China Zorrilla: "Miro para atrás y fui feliz"
* Por Adys González De La Rosa. La actriz uruguaya repasa su vida. Desde la infancia en París hasta los almuerzos con su padre, en el que le hablaba de Historia. La seguridad de que iba a hacer teatro.
Mi padre era escultor, no es frecuente tener un padre escultor, él le hizo un monumento a Artigas . Una vez iba pasando en un taxi y le dije al chofer: "¿Sabe quién hizo ese monumento?" Y el tachero me dijo:" su padre. " ¿Y usted cómo lo sabe?", le respondí. "Me lo dijo usted en otro viaje". Ya lo tenía harto al pobre tipo contándole lo mismo.
En Montevideo somos quince y nos conocemos todos.
Eso tiene un enorme encanto. No le digo a nadie, pero siempre tengo la nostalgia de Montevideo.
De la infancia en París me acuerdo poco , sólo del idioma. Hablo como una francesa, no porque aprendí en el colegio, sino porque en mi casa hablábamos francés. Fue la primera lengua que hablé y no te olvidás nunca de eso.
Siempre supe que iba a ser actriz.
Vivíamos en una casa enorme con mis abuelos, parecía un castillo encantado, éramos como veinte. Cada vez que se celebraba un cumpleaños había "Festival de China". Mamá ponía un telón en el living y hacíamos sketch, yo tocaba el piano. Vestía a un primo de abuelo, a otro de tío. Yo siempre hacía de mí.
En un momento se me planteó el dilema de si dedicarme al teatro o no , porque alguna gente me apoyaba, pero los que no lo hacían eran muy firmes, temí que pudiera ser pecaminoso. Y yo quería irme al cielo, pero disfrazada de algo. Poco a poco me las fui arreglando para ser lo que soy ahora, una mujer muy feliz.
A la hora de almorzar si estaba papá era otra cosa, porque él empezaba a hablar sobre la historia y lo hacía como si nos estuviera contando un cuento. Todo lo que sé de historia y literatura lo aprendí con él.
Le temo a "la que te dije" y al que te diga que no le tiene miedo a la muerte, no le creas. El que no se lo ha preguntado en público, lo ha hecho a solas cien veces y como no tenés respuesta, sabés que te lo vas a volver a preguntar hasta que ocurra.
Tengo un diario hace treinta años, no sé por qué lo hago . A veces me impresiona mirarlo, pero no quiero dejar de escribirlo. Es como si escribir fuera a demorar la despedida.
Me he dado el gusto de hacer todos los personajes de la historia, desde Julieta hasta La Celestina con Margarita Xirgu. Había una escena en que ella llevaba una chica a un prostíbulo y decía: "Me quedaré afuera, pero me quedaré mirando, que aunque ya no tenga dientes para morder, todavía me gusta sentir que se me hace agua la boca". Y le daba una intención tan brutal que estallaba el aplauso, tal era la picardía y ferocidad de ella, haberla conocido fue una gloria.
Discépolo era maravilloso , te explicaba cómo quería un personaje y te lo decía todo, estaban todas las preguntas contestadas. Sus indicaciones minuciosas te iban levantando los textos. Después de la función me decían, "qué bien estuviste" y yo sólo había hecho caso de las cosas pequeñitas que él me decía y que no estaban en el libro.
Hoy sigo haciendo teatro, porque yo he sabido muchas cosas, menos cómo gastar la cantidad de plata que he ganado.
Tampoco quiero dejar de hacer teatro porque siento que mientras lo siga haciendo estoy viva.
Me gusta hacer reír, eso no se aprende, es un don que te da Dios . Yo soy actriz de comedia y sé hacer reír a la gente. Ves a actores que no son buenos, pero son cómicos, y la gente los ama.
"Las d´ enfrente", donde ahora actúo, es una obra simpática.
Pero la apoteosis de la carcajada es la última frase, donde el público estalla en un alarido de risas con aplausos.
Prefiero siempre el teatro.
Tengo 89 años y aunque te maquillen, el cine no te perdona cuando te acercan la cámara. Tampoco quiero ser como la gente que niega a aceptar que pasan los años se sacan arrugas.
Toda mi vida soñé con hacer lo que hice, muy poca gente se puede dar ese lujo, pero me hubiera gustado casarme y tener hijos, eso me quedó en el camino. Me enamoré muchas veces y tuve un gran amor por quien hubiera dejado todo. Pero miro para atrás y fui feliz.
En Montevideo somos quince y nos conocemos todos.
Eso tiene un enorme encanto. No le digo a nadie, pero siempre tengo la nostalgia de Montevideo.
De la infancia en París me acuerdo poco , sólo del idioma. Hablo como una francesa, no porque aprendí en el colegio, sino porque en mi casa hablábamos francés. Fue la primera lengua que hablé y no te olvidás nunca de eso.
Siempre supe que iba a ser actriz.
Vivíamos en una casa enorme con mis abuelos, parecía un castillo encantado, éramos como veinte. Cada vez que se celebraba un cumpleaños había "Festival de China". Mamá ponía un telón en el living y hacíamos sketch, yo tocaba el piano. Vestía a un primo de abuelo, a otro de tío. Yo siempre hacía de mí.
En un momento se me planteó el dilema de si dedicarme al teatro o no , porque alguna gente me apoyaba, pero los que no lo hacían eran muy firmes, temí que pudiera ser pecaminoso. Y yo quería irme al cielo, pero disfrazada de algo. Poco a poco me las fui arreglando para ser lo que soy ahora, una mujer muy feliz.
A la hora de almorzar si estaba papá era otra cosa, porque él empezaba a hablar sobre la historia y lo hacía como si nos estuviera contando un cuento. Todo lo que sé de historia y literatura lo aprendí con él.
Le temo a "la que te dije" y al que te diga que no le tiene miedo a la muerte, no le creas. El que no se lo ha preguntado en público, lo ha hecho a solas cien veces y como no tenés respuesta, sabés que te lo vas a volver a preguntar hasta que ocurra.
Tengo un diario hace treinta años, no sé por qué lo hago . A veces me impresiona mirarlo, pero no quiero dejar de escribirlo. Es como si escribir fuera a demorar la despedida.
Me he dado el gusto de hacer todos los personajes de la historia, desde Julieta hasta La Celestina con Margarita Xirgu. Había una escena en que ella llevaba una chica a un prostíbulo y decía: "Me quedaré afuera, pero me quedaré mirando, que aunque ya no tenga dientes para morder, todavía me gusta sentir que se me hace agua la boca". Y le daba una intención tan brutal que estallaba el aplauso, tal era la picardía y ferocidad de ella, haberla conocido fue una gloria.
Discépolo era maravilloso , te explicaba cómo quería un personaje y te lo decía todo, estaban todas las preguntas contestadas. Sus indicaciones minuciosas te iban levantando los textos. Después de la función me decían, "qué bien estuviste" y yo sólo había hecho caso de las cosas pequeñitas que él me decía y que no estaban en el libro.
Hoy sigo haciendo teatro, porque yo he sabido muchas cosas, menos cómo gastar la cantidad de plata que he ganado.
Tampoco quiero dejar de hacer teatro porque siento que mientras lo siga haciendo estoy viva.
Me gusta hacer reír, eso no se aprende, es un don que te da Dios . Yo soy actriz de comedia y sé hacer reír a la gente. Ves a actores que no son buenos, pero son cómicos, y la gente los ama.
"Las d´ enfrente", donde ahora actúo, es una obra simpática.
Pero la apoteosis de la carcajada es la última frase, donde el público estalla en un alarido de risas con aplausos.
Prefiero siempre el teatro.
Tengo 89 años y aunque te maquillen, el cine no te perdona cuando te acercan la cámara. Tampoco quiero ser como la gente que niega a aceptar que pasan los años se sacan arrugas.
Toda mi vida soñé con hacer lo que hice, muy poca gente se puede dar ese lujo, pero me hubiera gustado casarme y tener hijos, eso me quedó en el camino. Me enamoré muchas veces y tuve un gran amor por quien hubiera dejado todo. Pero miro para atrás y fui feliz.