Chile debe encarar sus tareas pendientes
* Por Ricardo Lagos. Los estudiantes chilenos han logrado instalar una agenda ambiciosa para avanzar hacia una sociedad más justa.
"¿Qué está pasando en Chile?" es la pregunta recurrente que escucho en mi paso reciente por Asia y Europa. Una pregunta acompañada de cierta sorpresa porque Chile ha tenido avances fundamentales multiplicando por tres su producto por persona en 20 años para avanzar hacia un país más justo. Pero también quedaron tareas pendientes , a la espera de un momento político para ellas.
Ese momento ha llegado.
Por cierto, hay quienes lo preguntan teniendo en la retina las imágenes de confrontación y violencia mostradas con profusión a nivel internacional. Aquí uno debe ser claro: t odo aquello que es expresión de vandalismo y destrucción irracional tiene el repudio de la inmensa mayoría de los chilenos.
Pero digamos también, si uno mira el escenario internacional, que Chile, por cierto, no está en una crisis imposible de manejar.
La solidez sembrada por dos décadas ante el mundo sigue allí como capital de reserva y fortaleza de nuestra imagen.
Los jóvenes que marchan por la calles con sus propuestas, orgullo y creatividad son hijos de la democracia, son aquellos que nacieron en 1990. La esencia de la demanda y de su forma de exigir está impregnada de su propio tiempo.
Ellos han logrado colocar una agenda más ambiciosa para hacer avanzar a Chile hacia otra etapa de su historia.
Cada generación tiene su propia épica. Hoy estamos frente a una nueva democracia, tan distinta de aquella que eligió a Patricio Aylwin, y esta generación exige más participación . La conclusión es una sola: el andamiaje político construido a principios de los 90 está obsoleto, desgastado.
Llegó la hora de ir más allá porque hay una nueva ciudadanía que lo exige y un sistema político que no es capaz de dar respuestas a esas demandas.
La Concertación por la Democracia, en dieciséis años de los veinte que estuvo en el poder, no tuvo mayorías en el Senado por la presencia de esos senadores designados y las duras negociaciones impuestas por la derecha. Como dijo Aylwin, se avanzaba "en la medida de lo posible". Y a veces hubo que aceptar duras negativas, para sacar adelante una ley lo más cercana a nuestros principios e ideales.
Esta ciudadanía desarrolla su vida cotidiana en una sociedad que ha producido transformaciones consistentes y con ello nuevas necesidades.
Existía un 40% de pobreza en la sociedad chilena y ahora es un 11% .
Ese 29% que pudo insertarse en los sectores medios aspira a vivir mejor , con más protecciones y derechos, con regulaciones que impidan los abusos, con un trato justo y la percepción de un progreso que no se construya a costo de las personas.
Lo que estamos viviendo nos entrega una gran lección que es sabida: hay dos grandes modelos para el ordenamiento económico de una sociedad . La visión ultraliberal sostiene que es el mecanismo de mercado el que a través de la competencia de los distintos actores económicos logra el óptimo con los menores costos para los ciudadanos. El otro, reclama la presencia de un Estado que ordene y organice el mercado, que lo regule cuando sea necesario, precisamente para evitar desigualdades injustas o aquellos abusos del más poderoso respecto del débil.
Este modelo, las veces que la Concertación intentó modificarlo no pudo porque no existían mayorías para ello. En consecuencia, lo que ahora se ve es el reclamo de toda una sociedad, que se hace visible a través de los estudiantes . Democracia en definitiva, lo hemos dicho otras veces, es el proceso por el cual los ciudadanos indican los bienes públicos que deben estar al alcance de todos.
¿Cuáles debieran ser los bienes públicos en el ámbito de la educación o de la seguridad social, o de la salud, o de la previsión? ¿Qué mecanismos y regulaciones financieras protegen nuestros ahorros y nos dan un justo rédito por el esfuerzo? ¿Cuáles son las tasas de interés máximas que se pueden cobrar? Estos son los temas que han estado latentes por tanto tiempo.
Y esto la gente lo siente, lo vive. Es una de las cuestiones fuertes detrás de las protestas. Nada se saca con acudir al tan citado ingreso per capita. Sí, es cierto, Chile está en lo alto en la región. Creamos las condiciones para que el crecimiento económico se diera.
Pero hoy, ¿quién contiene la ira cuando, más allá de ese promedio de 15 mil dólares, las diferencias son social y éticamente insoportables , no obstante lo que se avanzó en hacer retroceder la pobreza y mejorar las condiciones de vida de los chilenos? Y allí aparece la urgencia de la reforma política al llamado sistema electoral binominal. Con este andamiaje las elecciones han derivado en un sistema donde cada lado del arco político elige uno. Es la política del empate , artificial por cierto , donde el que saca el 60 % de los votos y aquel que logra el 40, terminan en las mismas condiciones, cada cual con un parlamentario. Sólo cuando una agrupación obtiene más del 66 % de los sufragios en una determinada circunscripción, puede reclamar los dos puestos parlamentarios para sí.
Ese empate casi permanente altera la expresión de los ciudadanos en las urnas y erosiona la legitimidad de los parlamentarios.
¿Qué pasa en Chile? Los ciudadanos buscan una sociedad más justa a partir de la que tienen . Lo piden quienes se articulan en redes sociales, en un espacio de colaboración, información, convocatoria y organización. Es otro tiempo. Lo que fue útil ayer ya no parece serlo hoy. En suma, lo que está en juego es la calidad de la política , entendida como la capacidad de construir acuerdos con la ciudadanía en beneficio del país. Y hoy, este gran acuerdo debe ser para un nuevo andamiaje político o al menos un nuevo sistema electoral.
Un salto grande para que la educación no sea privilegio de unos pocos , lo cual demanda sustanciales recursos que hacen necesaria una reforma tributaria profunda. Esta y no otra es la respuesta que Chile espera de su clase dirigente.
* EX PRESIDENTE DE CHILE