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Colectoras, esa pésima decisión

*Por María Page y Gerardo Scherlis. La reciente reglamentación de las listas de adhesión o colectoras supone una noticia buena y una mala. La buena: el Gobierno fijó claramente qué se puede hacer y despejó dudas que hasta ahora motivaban interpretaciones variadas. La mala: la decisión es la peor de todas las posibles, porque tenderá a crear mayor confusión e inequidad en el proceso electoral.

Para peor, se legisló en materia electoral mediante un decreto.

El decreto establece que las listas colectoras serán aceptadas en todas sus variantes. Se permitirá, incluso, que diferentes alianzas que hayan concurrido a las elecciones primarias por separado compartan una misma boleta en las elecciones generales. Así, se habilita a una nueva ronda de alianzas luego de las primarias y se mina el objetivo original de la reforma electoral: que las primarias ordenen y transparenten la oferta electoral.

El problema es que las listas colectoras perjudican la transparencia y la equidad de las elecciones.

En primer lugar, las boletas que combinan candidaturas de distintos partidos tienden a confundir al elector desprevenido. El votante puede elegir la boleta de un partido sin darse cuenta de que al mismo tiempo está votando a otro partido para alguna de las restantes categorías en juego. Si esto ocurre, se desnaturaliza la voluntad del elector y se desdibujan las elecciones como rendición de cuentas.

Por otro lado, las listas colectoras contribuyen a la gran cantidad de boletas que el elector enfrenta hoy en el cuarto oscuro, lo que atenta contra la emisión de un voto informado . Además, este recurso alienta la aparición y facilita la supervivencia de los partidos "sellos de goma", constituidos más para "alquilar" sus estructuras a los candidatos que quieran presentarse por fuera de su partido de origen o para captar el financiamiento público, que para participar en la competencia democrática.

Podrá haber colectoras -ahora elegantemente llamadas listas de adhesión- de todos los colores, de todos con todos.

Si la reforma pretendía ordenar la oferta electoral, este decreto sacrifica ese objetivo en pos del cálculo electoral oficialista.