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Ciencia y difusión de la ciencia

*Por Leonardo Moledo. Entre los muchos daños que Mauricio Macri le causó a la Ciudad de Buenos Aires, figura haberla privado de albergar Tecnópolis, la nueva "ciudad de la ciencia" que se inaugurará hoy.

Entre los muchos daños que Mauricio Macri le causó a la Ciudad de Buenos Aires, figura haberla privado de albergar Tecnópolis, la nueva "ciudad de la ciencia" que se inaugurará hoy.

Tecnópolis dota a la ciudad, o a sus límites, o al país, de un emprendimiento con alientos de La Villete, o el Smithsonian, y perfectamente de acuerdo con el empuje inédito que la ciencia recibió en estos últimos años: ahora, el Ministerio de Ciencia parece lanzarse abiertamente por las sendas de la difusión científica (un costado del que había estado un poco huero –vaya palabra– hasta ahora), y que prologa, seguramente nuevos capítulos.

Porque, cosa que muchas veces se olvida, la difusión de la ciencia es ciencia en acción, difundir la ciencia es hacer ciencia, o, como me gusta decir, la divulgación es la continuación de la ciencia por otros medios.

Porque la ciencia moderna es intrínsecamente difusión: un resultado, un descubrimiento cualquiera no alcanzan el status de "científico" sin el escrutinio público: no existe la ciencia sin la comunicación, es parte constitutiva de la ciencia el ser pública: no existe el experimento sin constatación externa, un experimento no tiene validez alguna si no puede ser reproducido por otros (la leyenda, falsa con toda probabilidad, de Galileo haciendo una demostración pública de la ley de caída de los cuerpos desde la Torre de Pisa es, en ese sentido, emblemática; y se non è vera è ben trovata).

Porque además, la ciencia es social, ya que se construye con los conocimientos de una época, con las herramientas y los aparatos de la época, y con las líneas de pensamiento de la época, como si hubiera manos invisibles que ayudaran a los científicos a internarse en lo desconocido. Y como es social, es pública, y como es pública y fue construida en gran parte de manera silenciosa por la sociedad, debe volver a ella.

Así, pública y social por naturaleza, la ciencia deviene un derecho: y Tecnópolis no sólo desarrolla una función, sino que cumple con un derecho: devolver y mostrar a la sociedad lo que ella misma ha construido, a sabiendas o no.