China: de contramano con Brasil y Argentina
La gran mayoría de las naciones decidieron encerrarse defensivamente en sí mismas, lo que derivó en el colapso del conjunto del comercio mundial.
Por esto, cuando se escucha que la solución a la probable profundización de la preocupante crisis económica europea sería –para el Mercosur– encerrarse en sí mismo, las dudas aparecen. De inmediato.
Ocurre que, si todos hiciéramos lo mismo, todos perderíamos. Pero Dilma Rousseff y Cristina Fernández, pese a ello, no tuvieron mayores dudas: la solución –en caso de que la recesión se extienda e impere– está, creen, en el proteccionismo regional y así la anunciaron a propios y extraños, con bombos y platillos. Como para que no haya dudas acerca de cómo reaccionarán sus respectivos países en ese supuesto. Lo que seguramente, después de la "toma de posición", será estratégicamente anticipado por todos nuestros socios comerciales.
Hu Jintao tiene, en cambio, otro discurso. Distinto. El opuesto, más bien. Se ha comprometido a una apertura que define como "aún mayor" de la economía china en el marco del libre comercio, pese al deterioro de las condiciones de la economía mundial. Así de claro.
Ése es el discurso oficial. Éste es el mensaje que emitió concretamente al celebrar el país recientemente el décimo aniversario de su acceso a la Organización Mundial del Comercio.
Para ello China respetará –dice– el Estado de derecho y la santidad de sus contratos y compromisos. Reducirá, además, la ingerencia del Estado en la actividad económica. Y protegerá la propiedad intelectual. Todo esto es abrazar la ortodoxia, obviamente. Lo que es muy distinto a anunciar que se "pateará el tablero, cuantas veces sea necesario".
Este anuncio ocurre en paralelo con una lenta apreciación del renminbi, menor a la que el resto del mundo procura, pero apreciación al fin. Las exportaciones chinas en el pasado noviembre mostraron una nueva desaceleración, de casi el 16% respecto del mismo mes del año anterior. Las importaciones chinas del resto del mundo también cayeron: un 22%, esto es algo menos que en octubre pasado, entonces.
Hu aclaró que el país no tendrá como "objetivo deliberado" el aumento del saldo favorable de su balanza comercial. China sostiene –recordemos– que su saldo comercial favorable decaerá en el 2011, por tercer año consecutivo. Moderadamente.
Pero que ésa y no otra es la tendencia, sostiene. El saldo comercial favorable, que en el 2008 era de unos 300 billones de dólares, se reducirá, según anticipa ahora China, a la mitad de esa cifra. Hablamos de menos del 3% del PBI.
Como discurso, bien distinto. Los socios comerciales chinos siguen sin embargo sosteniendo que, además de la acusación de manipulación del tipo de cambio, China subsidia de distintas maneras a su sector exportador, lo que hace que su discurso sea ortodoxo pero que –de frente a la realidad– pocos estén dispuestos a creerlo enteramente.
Ocurre que, si todos hiciéramos lo mismo, todos perderíamos. Pero Dilma Rousseff y Cristina Fernández, pese a ello, no tuvieron mayores dudas: la solución –en caso de que la recesión se extienda e impere– está, creen, en el proteccionismo regional y así la anunciaron a propios y extraños, con bombos y platillos. Como para que no haya dudas acerca de cómo reaccionarán sus respectivos países en ese supuesto. Lo que seguramente, después de la "toma de posición", será estratégicamente anticipado por todos nuestros socios comerciales.
Hu Jintao tiene, en cambio, otro discurso. Distinto. El opuesto, más bien. Se ha comprometido a una apertura que define como "aún mayor" de la economía china en el marco del libre comercio, pese al deterioro de las condiciones de la economía mundial. Así de claro.
Ése es el discurso oficial. Éste es el mensaje que emitió concretamente al celebrar el país recientemente el décimo aniversario de su acceso a la Organización Mundial del Comercio.
Para ello China respetará –dice– el Estado de derecho y la santidad de sus contratos y compromisos. Reducirá, además, la ingerencia del Estado en la actividad económica. Y protegerá la propiedad intelectual. Todo esto es abrazar la ortodoxia, obviamente. Lo que es muy distinto a anunciar que se "pateará el tablero, cuantas veces sea necesario".
Este anuncio ocurre en paralelo con una lenta apreciación del renminbi, menor a la que el resto del mundo procura, pero apreciación al fin. Las exportaciones chinas en el pasado noviembre mostraron una nueva desaceleración, de casi el 16% respecto del mismo mes del año anterior. Las importaciones chinas del resto del mundo también cayeron: un 22%, esto es algo menos que en octubre pasado, entonces.
Hu aclaró que el país no tendrá como "objetivo deliberado" el aumento del saldo favorable de su balanza comercial. China sostiene –recordemos– que su saldo comercial favorable decaerá en el 2011, por tercer año consecutivo. Moderadamente.
Pero que ésa y no otra es la tendencia, sostiene. El saldo comercial favorable, que en el 2008 era de unos 300 billones de dólares, se reducirá, según anticipa ahora China, a la mitad de esa cifra. Hablamos de menos del 3% del PBI.
Como discurso, bien distinto. Los socios comerciales chinos siguen sin embargo sosteniendo que, además de la acusación de manipulación del tipo de cambio, China subsidia de distintas maneras a su sector exportador, lo que hace que su discurso sea ortodoxo pero que –de frente a la realidad– pocos estén dispuestos a creerlo enteramente.