Cobardes
Un golpe, una paliza, un video y una condena indignante.
"Vení, cagame a palos, delante de tu hija, basura"... la que gritaba en el video es Natalia del Carmen Riquelme. A su lado, y detrás de una reja, estaba Julián Eduardo Bilbao, su expareja, quien la golpeó frente a su hijita. El video recorrió el país como un caso brutal de violencia de género, pero para la justicia, esa brutalidad se paga con tres meses de prisión en suspenso.
El caso fue un escándalo a mitad del 2012. La víctima había hecho 15 denuncias y nadie la escuchó. Y ahora, ¿la escucharon?.
El fallo condena a tres meses en suspenso al violento. Poco más de 5 días "de reflexión" por cada denuncia. Además, tiene que "hacer asistencia" en una institución donde concurren víctimas de violencia de género.
Con mucho respeto, señor Juez, mandar a un golpeador a asistir en una ONG contra la violencia de género es poner al zorro a cuidar a las gallinas.
Y en medio de todo, una nena. La misma que vio como su papá golpeaba a su mamá ahora vuelve a estar en medio. Porque él la quiere ver, y ella, lógicamente, tiene que dejarlo. Pero para la Justicia el hombre tiene que estar a 100 metros de su mujer. ¿Cómo hacemos?. Insisto, en el medio, una nena.
Según el Observatorio de Femicidios que dirige La casa del Encuentro, en nuestro país hubo 255 mujeres asesinadas en 2012, el año que se filmó el video del ataque a Natalia. En 2013, la cifra de víctimas creció a 295.
El hombre que golpea a una mujer es sencillamente un hombre con miedo, y expresa su miedo con violencia. Un sinónimo de miedo es cobardía.
Es un cobarde el tipo que le pega a una mujer porque se cree superior, porque la cree suya. Porque se siente dueño. Y golpea, y se siente superior, y mata.
Y también es un cobarde el que tiene en sus manos la posibilidad de hacer Justicia y no lo hace.
La historia policial de los últimos años está llena de dos tipos de "cobardes" con respecto a la violencia de género.
Están los cobardes que golpean, que lastiman, que matan. Y están los cobardes que ven las denuncias, las desestiman, liberan y después no hacen siquiera una autocrítica cuando por su desidia, una mujer pagó con su vida.
Ojalá que esta vez, el cobarde liberado no mate.
Ojalá que esta vez la historia no se repita.
Ojalá que otro cobarde no tenga que andar escapando de su propia culpa, por liberar a un asesino en potencia.