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Cirujanos advierten que tienen cada vez más casos de pacientes con rellenos estéticos mal hechos

Aseguran que el problema se disparó después de la pandemia y que la precarización laboral hace que más médicos se pongan a dar inyecciones sin estar formados para eso. Cuáles son los riesgos para los pacientes.


El bótox (toxina botulínica), los rellenos de ácido hialurónico y el colágeno son los inyectables más populares y demandados en rejuvenecimiento facial. Pero estos productos, que están aprobados por la ANMAT, no siempre son aplicados por manos idóneas. Incluso si esas manos son de un médico.

Durante la pandemia, muchos médicos inexpertos se volcaron al área de la estética facial, sin contar con una formación adecuada, criterio estético ni una curva de aprendizaje. Ante la falta de capacitación profesional en cirugía plástica, sumada a la precarización laboral en el sistema sanitario, las complicaciones por la aplicación incorrecta de inyectables se incrementaron drásticamente en los últimos tres años.

No ocurre solo en nuestro país. Las fuentes consultadas por Clarín señalan que aumentaron aproximadamente un 300% en Latinoamérica y que, en Argentina, los casos del “síndrome de sobrellenado facial” crecieron entre un 35 y 40%. Entre estas complicaciones se incluyen la nariz de avatar (el exceso de producto se esparce en los costados de la nariz), el signo del sol naciente en las ojeras, los cachetes de ardilla, los labios de pato y el famoso mentón de bruja.

En los últimos cinco años, los tratamientos de rejuvenecimiento facial crecieron el 20%. De hecho, conforme al último informe de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS), el 31% de los procedimientos no invasivos que se hacen en Argentina son rellenos.

“La realidad es que cada vez más profesionales de la salud están realizando prácticas estéticas para compensar el deterioro de sus ingresos, pero sin la formación suficiente. Por otro lado, muchos pacientes se dejan llevar por las redes sociales o por los precios más bajos, como el 2X1”, analiza Fernando Felice, cirujano plástico y docente de la Universidad de Buenos Aires.

“Lamentablemente, el número de complicaciones está en crecimiento permanente y tiene relación directa con la creación de un sin número de los llamados centros de estética no médicos. Cinco años atrás, la cantidad de pacientes que aparecían con problemas secundarios a inyectables era menor”, refuerza Jorge Wetzel, vicepresidente de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora (SACPER).

¿Por qué llegan a los consultorios?

La mayoría de las pacientes busca realzar rasgos positivos del rostro o atenuar signos de envejecimiento como arrugas, ojeras, flacidez, hundimientos, pérdida de volumen en mejillas, labios delgados o, incluso, evitar tratamientos quirúrgicos. Los especialistas coinciden en que, en general, los pacientes desconocen qué producto les inyectan y si el profesional está o no habilitado para dicha práctica. Suelen acudir por la propaganda en los medios electrónicos como Instagram o por recomendación de un amigo.

Diego Mecca, especialista en cirugía plástica estética y reconstructiva, cuenta que de cada diez pacientes que recibe por semana en su consultorio, cuatro acuden por un tratamiento realizado con profesionales que no son médicos o que tienen una habilitación restringida. “Hace 2 años, el porcentaje era alrededor de un 50% menos. Hay intrusismo por falta de ejercicio del poder de policía del estado y esto es una cuestión de Salud Pública”, cuestiona. “Hace 3 años, veía una complicación una vez cada dos meses. Hoy, me encuentro al menos con dos por semana”, agrega Felice.

Jorge Pedro es miembro titular de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica. En diálogo con este medio, señala que cada vez recibe más pacientes que presentan efectos adversos porque fueron a centros no autorizados o se realizaron tratamientos estéticos con médicos que carecían de conocimientos anatómicos del rostro. “No solo hay que saber diagnosticar sino minimizar la posibilidad de riesgos y actuar eficazmente para evitar secuelas y, en caso que se produzcan, saber tratarlas. Todo esto no lo realiza un intruso sino un médico formado especializado, un cirujano plástico o un dermatólogo”, advierte.

Patricio Jacovella es especialista en Medicina Legal. Menciona que este año atendió cinco consultas privadas por deformaciones e infecciones en implantes inyectables faciales de siliconas. “Los problemas legales derivados por la falta de aceptación de los resultados estéticos y la gran cantidad de intervenciones quirúrgicas practicadas por profesionales ajenos a la especialidad sugieren que el aprendizaje de esta disciplina médica no puede quedar librado a la improvisación”, invita a reflexionar.


Para Diego Korzin, presidente de la Sociedad de Cirugía Plástica de Buenos Aires, el problema principal es el excesivo uso de rellenos sin tener un criterio estético lo cual deriva en el síndrome de pillow face: una cara inflada por la creencia de que los fillers son la única forma de rejuvenecer. “Es clave saber decir que no ante la insistencia del paciente por determinado tratamiento o resultado”, subraya.

botox

Vacío legal

En Argentina no existe una Ley de Especialidades Médicas que delimite las incumbencias de los expertos. La normativa de la Ley 23.873 es general. Uno de sus artículos reza “emplear el título de especialista y anunciarse como tal”, pero no alude a la obligación de poseer el título para ejercer la especialidad. La deuda es a nivel ministerial.

“Este vacío legal es aprovechado por médicos que, sin ser especialistas en cirugía plástica, efectúan intervenciones y tratamientos simplemente avalados por su matrícula profesional”, critica Jacovella. Pedro también polemiza sobre esta cuestión: “Al no estar legislado el ejercicio profesional, el intrusismo no puede ser definido como un delito hasta que no se cometa un daño, pero no deja de entrañar un peligro”.

Por eso, Jaime Rengifo, médico dermatólogo experto en complicaciones con inyectables, evalúa que la generación de normas claras sobre quiénes son los profesionales idóneos para llevar a cabo tratamientos con inyectables debe ser un tema prioritario. Para Korzin, antes que la falta de normativa el problema reside en la formación y el criterio de quiénes realizan los tratamientos estéticos.

Profesionales habilitados

Los profesionales habilitados para realizar procedimientos de estética facial son médicos, la premisa incluye a los odontólogos y dermatólogos. "Pero toda persona sin matrícula de médico que realice un tratamiento invasivo incurre en el ejercicio ilegal de la medicina", cuestiona Wetzel.

“En Argentina, no existe una especialidad en estética. Dada la necesidad de formar profesionales, comenzamos este año el primer Diplomado en Rejuvenecimiento Facial con técnicas no quirúrgicas en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Aunque no hay una ley que lo requiera, necesitan capacitarse antes de aplicar tratamientos estéticos”, subraya Felice sobre este espacio de formación que tiene una extensión de nueve meses y ya cuenta con más de 200 alumnos.

“La especialidad en cirugía plástica requiere años de formación. No se puede obtener un título de especialista en estética en un curso de verano y mucho menos en un fin de semana. Hacer un tratamiento con inyectables no es tatuarse y no debería realizarse en una galería comercial”, específica Wetzel, que también es especialista en cirugía plástica estética y reparadora.

El run run con odontólogos y oftalmólogos

“El odontólogo tiene que colocar toxina botulínica en algunos casos muy específicos como en el bruxismo. Pero los únicos habilitados para hacer tratamientos en párpados, mirada y arrugas son cirujanos plásticos y médicos dermatólogos. Pero como en Argentina todo está permitido, médicos de otras especialidades pueden hacer este tipo de tratamientos si cuentan con la experiencia necesaria. El problema es cuando se hace en forma indiscriminada. Por ejemplo, frente al Hospital de Clínicas, hay un centro oftalmológico que publicita en la calle tratamientos estéticos. ¿Qué hace un oftalmólogo infiltrando labios?”, esboza Jorge Pedro.

Y Mecca refuerza: “los profesionales de la salud se dividen en médicos y no médicos. Entre los segundos están los odontólogos que estudian la 'salud orobucal' lo cual implica una amplia zona anatómica de acción, pero no pueden efectuar procedimientos que estén fuera de su objeto de estudio y menos si el producto a inyectar puede interferir en la salud general del paciente”.

Complicaciones frecuentes

Los problemas más frecuentes que suelen verse con los rellenos faciales en los consultorios suelen estar vinculados al incorrecto uso del producto: deformaciones faciales y labiales, con estructuras fantasmagóricas, expresiones estáticas con escaso movimiento de los músculos de la mímica, migración de productos no autorizados como materiales de implante, infecciones y hasta desvitalización de la piel con cicatrices deformantes.

Los cirujanos comparten con Clarín imágenes en las que se pueden observar todo tipo de complicaciones. En una alarma la oclusión de una rama arterial pos inyección de relleno en entrecejo y en otra alerta la necrosis (falta de vascularización) de piel en la nariz y en la mejilla después de un relleno de surco nasogeniano.

“En manos expertas también pueden presentarse riesgos. Pero si uno cuenta con la experiencia necesaria, se pueden predecir poniendo en marcha el protocolo de urgencia para evitar la complicación”, asegura Felice. Y advierte que, a veces, los problemas aparecen en los días siguientes. “Se dan cuando el profesional realizó una punción en una vena o dentro de una arteria, lo cual provoca una oclusión vascular, falta de privación de oxígeno a los tejidos y, en consecuencia, la necrosis”, explica.

Para Rengifo, la principal complicación por inyectables es la insatisfacción del paciente con el resultado estético. “En segundo lugar, tenemos las famosas oclusiones vasculares que pueden tener como resultado la pérdida de tejido en la cara o en el lugar de aplicación del inyectable. Últimamente, estamos notando un aumento en las infecciones secundarias técnicas de asepsia inadecuadas que se hacen antes, durante y después del procedimiento”, describe. El médico colombiano dará en agosto un seminario en la Universidad Maimónides justamente para capacitar a profesionales en cómo anticipar y manejar las complicaciones médicas, psicológicas y legales en medicina estética.

Mecca insiste en que los resultados no deseados en los casos de tratamientos faciales son difíciles de tratar. “Por el mal uso del producto o porque es de procedencia desconocida y, en estos casos, se desconoce el antídoto para revertir el efecto”, relata.

Resultados irreparables

Tamara se había aplicado ácido hialurónico en reiteradas oportunidades. El exceso derivó en una boca de pato, labios altos y deformados, planos, con muchas pelotitas en la línea oclusal. La hialuronidasa no resolvió su problema porque tenía mucha cicatrización de tantas veces que se había recolocado el producto. Tuvo que someterse a un procedimiento quirúrgico para achicar el volumen.

“Hay situaciones en las que un mal resultado estético, como exceso de ácido hialurónico en labios, puede significar un daño irreparable. Aunque existe un antídoto llamado hialuronidasa para diluir el exceso de producto, a veces no funciona debido a la inflamación, cicatrización y formación de colágeno. Algunos pacientes pueden quedar con volúmenes exagerados de por vida”, instruye Felice.

Pedro analiza que personas no especializadas pueden pinchar un vaso sanguíneo o un nervio cuando aplican inyectables, provocando secuelas también de por vida. “En la era de la información, la desinformación gana más. Por eso es crucial elegir centros de tratamientos médicos estéticos con trayectoria y acreditados que garanticen la calidad y seguridad de los tratamientos”, resume.

Fuente: Clarín

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