Comercio exterior, ¿volver al trueque?
El Gobierno nacional, específicamente el verdadero ministro de Economía, el secretario de Comercio Exterior Guillermo Moreno, acaba de dar una vuelta de tuerca en la limitación a las importaciones. Ha extendido su increíble política de que "quien quiere importar debe exportar por el mismo valor" a un conjunto de bienes terminados.
Tal medida que comenzó con los autos de lujo, a los que le siguieron las motos, la maquinaria agrícola y también bienes intermedios necesarios para construirlas, ahora se extendería a la mayor parte de los bienes terminados, salvo unas pocas excepciones. La ministra de Industria ha sido tajante en su posición al sostener:
"La demanda creciente de motos debe ser satisfecha, en forma creciente, por producción y trabajo local, de modo que se traduzca en beneficios para todos los argentinos: quien venda en la Argentina debe invertir y producir acá".
Esta concepción económica, cuyo extremo es la autarquía total, es una de las peores enfermedades de la política argentina que nos acompaña desde hace décadas. Es insólito que presuntos profesionales de la Economía nieguen la evidencia más contundente que existe en el mundo actual: que el crecimiento del comercio exterior es motor del desarrollo económico moderno.
La obligación impuesta a quien importa de exportar por un valor equivalente es sencillamente ridícula. Pero peor aún es que detrás de ella se esconde un profundo desprecio por los habitantes del país, por su verdadero bienestar. La Argentina, sólo con los impuestos que recibe del sector agroexportador, posee de sobra los dólares necesarios para importar todos los bienes que los argentinos requieren; sean motos, computadoras o lo que fuere, que internamente los empresarios no produzcan en la cantidad y calidad que los consumidores deseen.
Es justamente el progresivo desaliento a las exportaciones provocado por la política de retenciones, agravadas para otros sectores exportadores por el notorio aumento de los costos de producción medidos en dólares, lo que acelera la disminución del saldo del comercio exterior. Esto implica que el Gobierno dispone de menos cantidad de dólares que años atrás. Entonces inventan este absurdo y costoso artificio de obligar a quien importa a exportar por igual valor.
Es costoso porque los importadores se ven obligados a realizar algún acuerdo con alguien que exporta, para hacer las compensaciones; trabajo inútil, que niega el principio elemental del beneficio de la especialización y la división del trabajo. Todo esto adornado con las consabidas alusiones a la bondad de la sustitución de importaciones, aunque los argentinos deban pagar más por peores bienes, o directamente no poder comprar lo que necesitan o desean.
El nacional populismo ha repetido estas políticas desde hace mas de sesenta años, bajo distintos lemas tales como "comprar a quien nos compra", o promoviendo el denominado "comercio bilateral", en lugar del multilateral. Esta última modalidad, que es la que practican tanto los países desarrollados como los emergentes, implica que se le vende a quien necesita nuestros productos y se le compra a quien tiene el mejor producto y al mejor precio. De ahí que pueda tener superávit con algunos y déficit con otros.
La política aplicada por el Gobierno nacional lleva a una economía cada vez más cerrada y que países que no compran adopten represalias sobre nuestras exportaciones. Se trata de volver al primitivo sistema de trueque.
De cualquier modo, estas medidas, más allá de las explicaciones, lo que revelan es el fuerte debilitamiento de uno de los dos superávit: el del comercio exterior, pilar del denominado "modelo". El otro, el superávit fiscal, ya desapareció comido por el desmesurado incremento del gasto público.