Chile y Suecia, dos caras de una misma moneda
Manifestaciones multitudinarias de jóvenes estudiantes exigen hace meses la reforma del sistema educativo chileno. La líder estudiantil, Camila Vallejo, afirmó que no se puede mejorar el sistema actual.
Queremos cambiar el modelo educacional porque el modelo fracasó. No queremos mejorar el sistema, sino cambiarlo.
Una de las características del sistema educativo chileno es el denominado voucher educativo, el cual se instauró en 1980 y se mantuvo con diversas modificaciones durante los gobiernos de la Concertación.
Respecto a dicho sistema, el ex candidato presidencial, Marco Enríquez-Ominami, expresó que quien desreguló los colegios secundarios fue la Concertación: Hace tres décadas que les vienen diciendo a los chilenos que su paradigma es la libertad, y eso fue el pretexto para liberalizar el sistema educativo lucrativo. Hay que emparejar, generar más igualdad a costa de menos libertad.
Camila Vallejo también sostuvo que es muy importante para nosotros recalcar que esto trasciende los límites de las fronteras de Chile. Las demandas expresadas interpretan a gran parte del pueblo, tanto latinoamericano como europeo, porque es la recuperación de algo legítimo. ¿Es dicha percepción correcta? La evidencia provista por Suecia la cuestiona seriamente.
Suecia gasta más de su PBI en servicios sociales que cualquier otro país en el mundo. Una considerable proporción de dicho presupuesto se destina a financiar, en forma total, los diez años de educación obligatoria garantizados a todo ciudadano. Explícitamente, la Swedish Education Act establece que todos los niños deben tener igualdad de acceso a la educación, independientemente de su género, locación, o factores sociales o económicos.
En 1995, el hoy Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, se preguntaba, ¿cuántos de los lectores de este artículo saben que en Suecia funciona desde hace años y con absoluto éxito el sistema de vouchers escolares para estimular la competencia entre colegios y permitir a los padres de familia una mayor libertad de elección de los planteles donde quieren educar a sus hijos? Yo, por lo menos, lo ignoraba. Antes, en Suecia, uno pertenecía obligatoriamente a la escuela de su barrio. Ahora, decide libremente dónde quiere educarse, si en instituciones públicas o privadas -con o sin fines de lucro- y el Estado se limita a proporcionarle el voucher con que pagará por aquellos servicios. La multiplicación de colegios privados no ha empobrecido a las instituciones públicas; por el contrario, la competencia a que ahora se ven sometidas las ha dinamizado, ha sido un incentivo para su modernización. Al igual que Vargas Llosa, yo, lo desconocía.
El sistema fue introducido en 1992 por una coalición de centro derecha, en ese entonces en el gobierno. En 1994, al retornar al gobierno la democracia social, la popularidad del programa llevó al nuevo gobierno a no revertirlo, sino a expandirlo. El mismo se basa en la premisa que el Estado tiene la responsabilidad de garantizar que todos los niños reciban una buena educación, pero que para ello no es necesario que sea el mismo Estado quien la provea. El programa, en consonancia con la tradición sueca de justicia social e igualdad de oportunidades, posibilitó que todas las familias puedan elegir entre escuelas públicas y privadas, independientemente de sus posibilidades económicas.
Existe un importante debate sobre si los vouchers chilenos han rendido los resultados esperados, si el sistema es perfectible, si requiere reformas, pero ¿justifica ello el actual nivel de efervescencia estudiantil pese a que la propia Concertación tampoco cambió el modelo durante sus 20 años de gestión? Si bien el sistema sueco tiene similitudes y diferencias con el chileno, el éxito del mismo nos sugiere una respuesta, al fin y al cabo Chile y Suecia aparentan ser dos caras de una misma moneda.