Cobos dio las hurras sin pelear
* Por Ricardo Kirschbaum. Julio Cobos cumplirá con su promesa: será vicepresidente de la Nación hasta el final de su mandato. Es lo único que podrá sostener luego de terminar con su carrera política al anunciar ayer que no disputará la candidatura presidencial de la Unión Cívica Radical, partido del que había sido expulsado por traición y luego readmitido.
Termina así su parábola que comenzó con su alianza con Kirchner para integrar la fórmula con Cristina. Ayudó, junto a otros radicales, al triunfo de la actual Presidenta y, tan importante como eso, a ampliar la base del kirchnerismo. Su relación civilizada con el oficialismo duró alrededor de siete meses: en julio de 2008, desempató aquella votación crucial por las retenciones, propinándole una sonora derrota al kirchnerismo en su pelea con el campo. Fue su momento, su candidatura presidencial parecía imparable aunque su habilidad política y su decisión, o ambas cosas, no parecían corresponder con las expectativas que Cobos había despertado en la sociedad. Desde entonces, no hizo más que descender en las preferencias populares. Desde el poder, la comunicación fue que Cobos era sinónimo de traición. Había una clara anomalía política en la cúspide del poder. El oficialismo actuó alrededor de ese eje y lo fue acorralando al constatar que no tenía respuestas adecuadas a la intensidad de la presión y, más que eso, a la responsabilidad de encabezar la oposición y llevarla a la victoria.
La proclamación de Alfonsín –Ernesto Sanz sostiene que disputará la candidatura presidencial en agosto– fue la excusa de Cobos para renunciar a ser candidato y para dar por terminada su carrera política, como insinuó.
Este final merece también una reflexión sobre el cambiante humor de la sociedad y la fragilidad del contrato que establece en cada oportunidad.