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COLUMNA DE WARGON: Los varones y la crisis de los cincuenta -Tercera parte

Según me parece, los cincuenta de un varón se emparentan mucho con sus quince.

*Por Cristina Wargon

No me refiero concretamente a la edad del pavo, pues es público y notorio que siempre permanecen en ella; apunto con más precisión a ese costado narcisístico que obliga a un adolescente a pasar mucho tiempo frente al espejo sacándose barritos, observándose y relojeándose de frente y de perfil.

En síntesis, parecen preguntarle al espejo quiénes son pero, en particular, "qué tan bellos son"...

Pues bien, cuando un varón llega a esta edad  ya no se pregunta ¿cuan bellos son? Si no hasta donde  han dejado de serlo y los más analíticos tratarán de saber cuándo pasó. Obvio que el pronóstico para estos últimos es infinitamente peor,  Hiroshima y Nagasaki tienen una fecha exacta, pero en este tema de envejecer todo es subrepticio. Sólo la fecha de un cumpleaños opera como detonante para la crisis. Pero nadie sabe con exactitud cuando se cayó tal cosa, se aflojó tal otra y los brios del pifiante corcel se transformaron en  maullidos de gatitos.

Como ya se ha dicho en nombre de la crisis, en esa torpe búsqueda del tiempo perdido, intentan  regímenes imposibles, gimnasias trasnochados,  pilchas ridículas y  desempolvan un sex apel que, si alguna vez tuvieron, en este intento  solo consiguen  conmiseración ( palabra mas que desagradable para reemplazar a sex apel)

Pero , a no desesperar hermanas,este extraño sarampión se les va como les llega.
 Una mañana cualquiera tiran a la miércoles el edulcorante, abandonan el jogging y, cual mansos corderitos, se acomodan para ver la película de las diez.

Es probable que el balance no les haya sido propicio. Tal vez descubrieron que "contra el destino nadie la talla", que los años no llegan en pantuflas o en shorts pero siempre nos llegan, de puntillas y para siempre.

Que las jovencitas  son adorables pero ellos, mal que les pese, se quedaron en la etapa del bolero y, aunque traten de disimular, la música actual les da en el centro... de la sesera.

Que la liberación femenina es bárbara, pero que las chicas de hoy no amasan los ñoquis y son (piensan ellos) altamente desconfiables por el lado de los modales y otras cretinadas.
 Que sus hijos les perdonan graciosamente la vida cuando intentan competir con ellos en cualquier deporte. Que son, en fin, una borrosa réplica de Tarzán, con principio de artritis, comienzo de próstata y decidida calvicie.

Reconozco que sólo estoy adivinando; los hombres no quieren hablar de las crisis de los cincuenta ni del modo en que salen de ellas. Presumo que, como también lo supo una, aprenden que en este truco de vivir sólo una vez se tienen 33 de mano.

Pero, hasta que pasa, ahí los tienen. Hasta para jugar a las cartas se ponen las zapatillas electrónicas y la camisa abullonada... Por favor, ¿habrá otra? La última que les soportamos, ¿no había sido la crisis de los cuarenta?