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COLUMNA DE CRISTINA WARGON: Vacaciones por fin - Segunda parte

Y allí estaban finalmente mi hijo y nietos esperándome y partimos rumbo a Barra de Valizas donde estaba nuestro hogar de vacaciones que cumplía con la regla de oro de Carolina mi nuera " con todas las comodidades que tengo en casa si no, no me muevo".

Hizo bien en aclararlo porque el lugar no parece brindar comodidades a nadie .Valizas y tiene todo el aspecto de ser las últimas hilachas del festival de Woodstock. Una población estable de 450 personas, casitas con techo de paja a dos aguas de dudosa estabilidad. Por su calle principal (única calle) deambulan sin parar una pequeña multitud de hipys o algo así. La mayoría descalzos con algún tatuaje en el tobillo, por encima ,ropa indescifrable todo coronado por una guitarra.

Duermen en carpitas que parecen huevos que instalan a la vera del camino ( deben ser muy divertidas a la noche )y se ganan la vida vendiendo buñuelos de algas que nunca nos atrevimos a probar. Hay algunos pocos que realmente han sobrevivido a Woodstock y tienen la edad condigna, son los menos, lucen muy deteriorados y un poquitillo incoherentes aferrados a su interminable porro que no se ha apagado desde los setenta. Son los menos. Entre los más abundan los chicos uruguayos, inconfundibles por su termo bajo el brazo, los siguen argentinos y brasileros.

Pese a este panorama que auguraba lo mejor hubo algunas cosas que no pude conseguir en Valisa: señal para mi celular, saber que hora era y un diario, frente a eso ,hay cosas que abundan: el aroma a la marihuana, un exquisita amabilidad, la música en cada esquina y los artesanos.

A la noche se enciende la feria con sus miles de pulseritas o los títeres de Miguel, el mejicano que tienen su misma cara y de vez en cuando llega un grupo musical y todos bailan , acunados por el verano, la libertad y el sonido del mar tan cercano, transparente y tibio.

No se me ocurre un lugar más acorde a esta abuela que llegó no precisamente con las máximas sanmartinianas para Merceditas bajo el brazo, sino con champagne para los grande y un mazo de cartas para enseñarles el truco a los chicos.

Valizas y yo nos merecíamos

El truco fue un éxito, los tres hermanos se pelearon entre si y yo estuve a punto de acuchillar a mi propio hijo con un tramontina. Además de divertido resultó un modo estupendo de evaluar esas almitas incipiente (me refiero a mis nietos. Mi hijo tiene la edad de Al Capone)
Antonio (14) juega con toda la furia y el riesgo de sus hormonas en ebullición, Josefina (11) esencialmente femenina, protestó porque las señas le parecían vulgares e inventó las suyas consiguiendo que nadie supiera qué cartas tenía y algún coscorrón. Amadeo(9) juega con la gracia de un pájaro que mas querría estar volando. Carolina,( madre) se concentra sin demasiado entusiasmo y no sirve para mentir. Mi hijo y yo somos dos delincuentes del penal de Sierra Chica. Pareciera que se nos va el honor y la vida en cada naipe.Decididamente pedagógico.

Pese a la admonición de Borges "No te verán bajar a aquella fuente: Ni el blanco sol ni la amarilla luna". Yo sé que volveremos a buscarlos, y el sol ,la luna y el mar, estarán esperando allá , en Valizas

Cuando tome el ómnibus para volverme, me puse los anteojos de sol, porque tanta alegría no me cabía en los ojos y se deslizaban como agüita, mejillas abajo. ¡Volveremos!