacer un esfuerzo por nacionalizar la campaña, para sintonizar con los votantes que, esperaría, ahora que han quedado huérfanos escogerán en arreglo a la política nacional y no local? ¿O deberá encontrar la forma de desplazarse hacia lo local, asumiendo que en estos electores el voto anti afectará más al gobierno nacional que al de la ciudad? Es en este marco que las alternativas señaladas – la polarización, la despolitización, la disputa entre adversarios políticos – se encarna. Por caso, uno de los episodios más penosos de la primera vuelta fue el fracaso de los intentos de dar lugar a un auténtico debate, pero los rivales de la segunda vuelta tendrán menos pretextos para concretarlo y su realización debería mostrar al ciudadano porteño que la discusión que exprese sin tapujos las diferencias es posible.
Del mismo modo, aunque el vencedor de la primera vuelta se sienta inclinado por la alternativa de una campaña inexpresiva, tal vez se vea en la necesidad de salir al ruedo si su rival se afinca en la problemática de la ciudad.
El distrito porteño es, electoralmente, el más volátil . Desde mucho antes de que se instalara la así denominada crisis de representación, el porteño anda en altercados con los partidos.
Pero además, se trata de un ciudadano bastante politizado, que examina con cierto cuidado las opciones electorales que tiene a disposición. En otras palabras, en la ciudad de Buenos Aires hay una masa de electores independientes de considerable dimensión – el hecho de que el elector porteño típico sea algo desconfiado y bastante cínico le agrega más sal a la cuestión . Aunque, por supuesto, el comportamiento de estos electores está influido por muchas variables, el ejercicio de deliberación en sí tiene su importancia; afinar las propuestas electorales a esta capacidad proporcionaría un bien público significativo: le conferiría más jerarquía a la política por oposición a la despolitización y la polarización.
Vicente Palermo POLITOLOGO, INVESTIGADOR PRINCIPAL DEL CONICET Y MIEMBRO DE CIPOL http://www.horaciocardo.com