¿Cómo se vive dentro de las sectas?
DiarioVeloz recurrió a alguien que perteneció a una de ellas para conocer qué ocurre, cómo es la relación con el líder y qué pierden al pertenecer.
Día a día, cientos de personas caen en la trampa de las sectas. Con métodos coercitivos que asombran, los protagonistas de estas asociaciones suman adeptos que se entreguen en su totalidad a la organización: dejan a la familia, entregan su plata y dedican su vida a un "líder" con el que, supuestamente, lograrán la felicidad.
Pero poco se sabe del día a día de las sectas. ¿Cómo se vive allí adentro? ¿Qué podés elegir y qué te imponen? ¿Qué pasa si buscás revelarte? Para conocer todo esto, DiarioVeloz se comunicó con Pablo Salum, quien vivió durante 6 años en la Escuela de Yoga de Buenos Aires.
"Las organizaciones son muy variadas, pero lo que tienen en común es que absorben el tiempo de las personas. Algunas comunidades son abiertas y otras cerradas. No es lo mismo ir dos veces por semana y después salir y rodearte de la sociedad que estar encerrado en un edificio las 24 horas con toda la gente", explica Salum.
¿Cómo es la relación con el "todopoderoso" líder? Lo detalla en primera persona: "Teníamos contacto al comienzo, porque era el único que daba las reuniones. A medida que fue creciendo la organización, para verlo había que tener una jerarquía o demostrar un poder adquisitivo importante. Él era como algo supremo, y no cualquiera tenía acceso".
Pero la plata no es con lo único que se quedan los líderes sectarios. Literalmente se apoderan de las vidas de las víctimas: "Muchas veces ellos elijen las parejas. Por ejemplo, mi mamá dejó a mi padrastro porque no quería ir a la organización, y le llegaron la cabeza diciéndole que se separara, que él no era el indicado".
"Teníamos una verdulería y ella la dejó porque le dijeron que era degradante. Dejamos nuestra casa y nos mudamos a un departamento que era de la organización... nuestra vida pasaba por ahí: ir a las reuniones, los grupos, ver cómo captar más gente y atender las tareas que nos daba el líder", agrega.
A pesar de que el poder de dominación es potente, algunos como Pablo lograron revelarse, y sufrieron las consecuencias, con castigos potentes y hasta la esclavitud: "Cuando quise dejar de ir me empezaron a presionar, me decían que me iban a encerrar en un internado para menores. Me mandaron hasta a los abogados de la organización".
"Me ofrecieron ser secretario de mi mamá, que era una persona importante ahí. No me quedó otra que aceptar... me habían cortado el dinero, no me daban ropa y le habían puesto un candado a la heladera para que no pudiera comer".
Por último, cuenta un hecho que describe perfectamente al punto que llega la sumisión: "Los adeptos tenían que armar un sobre con una carta agradeciéndole al líder y con dinero, mucho dinero. Cuanto más ponían, más karma eliminaban y más evolucionaban".
"Una vez me robé uno de esos sobres. Era chico y quería comprarme algo para mí. Cuando me descubrieron me pegaron frente a toda la organización y pasé a ser esclavo de uno de ellos", explica quien lucha sin parar para que se promulgue la Ley Antisectas y se acabe de una vez por todas esta esclavitud psicológica.