Charlas de Quincho
Quinchos nacionales e internacionales, como el de un gobernador que viajó a Francia, apagó el celular y dejó que sus operadores se encarguen de responder dudas y cuestionamientos.
En el interior, otro mandatario local recorrió dos provincias, asistió a un festival folclórico y al clásico Boca-River, pese a que aún falta mucho para la próxima elección presidencial. Otro quincho: el de diplomáticos locales, enojados por una designación en embajada clave. "Es una frivolidad", acusan en relación con la diplomacia asignada. El gran quincho de la semana, sin embargo, transcurrió en Mar del Plata: sus repercusiones políticas todavía resuenen y seguirán haciéndolo con seguridad mucho tiempo más. Veamos.
El enero que se conmovió con la enfermedad presidencial retomó el ritmo veraniego, y con la Presidente en recuperación y de fin de semana en El Calafate, y Daniel Scioli en Francia en estadía raramente prolongada, el escenario pareció vacío. Claro que las señales de confrontación interna y externa animaron los quinchos que se repartieron por toda la geografía patria. El que más resonó, y que ha sido contado en todos sus detalles, fue el almuerzo en el coqueto La Bita (apócope de La Bitácora), en el complejo del Yatch Club de Mar del Plata, en donde un grupo del kirchnerismo de Olivos -para diferenciarlo de otras tribus- habló de reforma constitucional. No hizo falta mencionar la palabra «reelección» en ese condumio que se transmitió urbi et orbi desde sus organizadores como la cumbre política más importante del verano; de hecho, todos los protagonistas del almuerzo negaron que se hablase de nuevo mandato, pero esa palabra la ponen los periodistas y el público, al que han entrenado para leer detrás de la palabra reforma la palabra reelección.
Esa identificación parece poco oportuna para muchos, incluso en el oficialismo, que es donde mejor conocen las dificultades que tiene siempre el peronismo en las batallas institucionales (recordar las derrotas en el debate por la reelección de los gobernadores en 2007 o el fiasco de las candidaturas testimoniales en 2009). Pero es inevitable que se discuta cada tanto la reforma de una Constitución que la oposición al peronismo le impuso en 1994 a cambio de la reelección de Carlos Menem con institutos que los Gobiernos peronistas han tratado de ir eliminando en lo fáctico. Una reforma para el peronismo, con reelección o no, sería para eliminar el Consejo de la Magistratura o la Auditoría General de la Nación -que debe presidir siempre un opositor-, o las restricciones a los decretos especiales. Pero cualquier reforma, según el escenario político de hoy, es imposible sin la ayuda de la UCR y del socialismo de Hermes Binner, cuyas fuerzas son beneficiarias de esas creaciones de la reforma de 1994.
Inevitable, además, que se hablase de reforma ahora, cuando el kirchnerismo que ganó el 23 de octubre con Cristina, conserva la fuerza del resultado; cuando se está estrenando poder es el momento de lanzar proyectos fuertes que serían imposibles cuando una gestión ya sufre el desgaste del tiempo. Después los costos son más altos y este momento de debut puede servir para medir el efecto de esas ideas en la opinión pública. Pero estas aventuras sirven para mucho, en especial para forzar tomas de posición, por ejemplo, frente al sciolismo, desde que está instalado en el imaginario político que el futuro del peronismo está entre Cristina de Kirchner y el gobernador. Hablar de reforma, es decir de reelección, es quebrar esa idea e instalar la de que Cristina puede repetir y que Scioli puede no ser.
Esta señal la recibió el gobernador ya en París, adonde emprendió a comienzos de semana el viaje más largo que se le recuerde; pensaba volver a fin de esta que transcurre, pero regresará pasado mañana. El viaje pareció un gesto repetido; jugada fuerte al mencionar la necesidad de Hugo Moyano en el partido, respuesta con lenguaje incorrecto a las críticas por haber jugado un partido de fútbol 5 con un equipo que integraba Mauricio Macri y, de inmediato, salida de la escena y silencio telefónico hasta nuevo aviso. En esta ausencia ni los entornistas más estrechos pudieron comunicarse con él, lo cual los dejó también en silencio para responder a la andanada de periodismo presuntivo que generó esta saga informativa.
Esa mezcla de silencio y ausencia hizo brotar la imaginación de sus voceros, que hablarán esta semana con una respuesta no menos agresiva que los cuestionamientos que han puesto a Scioli de malhumor, y que dice más o menos así: si Cristina de Kirchner busca la reelección, ¿puede hacerlo sin asegurarle una reelección al gobernador en la provincia? Dicho de otra manera; si Cristina lograse las adhesiones al proyecto de tercer mandato, necesitará del peronismo de Buenos Aires que lo tiene a Scioli de jefe. Algo así como lo que ocurrió en 1994-95: Menem tuvo reelección pero sujeta a que Duhalde también la tendría en la provincia.
Siempre en el terreno especulativo, falta tanto que habrá desmentidas desde la cúpula de este proyecto que ilusiona a todo quien gobierna. Diana Conti, precursora de este turno reeleccionistas, ya dijo ayer que por lo que sabe, Cristina no quiere reelección: tampoco ha dicho Scioli si irá por la presidencia y si toleraría ocho años más de gobernación. Pero que algo hay, algo hay, porque la iniciativa tiene varias terminales (Amado Boudou, Diego Bossio, Julián Domínguez, Gabriel Mariotto) que suelen ser cautelosas y que no actúan sin una señal de Olivos.
Estos desvelos son chicos frente a los que se llevó Cristina en su viaje a Santa Cruz -Río Gallegos, El Calafate con sólo familia-, que no tienen que ver con estas guerrillas domésticas en que otros juegan sus ambiciones con capital ajeno, sino con la agenda que más desvela hoy a todos los gobiernos que es la internacional. Las señales de alarma de la crisis mundial no cesan, pero le tranquilizan el ánimo las que le hicieron llegar algunos encargados de seguir negociaciones que tienen final abierto. La principal llegó de Washington, desde donde el delegado ante el FMI, Alfredo McLaughlin, confirmó que del análisis de la situación de la Argentina que hará el board del organismo pasado mañana no hay que esperar ninguna sanción ni observación.
El centro de ese análisis es el sistema de medición de la economía, para cuya reforma se había comprometido el Gobierno ante la última misión que visitó la Argentina. El nuevo sistema que se prepara puede estar en funcionamiento (por la complejidad que implica crear un método nacional de medición de las variables) recién a comienzos de 2014. Lo más que podrá sugerir el FMI en su dictamen del próximo miércoles es que la Argentina muestre algún avance de ese sistema.
Ese mismo día cuando el FMI esté hablando de la Argentina, y aunque no tiene nada que ver con estos entuertos, debutará en Wa-shington el gobernador mendocino Francisco Pérez, a quien le han preparado una serie de reuniones con organismos internacionales para que faciliten el arranque de su Gobierno. Es el primer mandatario de los elegidos el 10 de diciembre que viaja a los EE.UU. en gesto que otros gobernadores hacían en otros tiempos con frecuencia, antes de que las relaciones con esas oficinas terminasen demonizadas por el kirchnerismo.
También parecen tranquilizadoras las señales que vienen del ministerio de Julio Alak, quien tiene previsto viajar a París la semana que viene para participar de una reunión del GAFI -organismo internacional antilavado- de la que puede resultar que el país salga de la lista de seguimiento intensivo. Con las últimas reformas que hizo el Congreso a la legislación criolla se cumplieron los pedidos del GAFI a la Argentina, que si no sale en febrero de la lista de observados, lo hará en la reunión de junio próximo, que es cuando se cumple el plazo de un año que había negociado el país para las reformas. El Gobierno, como ha hecho en temas que le interesan en serio, pagó el costo de la sanción de la llamada «ley antiterrorista» que recibió críticas de aliados de la izquierda que temen se la aplique a piqueteros y otros revoltosos callejeros.
Pero como ocurrió con la ley de glaciares, sostuvo la posición frente a las críticas, con tal de que el GAFI deje de observar al país como débil en materia de lavado. Lo que falta ahora es que los jueces empiecen a aplicar estas nuevas normas y haya sanciones a los acusados de lavar, que es lo que en el fondo critica el GAFI, que dice que en la Argentina no hay condenados por ese delito. La intención de mover a los jueces a aplicar esas normas está detrás de la dureza de trato que tiene el Gobierno sobre los magistrados a través del Consejo de la Magistratura y de otros mecanismos como criticarles los altos sueldos y las altas jubilaciones que tienen.
Los pergeños del oficialismo que requieren -como una reforma- mayorías especiales que comprometan a la oposición, entran en zona resbaladiza cuando le convendría al Gobierno festejar algo con esos opositores. Por ejemplo, el gesto de Ricardo Alfonsín y Hermes Binner de acompañar los reclamos de soberanía en Malvinas -que habrán compartido siempre pero que pronuncian en sintonía con el oficialismo-. Habría potenciado la coincidencia en esa política de Estado que los dos excandidatos no hubieran tenido, al mismo tiempo, que criticar los devaneos reeleccionistas que los sorprendieron en plena cumbre del socialismo internacional en San José de Costa Rica. Curioso esa travesía de Alfonsín y Binner porque la compartieron hasta en las minucias, como viajar de ida y de vuelta en el mismo avión -aunque no sentados juntos-, alojarse en un Holiday Inn -no tenían dinero, dijeron las delegaciones, para pagar el Intercontinental de San José-, y compartir comidas y mesas redondas. Todo para regresar explicando que nunca hablaron a solas de algún acuerdo político, algo sobre lo que habían coqueteado en la semana anterior.
Claro que los dos tenían férreos vigilantes; de un lado, el radical, Marcelo Stubrin; del otro, el socialista, el senador provincial Juan Carlos Zabalza, que parecieron vigilar que ese viaje internacional no produjese alguna noticia sobre un acuerdo que en el radicalismo, por lo menos, se discute mucho. Encima, el presidente de la UCR, Mario Barletta, es de Santa Fe y si de algo quiere cuidarse Alfonsín es de que cualquier paso que dé para sostener la idea de un frente UCR-PS para 2013 lesione las relaciones de cogobierno que unen a esos partidos en su provincia. Los radicales que critican a Alfonsín por su alianza del año pasado en Buenos Aires con Francisco de Narváez insisten en que unirse a Binner y al socialismo en la próxima elección sólo le conviene a éstos porque escondería su debilidad en otros distritos si se juntan con una UCR que conserva representación en todas las provincias.
Esa distracción respecto de alianzas la ven también otros radicales en el gesto de ayer del presidente de esa formación en Mendoza, el excobista e intendente de Godoy Cruz Alfredo Cornejo, de aparecer firmando acuerdos con Mauricio Macri. Esa cita se justificó en intenciones institucionales, pero se anota sin duda en lo político. El gobernante porteño está lanzado a la formación de una red de aliados aprovechando los heridos que han dejado la UCR y el PJ después del debate por las candidaturas del año pasado. Según los operadores del macrismo hay decenas de intendentes del peronismo, del radicalismo y de partidos provinciales que piden firmar acuerdos como el de ayer con Macri, como forma de mostrarse en la disidencia, fuera para saltar hacia afuera o, como harán muchos, para levantar el precio de su adhesión al peronismo kirchnerista.
Esto se debatió ayer en el salón de la bodega de los Catena de Mendoza adonde Macri repostó para comerse un asado con acompañantes del viaje a Mendoza como Emilio Monzó -el otro operador, Humberto Schiavoni, lo acompañó sólo en el tramo cordobés de la gira de fin de semana-, y los locales Omar Demarchi, Luis Rosales y Enrique Thomas. En la charla se entusiasmaron con resultados de una encuesta que dice que el público, cuando habla de la competencia de poder a futuro, identifica a Cristina peleando hacia afuera del peronismo con Macri, y hacia adentro del peronismo con Daniel Scioli.
Ese estudio, se escuchó en esa mesa, lo conoce también el Gobierno y explica los gestos de diferenciación del kirchnerismo puro respecto del gobernador. También explica, según esta óptica del macrismo, la hostilidad con la cual el Gobierno nacional emprendió definitivamente en la cohabitación con la administración porteña. Todas las semanas nos tiran con algo -se dijo en la mesa- porque no pueden permitirse que a Mauricio le vaya bien en algo. Es la razón, explicaron, por la cual todos los temas comunes están enredados, Policía, transportes, etc. «La relaciones con la Nación están mal», les contaron los visitantes a sus anfitriones, antes de ir por la tarde a reunirse con Cornejo y después a ver el partido Boca-River.
Macri festejó que recibiese saludos del público el sábado cuando caminó las cinco cuadras que van, por una calle peatonal, desde la tradicional confitería Munich de Cosquín hasta la plaza en donde transcurre el festival del folclore. Un entornista destacó que un vecino se le acercó a Macri y le dijo que era peronista y de Boca, y que por eso lo iba a votar. Agregó otro: decí que era un mamado. Sí, le respondieron, era un mamado, pero esas son señales importantes, porque los mamados dicen la verdad. Y a un político, si no lo apoyan los mamados, no va a ninguna parte. Hubo tiempo para festejos adelantados por el cumpleaños del visitante, 53 el próximo 8 de febrero, porque Macri se va esta semana por 15 días de vacaciones y no habrá fiesta con imitaciones de Freddie Mercury.
Eso privará a los macristas, y a los mirones de los quinchos cumpleañeros, de una oportunidad para el regocijo; tampoco lo aportará el cumpleaños 59 de Cristina de Kirchner, que se celebrará el próximo 18 de febrero con el recato que le da la Presidente a estos acontecimientos desde la muerte de su marido Néstor. Después de esa vacación Macri seguirá recorriendo provincias y alzando heridos; se mueve ya como el único candidato presidencial en carrera; cree que desde el kirchnerismo le harán la vida imposible y tiene que responder haciendo política en donde ellos se creen imbatibles.
Cree además Macri que si compara la reacción del público en estos viajes con la que registraba en la gira similar de 2010 para la candidatura presidencial que se frustró, hoy tiene mejor recepción. Por eso le ve rédito a tener que caminar por Cosquín, terminar cenando en la sala vip detrás del escenario, viajar a Córdoba Capital a dormir el sábado en el Sheraton, subirse ayer al avión rumbo a Mendoza y volver en la madrugada de hoy, después del partido. Son esfuerzos que hace un candidato sólo en el tramo final de una campaña. Con todo lo que falta.
Sin grandes estrellas en el escenario con tanto viaje de los protagonistas, se empobrecieron otros saraos, como la despedida del exvicecanciller Alberto D'Alot-to en el hotel Crillón, que vino a coincidir el miércoles con la reaparición de Cristina de Kirchner en actos después de su operación. Por eso le repetirán hoy la despedida casi los mismos festejantes de su salida del cargo para ir como representante de los organismos con sede en Ginebra, que son los mismos que no festejan la designación de Alicia Castro como nueva embajadora en Gran Bretaña. Ese cargo es el más deseado por los diplomáticos de carrera -y los políticos, se presume, aunque pocos han tenido antes ese destino- y ven que el Gobierno lo cede a la exembajadora en Caracas y exsindicalista de las azafatas. Es cierto que un plan como el que lleva adelante el Gobierno para relanzar la puja por la soberanía en Malvinas, usurpadas por Inglaterra, no depende del todo de quién sea el embajador. Pero designar, creen los diplomáticos, a alguien que es más un símbolo y un vocero del Gobierno que un experto en la materia, parece una frivolidad. Ya en la semana que pasó hubo lecciones de urgencia para profesionales con destino a Londres para empaparse de los entresijos de esa disputa, que son más que complejos, para asistir a esta embajadora a quienes sus ayudantes en la legación de Venezuela le duraron poco por el trato que, dicen, les dio.
Estas quejas y estas ilusiones se repitieron al día siguiente en el festejo del Día Nacional de Australia, que se recordó en los jardines de la embajada de Patricia Holmes bajo un calor poco fácil de soportar sin unas cervezas que circularon más de lo aconsejable. Algunos embajadores que no tienen vacaciones ayudaron a poblar ese jardín de la residencia del barrio de Belgrano: Guido La Tella de Italia, el alemán Günther Kness, Andrew Noonan de la Embajada de Irlanda, Miguel Braun -ex CiPPEC y actual director del Think Tank PROM- Fundación Pensar; Juan Pablo Maglier, Fulvio Pompeo -operador diplomático del jefe de Gobierno Macri, el diputado nacional Julián Obiglio y alguno más, quienes se entretuvieron con el trago, la música de jazz y un anecdotario jugoso.
Como el que advirtió que lo primero que tiene que hacer un legislador es recordar qué votó y qué no votó. Violó esa norma no escrita el diputado macrista Pablo Tonelli, quien en 2007 rechazó el proyecto de su colega chubutense Eduardo de Bernardi que declaraba a Esquel como capital nacional de la pesca con mosca. Tonelli alzó la voz para sostener que ese honor le correspondía a la neuquina San Martín de los Andes. Tonelli y Federico Pinedo fueron los únicos en votar en contra de esa declaración. En diciembre pasado, cuando todo parecía olvidado, Tonelli llegó a Esquel a practicar ese deporte, que es también una ciencia, pero se enteró que a raíz de aquel voto de 2007 había sido declarado persona non grata. Más con sordina se preguntaron algunos diplomáticos presentes si el Gobierno se va a pronunciar sobre el enjuiciamiento en España del polémico juez Baltasar Garzón por presunto cohecho. Lo acusan de haber recibido dinero de empresas a través de la New York University en donde daba cursos en 2005 y 2006, los mismos años en los que participó en actos públicos, entre ellos una mesa redonda con Cristina de Kirchner en un viaje en el cual acompañó, siendo senadora, al expresidente Néstor Kirchner. En España pocos creen que puedan condenarlo, pero puede recibir una suspensión inhabilitante por tantos años que lo dejaría fuera de la carrera judicial.
Vamos a terminar con un fino chiste de humor judío, escuchado en un quincho del club Macabi. La hija de un empresario judío laico se pone de novia con un chico datí (muy religioso). Naturalmente, el padre pide conocer al pretendiente de la nena, y lo invita a tomar un café a su oficina. El chico aparece, vestido de negro y con sombrero de ala ancha. El padre lo mira y de inmediato va al grano:
-Así que querés casarte con mi hija Yael... Y decime: ¿a qué te dedicás?
-Estudio Torá (Antiguo Testamento) todo el día.
-Y... ¿cómo pensás mantenerla?
-La Torá dice claramente: Dios proveerá.
-Pero ustedes los religiosos suelen tener muchos, muchos chicos. ¿Cómo vas a alimentarlos, a mantenerlos, a educarlos?
-Ningún problema: la Torá dice Dios proveera.
-Pero tu familia va a querer irse de vacaciones al menos una vez por año, comprarse cosas para la casa, vestirse con ropas lindas... ¿Cómo vas a hacer?
-Lo dice la Torá, señor: Dios proveerá.
Y así se suceden las preguntas y la respuesta es siempre la misma. A la noche, cuando llega a su casa, el empresario encuentra a su esposa ansiosa por saber de la entrevista.
-¿Y? ¿Qué te pareció el novio de Yael?
-Divino, un amor el pibe. Recién nos conocemos y ya se cree que soy Dios...
El enero que se conmovió con la enfermedad presidencial retomó el ritmo veraniego, y con la Presidente en recuperación y de fin de semana en El Calafate, y Daniel Scioli en Francia en estadía raramente prolongada, el escenario pareció vacío. Claro que las señales de confrontación interna y externa animaron los quinchos que se repartieron por toda la geografía patria. El que más resonó, y que ha sido contado en todos sus detalles, fue el almuerzo en el coqueto La Bita (apócope de La Bitácora), en el complejo del Yatch Club de Mar del Plata, en donde un grupo del kirchnerismo de Olivos -para diferenciarlo de otras tribus- habló de reforma constitucional. No hizo falta mencionar la palabra «reelección» en ese condumio que se transmitió urbi et orbi desde sus organizadores como la cumbre política más importante del verano; de hecho, todos los protagonistas del almuerzo negaron que se hablase de nuevo mandato, pero esa palabra la ponen los periodistas y el público, al que han entrenado para leer detrás de la palabra reforma la palabra reelección.
Esa identificación parece poco oportuna para muchos, incluso en el oficialismo, que es donde mejor conocen las dificultades que tiene siempre el peronismo en las batallas institucionales (recordar las derrotas en el debate por la reelección de los gobernadores en 2007 o el fiasco de las candidaturas testimoniales en 2009). Pero es inevitable que se discuta cada tanto la reforma de una Constitución que la oposición al peronismo le impuso en 1994 a cambio de la reelección de Carlos Menem con institutos que los Gobiernos peronistas han tratado de ir eliminando en lo fáctico. Una reforma para el peronismo, con reelección o no, sería para eliminar el Consejo de la Magistratura o la Auditoría General de la Nación -que debe presidir siempre un opositor-, o las restricciones a los decretos especiales. Pero cualquier reforma, según el escenario político de hoy, es imposible sin la ayuda de la UCR y del socialismo de Hermes Binner, cuyas fuerzas son beneficiarias de esas creaciones de la reforma de 1994.
Inevitable, además, que se hablase de reforma ahora, cuando el kirchnerismo que ganó el 23 de octubre con Cristina, conserva la fuerza del resultado; cuando se está estrenando poder es el momento de lanzar proyectos fuertes que serían imposibles cuando una gestión ya sufre el desgaste del tiempo. Después los costos son más altos y este momento de debut puede servir para medir el efecto de esas ideas en la opinión pública. Pero estas aventuras sirven para mucho, en especial para forzar tomas de posición, por ejemplo, frente al sciolismo, desde que está instalado en el imaginario político que el futuro del peronismo está entre Cristina de Kirchner y el gobernador. Hablar de reforma, es decir de reelección, es quebrar esa idea e instalar la de que Cristina puede repetir y que Scioli puede no ser.
Esta señal la recibió el gobernador ya en París, adonde emprendió a comienzos de semana el viaje más largo que se le recuerde; pensaba volver a fin de esta que transcurre, pero regresará pasado mañana. El viaje pareció un gesto repetido; jugada fuerte al mencionar la necesidad de Hugo Moyano en el partido, respuesta con lenguaje incorrecto a las críticas por haber jugado un partido de fútbol 5 con un equipo que integraba Mauricio Macri y, de inmediato, salida de la escena y silencio telefónico hasta nuevo aviso. En esta ausencia ni los entornistas más estrechos pudieron comunicarse con él, lo cual los dejó también en silencio para responder a la andanada de periodismo presuntivo que generó esta saga informativa.
Esa mezcla de silencio y ausencia hizo brotar la imaginación de sus voceros, que hablarán esta semana con una respuesta no menos agresiva que los cuestionamientos que han puesto a Scioli de malhumor, y que dice más o menos así: si Cristina de Kirchner busca la reelección, ¿puede hacerlo sin asegurarle una reelección al gobernador en la provincia? Dicho de otra manera; si Cristina lograse las adhesiones al proyecto de tercer mandato, necesitará del peronismo de Buenos Aires que lo tiene a Scioli de jefe. Algo así como lo que ocurrió en 1994-95: Menem tuvo reelección pero sujeta a que Duhalde también la tendría en la provincia.
Siempre en el terreno especulativo, falta tanto que habrá desmentidas desde la cúpula de este proyecto que ilusiona a todo quien gobierna. Diana Conti, precursora de este turno reeleccionistas, ya dijo ayer que por lo que sabe, Cristina no quiere reelección: tampoco ha dicho Scioli si irá por la presidencia y si toleraría ocho años más de gobernación. Pero que algo hay, algo hay, porque la iniciativa tiene varias terminales (Amado Boudou, Diego Bossio, Julián Domínguez, Gabriel Mariotto) que suelen ser cautelosas y que no actúan sin una señal de Olivos.
Estos desvelos son chicos frente a los que se llevó Cristina en su viaje a Santa Cruz -Río Gallegos, El Calafate con sólo familia-, que no tienen que ver con estas guerrillas domésticas en que otros juegan sus ambiciones con capital ajeno, sino con la agenda que más desvela hoy a todos los gobiernos que es la internacional. Las señales de alarma de la crisis mundial no cesan, pero le tranquilizan el ánimo las que le hicieron llegar algunos encargados de seguir negociaciones que tienen final abierto. La principal llegó de Washington, desde donde el delegado ante el FMI, Alfredo McLaughlin, confirmó que del análisis de la situación de la Argentina que hará el board del organismo pasado mañana no hay que esperar ninguna sanción ni observación.
El centro de ese análisis es el sistema de medición de la economía, para cuya reforma se había comprometido el Gobierno ante la última misión que visitó la Argentina. El nuevo sistema que se prepara puede estar en funcionamiento (por la complejidad que implica crear un método nacional de medición de las variables) recién a comienzos de 2014. Lo más que podrá sugerir el FMI en su dictamen del próximo miércoles es que la Argentina muestre algún avance de ese sistema.
Ese mismo día cuando el FMI esté hablando de la Argentina, y aunque no tiene nada que ver con estos entuertos, debutará en Wa-shington el gobernador mendocino Francisco Pérez, a quien le han preparado una serie de reuniones con organismos internacionales para que faciliten el arranque de su Gobierno. Es el primer mandatario de los elegidos el 10 de diciembre que viaja a los EE.UU. en gesto que otros gobernadores hacían en otros tiempos con frecuencia, antes de que las relaciones con esas oficinas terminasen demonizadas por el kirchnerismo.
También parecen tranquilizadoras las señales que vienen del ministerio de Julio Alak, quien tiene previsto viajar a París la semana que viene para participar de una reunión del GAFI -organismo internacional antilavado- de la que puede resultar que el país salga de la lista de seguimiento intensivo. Con las últimas reformas que hizo el Congreso a la legislación criolla se cumplieron los pedidos del GAFI a la Argentina, que si no sale en febrero de la lista de observados, lo hará en la reunión de junio próximo, que es cuando se cumple el plazo de un año que había negociado el país para las reformas. El Gobierno, como ha hecho en temas que le interesan en serio, pagó el costo de la sanción de la llamada «ley antiterrorista» que recibió críticas de aliados de la izquierda que temen se la aplique a piqueteros y otros revoltosos callejeros.
Pero como ocurrió con la ley de glaciares, sostuvo la posición frente a las críticas, con tal de que el GAFI deje de observar al país como débil en materia de lavado. Lo que falta ahora es que los jueces empiecen a aplicar estas nuevas normas y haya sanciones a los acusados de lavar, que es lo que en el fondo critica el GAFI, que dice que en la Argentina no hay condenados por ese delito. La intención de mover a los jueces a aplicar esas normas está detrás de la dureza de trato que tiene el Gobierno sobre los magistrados a través del Consejo de la Magistratura y de otros mecanismos como criticarles los altos sueldos y las altas jubilaciones que tienen.
Los pergeños del oficialismo que requieren -como una reforma- mayorías especiales que comprometan a la oposición, entran en zona resbaladiza cuando le convendría al Gobierno festejar algo con esos opositores. Por ejemplo, el gesto de Ricardo Alfonsín y Hermes Binner de acompañar los reclamos de soberanía en Malvinas -que habrán compartido siempre pero que pronuncian en sintonía con el oficialismo-. Habría potenciado la coincidencia en esa política de Estado que los dos excandidatos no hubieran tenido, al mismo tiempo, que criticar los devaneos reeleccionistas que los sorprendieron en plena cumbre del socialismo internacional en San José de Costa Rica. Curioso esa travesía de Alfonsín y Binner porque la compartieron hasta en las minucias, como viajar de ida y de vuelta en el mismo avión -aunque no sentados juntos-, alojarse en un Holiday Inn -no tenían dinero, dijeron las delegaciones, para pagar el Intercontinental de San José-, y compartir comidas y mesas redondas. Todo para regresar explicando que nunca hablaron a solas de algún acuerdo político, algo sobre lo que habían coqueteado en la semana anterior.
Claro que los dos tenían férreos vigilantes; de un lado, el radical, Marcelo Stubrin; del otro, el socialista, el senador provincial Juan Carlos Zabalza, que parecieron vigilar que ese viaje internacional no produjese alguna noticia sobre un acuerdo que en el radicalismo, por lo menos, se discute mucho. Encima, el presidente de la UCR, Mario Barletta, es de Santa Fe y si de algo quiere cuidarse Alfonsín es de que cualquier paso que dé para sostener la idea de un frente UCR-PS para 2013 lesione las relaciones de cogobierno que unen a esos partidos en su provincia. Los radicales que critican a Alfonsín por su alianza del año pasado en Buenos Aires con Francisco de Narváez insisten en que unirse a Binner y al socialismo en la próxima elección sólo le conviene a éstos porque escondería su debilidad en otros distritos si se juntan con una UCR que conserva representación en todas las provincias.
Esa distracción respecto de alianzas la ven también otros radicales en el gesto de ayer del presidente de esa formación en Mendoza, el excobista e intendente de Godoy Cruz Alfredo Cornejo, de aparecer firmando acuerdos con Mauricio Macri. Esa cita se justificó en intenciones institucionales, pero se anota sin duda en lo político. El gobernante porteño está lanzado a la formación de una red de aliados aprovechando los heridos que han dejado la UCR y el PJ después del debate por las candidaturas del año pasado. Según los operadores del macrismo hay decenas de intendentes del peronismo, del radicalismo y de partidos provinciales que piden firmar acuerdos como el de ayer con Macri, como forma de mostrarse en la disidencia, fuera para saltar hacia afuera o, como harán muchos, para levantar el precio de su adhesión al peronismo kirchnerista.
Esto se debatió ayer en el salón de la bodega de los Catena de Mendoza adonde Macri repostó para comerse un asado con acompañantes del viaje a Mendoza como Emilio Monzó -el otro operador, Humberto Schiavoni, lo acompañó sólo en el tramo cordobés de la gira de fin de semana-, y los locales Omar Demarchi, Luis Rosales y Enrique Thomas. En la charla se entusiasmaron con resultados de una encuesta que dice que el público, cuando habla de la competencia de poder a futuro, identifica a Cristina peleando hacia afuera del peronismo con Macri, y hacia adentro del peronismo con Daniel Scioli.
Ese estudio, se escuchó en esa mesa, lo conoce también el Gobierno y explica los gestos de diferenciación del kirchnerismo puro respecto del gobernador. También explica, según esta óptica del macrismo, la hostilidad con la cual el Gobierno nacional emprendió definitivamente en la cohabitación con la administración porteña. Todas las semanas nos tiran con algo -se dijo en la mesa- porque no pueden permitirse que a Mauricio le vaya bien en algo. Es la razón, explicaron, por la cual todos los temas comunes están enredados, Policía, transportes, etc. «La relaciones con la Nación están mal», les contaron los visitantes a sus anfitriones, antes de ir por la tarde a reunirse con Cornejo y después a ver el partido Boca-River.
Macri festejó que recibiese saludos del público el sábado cuando caminó las cinco cuadras que van, por una calle peatonal, desde la tradicional confitería Munich de Cosquín hasta la plaza en donde transcurre el festival del folclore. Un entornista destacó que un vecino se le acercó a Macri y le dijo que era peronista y de Boca, y que por eso lo iba a votar. Agregó otro: decí que era un mamado. Sí, le respondieron, era un mamado, pero esas son señales importantes, porque los mamados dicen la verdad. Y a un político, si no lo apoyan los mamados, no va a ninguna parte. Hubo tiempo para festejos adelantados por el cumpleaños del visitante, 53 el próximo 8 de febrero, porque Macri se va esta semana por 15 días de vacaciones y no habrá fiesta con imitaciones de Freddie Mercury.
Eso privará a los macristas, y a los mirones de los quinchos cumpleañeros, de una oportunidad para el regocijo; tampoco lo aportará el cumpleaños 59 de Cristina de Kirchner, que se celebrará el próximo 18 de febrero con el recato que le da la Presidente a estos acontecimientos desde la muerte de su marido Néstor. Después de esa vacación Macri seguirá recorriendo provincias y alzando heridos; se mueve ya como el único candidato presidencial en carrera; cree que desde el kirchnerismo le harán la vida imposible y tiene que responder haciendo política en donde ellos se creen imbatibles.
Cree además Macri que si compara la reacción del público en estos viajes con la que registraba en la gira similar de 2010 para la candidatura presidencial que se frustró, hoy tiene mejor recepción. Por eso le ve rédito a tener que caminar por Cosquín, terminar cenando en la sala vip detrás del escenario, viajar a Córdoba Capital a dormir el sábado en el Sheraton, subirse ayer al avión rumbo a Mendoza y volver en la madrugada de hoy, después del partido. Son esfuerzos que hace un candidato sólo en el tramo final de una campaña. Con todo lo que falta.
Sin grandes estrellas en el escenario con tanto viaje de los protagonistas, se empobrecieron otros saraos, como la despedida del exvicecanciller Alberto D'Alot-to en el hotel Crillón, que vino a coincidir el miércoles con la reaparición de Cristina de Kirchner en actos después de su operación. Por eso le repetirán hoy la despedida casi los mismos festejantes de su salida del cargo para ir como representante de los organismos con sede en Ginebra, que son los mismos que no festejan la designación de Alicia Castro como nueva embajadora en Gran Bretaña. Ese cargo es el más deseado por los diplomáticos de carrera -y los políticos, se presume, aunque pocos han tenido antes ese destino- y ven que el Gobierno lo cede a la exembajadora en Caracas y exsindicalista de las azafatas. Es cierto que un plan como el que lleva adelante el Gobierno para relanzar la puja por la soberanía en Malvinas, usurpadas por Inglaterra, no depende del todo de quién sea el embajador. Pero designar, creen los diplomáticos, a alguien que es más un símbolo y un vocero del Gobierno que un experto en la materia, parece una frivolidad. Ya en la semana que pasó hubo lecciones de urgencia para profesionales con destino a Londres para empaparse de los entresijos de esa disputa, que son más que complejos, para asistir a esta embajadora a quienes sus ayudantes en la legación de Venezuela le duraron poco por el trato que, dicen, les dio.
Estas quejas y estas ilusiones se repitieron al día siguiente en el festejo del Día Nacional de Australia, que se recordó en los jardines de la embajada de Patricia Holmes bajo un calor poco fácil de soportar sin unas cervezas que circularon más de lo aconsejable. Algunos embajadores que no tienen vacaciones ayudaron a poblar ese jardín de la residencia del barrio de Belgrano: Guido La Tella de Italia, el alemán Günther Kness, Andrew Noonan de la Embajada de Irlanda, Miguel Braun -ex CiPPEC y actual director del Think Tank PROM- Fundación Pensar; Juan Pablo Maglier, Fulvio Pompeo -operador diplomático del jefe de Gobierno Macri, el diputado nacional Julián Obiglio y alguno más, quienes se entretuvieron con el trago, la música de jazz y un anecdotario jugoso.
Como el que advirtió que lo primero que tiene que hacer un legislador es recordar qué votó y qué no votó. Violó esa norma no escrita el diputado macrista Pablo Tonelli, quien en 2007 rechazó el proyecto de su colega chubutense Eduardo de Bernardi que declaraba a Esquel como capital nacional de la pesca con mosca. Tonelli alzó la voz para sostener que ese honor le correspondía a la neuquina San Martín de los Andes. Tonelli y Federico Pinedo fueron los únicos en votar en contra de esa declaración. En diciembre pasado, cuando todo parecía olvidado, Tonelli llegó a Esquel a practicar ese deporte, que es también una ciencia, pero se enteró que a raíz de aquel voto de 2007 había sido declarado persona non grata. Más con sordina se preguntaron algunos diplomáticos presentes si el Gobierno se va a pronunciar sobre el enjuiciamiento en España del polémico juez Baltasar Garzón por presunto cohecho. Lo acusan de haber recibido dinero de empresas a través de la New York University en donde daba cursos en 2005 y 2006, los mismos años en los que participó en actos públicos, entre ellos una mesa redonda con Cristina de Kirchner en un viaje en el cual acompañó, siendo senadora, al expresidente Néstor Kirchner. En España pocos creen que puedan condenarlo, pero puede recibir una suspensión inhabilitante por tantos años que lo dejaría fuera de la carrera judicial.
Vamos a terminar con un fino chiste de humor judío, escuchado en un quincho del club Macabi. La hija de un empresario judío laico se pone de novia con un chico datí (muy religioso). Naturalmente, el padre pide conocer al pretendiente de la nena, y lo invita a tomar un café a su oficina. El chico aparece, vestido de negro y con sombrero de ala ancha. El padre lo mira y de inmediato va al grano:
-Así que querés casarte con mi hija Yael... Y decime: ¿a qué te dedicás?
-Estudio Torá (Antiguo Testamento) todo el día.
-Y... ¿cómo pensás mantenerla?
-La Torá dice claramente: Dios proveerá.
-Pero ustedes los religiosos suelen tener muchos, muchos chicos. ¿Cómo vas a alimentarlos, a mantenerlos, a educarlos?
-Ningún problema: la Torá dice Dios proveera.
-Pero tu familia va a querer irse de vacaciones al menos una vez por año, comprarse cosas para la casa, vestirse con ropas lindas... ¿Cómo vas a hacer?
-Lo dice la Torá, señor: Dios proveerá.
Y así se suceden las preguntas y la respuesta es siempre la misma. A la noche, cuando llega a su casa, el empresario encuentra a su esposa ansiosa por saber de la entrevista.
-¿Y? ¿Qué te pareció el novio de Yael?
-Divino, un amor el pibe. Recién nos conocemos y ya se cree que soy Dios...