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COLUMNA DE CRISTINA WARGON El horror del Martín Fierro

Si han seguido este diario ya habrán leído todos los detalles de la fiesta y ahondado en todos sus chismes. Pero solo yo les puedo contar la cara horrible de esta celebracion : lo que padecemos las mujeres que no somos estrellas cuando nos toca ir. Este año tuve vacaciones, me acomodé en mi casa, me compré chocolates y fui feliz pero, !cómo olvidar el horror de esa fiesta cuando una está alli!

Aunque tengo mi gaucho propio por un trabajo en mi aldea natal, como lo entregaron en Corrientes supongo que no cuenta. La gran Fiesta era ésta , la que miraba con la ñata contra el vidrio y soñaba con estar. Hasta que un día APTRA tuvo una maravillosa  equivocación y me nominó. Delirante elección dado que soy la única columnista muda que registra la historia de la radiofonía, detalle que me importó tres cuernos !!! Iba a la Fiesta!!!- De allí en más comenzó el horror: ¿qué me pongo?

Nunca tuve un vestido largo ni siquiera para casarme y en general, la elegancia no está entre mis cualidades más notables. O sea: no tenía  pilcha, no tenía zapatos, no tenía cartera y en lo único que abundaba era en kilos, lo que complicaba aún más todo lo anterior. Por suerte tengo amigas y una de ellas me prestó una falda plateada, un poco acampanada, otra aportó la parte de arriba y una tercera una capa de gasa. Para poder entrar en tal maravilloso atuendo tuve que comprar un " body" que me juraron era el mismo que usa Susana Giménez, pero en mis pagos se llama " faja atroz". Cuando todo estuvo armado quedé cual una fragata con sus velas desplegadas, una suerte de aparato cósmico con un toque a ovni amatambrado. Mi desplazamiento  tenía la gracia de un colchón. Me dolía todo lo que tenía puesto y además era inamovible. El gran enigma era si tenía que ir al baño, ¿qué hacía?

 Cuando entré por la alfombra roja, estaba trasmitiendo Viviana Canosa que me dejó pasar  cual si fuera una babosa... anónima por supuesto. Agradecí que no me escupiera.

La ubicación de mi mesa incluía un señor con cierto aspecto de enterrador , más desconocido que yo, si tal cosa era posible resultó ser el pariente de alguien de APTRA. Como a toda la gente de radio de medio pelo, me sentaron a una mesa pegada a los baños y bien al fondo. Había grandes pantallas pero no se alcanzaba a ver nada. La comida llegó tarde, fría y escasa. Con lo cual lo único que quedaba para aliviar la vida era !tomar! Pero al mismo tiempo  había que esperar que pasara la terna que nos convocaba  porque una cosa es estar serenamente borracha en tu lugar y otra caminar casi una cuadra hasta el escenario haciendo eses. Así que sin ver, sin tomar, sin comer y fajada, hube de esperar hasta perder, para sacarme los zapatos debajo de la mesa y darme a la bebida con tranquilidad de espíritu  pero con la angustia de que en algún momento debería obligadamente ir al baño.

Finalmente fui y allí me encontré con un espectáculo sorpendente. Si bien yo tenía que desatarme de las fajas, había modelitos ultra fashion que directamente se sacaban el vestido entero. Cuando todo terminó estaba perdidamente borracha y me dolía hasta mi machucado corazón.

Comprenderán porque nunca más quise volver. Lamentablemente  Tuve que volver varios años seguidos. Solo que abandoné la faja y me las arreglé con mi propia pilcha, que después usé para distintos casamientos y hasta para hacer las compras en el barrio.

Durante esta última entrega del Martín Fierro, terminé los chocolates, bostecé y fui a dormir profundamente feliz de haber zafado del horror.