Charlas de Quincho
Hiperactividad, ascetismo, una bella esposa, frugalidad y una total aversión al riesgo físico son las características del CEO de la mayor empresa del país.
Mientras tanto, se toma 100 días para elaborar un plan de negocios con el que apunta a atraer inversores para el emprendimiento. Un gobernador dedicó poco tiempo al deporte este fin de semana, preocupado como está por cómo deshacer las desventuras que sufrió en su propia Legislatura. Otra fuerza política deliberó sobre el al menos cuestionable rol que les cupo a sus legisladores en un debate crucial mientras casi al mismo tiempo se dedicaron a reivindicar en vida a quien hasta hace poco parecía una figura irrecuperable. Veamos.
Se cansó Fernando de la Rúa de firmar ejemplares del libro en el cual cuenta cómo fue víctima de un golpe de Estado en 2001. Fue en el acto de asunción a una silla de un instituto que recuerda a Hipólito Yrigoyen.
¿Por qué le habrán puesto caballos? es la frase que repiten muchos de los visitantes a la torre de YPF de Puerto Madero donde está encerrado hasta los fines de semana. Evoca -se aclara para las nuevas generaciones- una vieja publicidad de la caña Legui que tenía unos chuchos en la etiqueta y un personaje con acento británico preguntaba mientras la paladeaba: «¿Por qué le habrán puesto caballos?» Por Irineo Leguizamo, el jockey más famoso de la historia. Ahora se la propinan a Miguel Galuccio porque algunas publicaciones desenterraron viejas aficiones del «mago» que se hizo cargo de YPF -sin que hasta ahora sepa qué sueldo va a tener- por el deporte del polo. No se enojó este Galuccio, que no parece enojarse por nada, pero aclaró que él dejó ese deporte hace años, que no tiene caballos ni en Gran Bretaña ni en la Argentina y que hace rato que no sube a ningún caballo, salvo éste de la YPF estatizada.
¿Razones? No las dice, pero quienes lo escuchan lo atribuyen a uno de sus rasgos de carácter, que es la aprensión ante la inseguridad. Para un hombre grande siempre es un riesgo el polo, y Galuccio ya ha demostrado en el poco tiempo que lleva en el cargo una preocupación poco común por su seguridad. Por ejemplo, mandó revisar todos los vehículos que usan él y su equipo, ordena que todos los pasajeros que lo acompañan en camionetas y combis en sus viajes por el interior se pongan el cinturón de seguridad, incluso quienes van en el asiento de atrás. «No hay negocio que valga la vida de una persona», insiste en sus reuniones con el quinteto de ingenieros que lo acompañan. Insiste en que las medidas de seguridad son lo primero en esa actividad riesgosa que es la petrolera. Esa aprensión es contraparte de una frugalidad también extrema; sigue viviendo en un hotel, mandó devolver el piso que tenía alquilado la empresa para su presidente Antoni Brufau y hasta en materia alimentaria practica el ascetismo. Este fin de semana estuvo trabajando en su oficina de Puerto Madero y no interrumpió la tarea para comer. Se hace traer unas ensaladas al despacho y la única contravención a esa dieta estricta ha sido rendirse ante una bandeja de sushi.
Ese encierro permanente entre reuniones con sindicalistas, técnicos de la empresa y gobernadores -ha visto ya a todos los de provincias petroleras- impide conocerle otras aficiones. Es un hombre de familia y los políticos que presumen de conocer algo de su intimidad detallan que tiene dos hijos y una bellísima mujer, de nacionalidad argentina, que deslumbró a algunos funcionarios en el acto de presentación que hizo de él Cristina de Kirchner en Casa de Gobierno. Un ministro del Poder Ejecutivo, al que se le reconoce paladar para estas cosas, le comentó a un colega de gabinete cuando vio a la mujer de Galuccio: «Si este tipo maneja YPF con el método con el que eligió a su mujer, estamos salvados». Pero esta nadería quinchesca tiene que capitular frente a la información sobre quiénes integran el quinteto que acompaña a Galuccio en estas horas. Veamos:
1) Martín Gandolfo -cuya designación adelantó este diario la semana pasada- es el argentino que estaba en Colombia y que ya se hizo cargo de lo que llaman los petroleros el upstream, o sea la exploración y la explotación de yacimientos. 2) Fernando Giliberti, otro profesional venido de afuera, es el encargado de la elaboración del plan de los 100 días que ha prometido Galuccio y que será la Constitución de Atenas de la nueva YPF: incluye el plan de negocios que usará el nuevo directorio para salir a buscar inversores para la nueva empresa, que se descuenta que serán de los Estados Unidos más que de China. 3) Agustín Colo secunda a Gandolfo en el upstream. Ya estaba en Repsol YPF y se conocían con Galuccio por haber trabajado en los años 90 en la YPF de José Estenssoro. 4) Carlos Alberto Alfonsi, a quien Galuccio también encontró en la Repsol de los españoles, es el nuevo responsable del downstream o sea el refinamiento de productos y la logística de la distribución. 5) Fernando Dasso es el encargado de Recursos Humanos, es decir de Personal, las relaciones con los gremios y, hacia adentro, con quienes trabajan en la empresa. Galuccio le ha encargado, entre otras faenas, armar un programa con Lino Barañao, ministro de Ciencia, que ha visitado varias veces la sede de Puerto Madero, para repatriar ingenieros e investigadores que están repartidos por el mundo para que se incorporen a YPF.
Este plan, como los acuerdos con inversores, se disparará cuando estén designados ya los nuevos directores que surgirán de la asamblea del 4 de junio. Recién entonces se aclararán las efectividades conducentes, como el sueldo de Galuccio y cuánto les pagarán a quienes ingresaron y a los que ingresarán en el futuro.
En esos magrísimos quinchos con ensalada que transcurren en el piso 32 (el penúltimo de la torre YPF, desde donde se puede ver hasta el puerto de Colonia en el Uruguay) se discuten las consignas que ilustrarán el Plan 100 días. «Vamos a poner allí el ADN de la empresa», dicen unos. Traducen esa consigna con que «YPF va a dedicarse a aquello en lo que puede ser líder». Con la vaca atada (en Vaca Muerta), ese liderazgo se pretende regional, en toda América Latina, para la especialidad de la exploración y explotación de gas y petróleo no convencional. El objetivo final se lo pone el Gobierno, que es cambiar la autodenominada «matriz energética» que se sostuvo desde 2003. Es decir, comenzar dando un precio de mercado para consumir producción propia y dejar de importar tanto gas y tanto petróleo. Ese plan será tema de un megalanzamiento presidencial con la pompa del anuncio de expropiación de las acciones de Repsol o del viernes de la promulgación de la ley que votó el Congreso. Si este Galuccio logra aplicar el plan con el énfasis discursivo que se muestra en esas reuniones, estamos salvados, diría algún testigo de esas intimidades que surgen de las charlas que anima Galuccio cuando está en esa oficina, que tampoco es todo el tiempo.
Hiperactivo, recorre los otros pisos del edificio visitando a funcionarios a los que prefiere abordar en sus oficinas antes que llamarlos al intimidante piso 33º. Él ha dicho que la sede de YPF está en Comodoro Rivadavia, más aún en los yacimientos, no en los despachos de los burócratas. ¿Se formalizará ese traslado a la Patagonia? Hubo antes un intento, en 2000, cuando el entonces gobernador Jorge Sobisch hizo un acuerdo para extender inversiones de Repsol YPF en esa provincia (del cual manoteó para la Nación, hábil, unos u$s 300 millones el ministro delarruista José Luis Machinea). Uno de los compromisos era instalar la sede de esa firma en la ciudad de Neuquén. Cuando se fue Alfonso Cortina, presidente hasta 2004 de la empresa, ese acuerdo declinó y se construyó la torre de Puerto Madero como símbolo de otro plan de negocios. De paso, ese acuerdo Cortina-Sobisch siempre fue criticado por Néstor Kirchner, quien al asumir en 2003 como presidente disparó la batalla de la Nación por apoderarse del negocio petrolero, que por la Constitución es de las provincias, que culminó con esta expropiación de las acciones de la empresa para darle mayoría accionaria a la Nación.
De las alturas de YPF a las llanas costas del Tigre, donde Daniel Scioli dedicó el fin de semana a devanar la madeja en que quedó convertido el nonato proyecto de reforma fiscal de su provincia, que terminó trabado en la Cámara de Diputados por falta de votos. El primer examen de la mesa chica del gobernador, que sólo dedicó al fútbol el mediodía del sábado (el resto fue debate hacia adentro de los funcionarios), fue sobre ese recuento de votos en Diputados. ¿Era tan difícil lograr los dos votos que necesitábamos para sacar la ley, en una cámara donde hay peronistas disidentes y denarvaístas que han dicho, por lo bajo, aportar al futuro presidencial de Scioli? Después de todo, es una de las conclusiones de la mesa, La Cámpora ha sido más sciolista que estos peronistas que parecían amigos. La conclusión la da una vieja máxima que pudo escribir Maquiavelo: en política si alguien te puede embromar, te va a embromar.
La segunda conclusión del análisis de La Ñata es que el revalúo de las propiedades rurales, contenido en el proyecto que aprobó el Senado, beneficia a la Nación porque aumentará el cobro desde el año que viene del impuesto a la riqueza. Por eso la Nación puso como condición para cualquier apoyo que en Diputados no se tocase el revalúo y que, en todo caso, fuera ordenado por decreto. El gobernador rechaza esa posibilidad por la política y por el negocio. Por la política, porque significa una derrota política; por el negocio, porque un decreto así sepultaría a la norma bajo una avalancha de amparos judiciales. Además significaría un desgaste en la puja con el mariottismo, que apoyó la sanción en el Senado. ¿Ninguno de los senadores se dio cuenta en esa cámara de que podía sancionarse por decreto? Por eso salió anoche la orden de La Ñata: 1) que se haga un nuevo proyecto de ley que supere estas contradicciones; 2) que se negocie desde hoy la nueva norma, a presión, pero sin fecha para no someter al oficialismo a otro sofocón político; 3) confiar la negociación al jefe de gabinete, Alberto Pérez, y al diputado Guido Lorenzino -no es pariente de Hernán, ministro de Economía, quien sostiene en público que Scioli debe dictar la norma fiscal por decreto.
Estos entuertos provinciales y financieros -se recordó en La Ñata- hay que entenderlos también en el contexto de la historia de las relaciones del peronismo con el sector del campo, que ya le infligió una derrota al kirchnerismo en la pelea por la Resolución 125 que rebotó en otro revés, el de la lista Kirchner-Scioli en las legislativas de 2009. Recordaban que no fue la primera vez. A finales de la década de los año 80 gobernaba Antonio Cafiero y protagonizó otra pelea con el campo y para perder. Su ministro, Jorge Remes Lenicov, apurado por otra crisis fiscal, logró que la legislatura aprobase un impuesto excepcional para las grandes propiedades del campo y para los propietarios de más de 50 propiedades, cualesquiera fueran. A los pocos meses, Cafiero fue a un plebiscito en la provincia para que le autorizasen una reelección y debió enfrentar una campaña de la oposición que clavó sus argumentos en la demanda y el malestar del campo. Cafiero perdió ese plebiscito y se fue a la casa, pese a que en 1991 gobernaba un Carlos Menem en recuperación -tampoco lo ayudó mucho el riojano-. También eran tiempos del voto ucedeísta, que se alimentaba del favor del campo y que también rechazaba esos impuestos para un sector con el cual el peronismo siempre chocó y sin mucha suerte. Tiene detalles de esta vieja pelea el exministro Remes, que en estas horas anda por China. Tampoco lo olvidó nunca Cafiero.
Las reuniones a las que asiste y el besamanos que dispara parece demostrar que le ha llegado a Fernando de la Rúa el indulto político y social, una forma de aplicación de la prescripción decenal que a modo de la que regula el Código Civil en su artículo 1952 establece el modo de adquirir un derecho o liberarse de una obligación tras diez años. Participó junto a otros exjefes de Gobierno en un programa de TV sobre la crisis de los subtes y ahora fue la estrella de otro acto radical. O la gente lo perdonó, o le creyó que, como cuenta en su libro, fue víctima de un complot urdido por duhaldistas y alfonsinistas. Como sea, fue objeto de un homenaje en el Instituto Yrigoyeneano -que fuera fundado en 1948 y nacionalizado por Ley 26.040 por influencia de Raúl Alfonsín, que preside su exvicepresidente Víctor Martínez- adonde recibió la membresía honoraria. A cambio dio una charla sobre su comprovinciano, Amadeo Sabattini gobernador durante la década infame.
Fue el único cargo que ocupó este médico de Villa María, pero mantuvo una influencia silenciosa en el radicalismo nacional durante más de 20 años hasta el surgimiento y consolidación del liderazgo de Ricardo Balbín. Fue el hombre a quien Juan Perón invitó a compartir fórmula en 1946. No aceptó, pero sí lo hizo Hortensio Quijano, un radical de la fracción Junta Renovadora quien fue vicepresidente hasta su muerte en 1952.
Martínez estuvo ausente y lo reemplazó el dirigente porteño Diego Barovero. En su charla, recordó De la Rúa que su padre, Antonio, había sido ministro de Sabattini. Al final de la conferencia, se sirvió un vino de honor (un tinto carrascal de bodega y cavas de Weinert, aportado por el homenajeado).
De la Rúa fue objeto del besamanos de una selecta concurrencia a la coqueta sede que, en la calle Junín a metros del Congreso, posee la institución: Fernando Blanco Muiño secretario general y varios miembros de número del Instituto; exfuncionarios del delarruismo de paladar negro como los exministros Nicolás Gallo y Héctor Lombardo, Jorge Ciarliero; el reconocido rematador Mariano Espina Rawson, propietario de la bóveda de los caídos en el 90 en el cementerio de Recoleta donde descansan los restos de Alem, Yrigoyen, Illia, Francisco Beiró, Elpidio González y otros próceres radicales; exlegisladores como el entrerriano Sergio Varisco, los porteños Marta Scaravaglione y Humberto Bonanata; jóvenes y prometedores dirigentes radicales porteños como Lorena Clienti, Franco Grande y alguien a quien muchos ven como el futuro presidente de la Juventud Radical de la Capital: Nicolás Nosiglia, sobrino del «Coti».
Un comentario mordaz circulaba entre la concurrencia: el único blooper del evento lo protagonizó el exministro Lombardo a quien le sonaba constantemente el teléfono celular durante la conferencia de De la Rúa y cuando fue reprendido tuvo que confesar que la tecnología no era lo suyo: «No se cómo se apaga», confesó. En charlas médicas, este exministro escuchó la inquietud de algunos veteranos atemorizados por la presunta muerte del escritor mexicano Carlos Fuentes, pocos días después de visitar Buenos Aires. La causa la atribuyen a una hemorragia estomacal a raíz de la ingesta diaria de una dosis de aspirinas para protegerse de crisis cardíacas, Un hábito de muchos en todo el mundo que se sorprendieron por este dato.
Otra reunión de radicales probó que la mejor manera de convocarlos son los homenajes. Esta vez fue el viernes, en ocasión del cumpleaños 60º de Oscar Muiño, que fue antes periodista, pero siempre fue radical alfonsinista. Juntó en su departamento de Barrio Norte (Anchorena y Santa Fe) a un grupo variopinto de familiares y amigos: periodistas, políticos, jueces, amigos y correligionarios. Entre los radicales estuvieron presentes Facundo Suárez Lastra, Guillermo Mazzorín (el Guillermo Moreno de Alfonsín), Marcelo Stubrin, Pedro Calvo, Gustavo Grinspun, José Bielicki, Daniel Larriqueta que postergó viaje para estar presente, Enrique Olivera escoltado por su siempre bella y elegante mujer, la poetisa María Carbó, Enrique Paixao, Mónica Almada, Henoch Aguiar, Oscar Torres Ávalos, Gloria Pueyrredón; el presidente de la Cámara Penal de La Plata Antonio Pacilio, excompañero de secundario del agasajado, igual que Martín Irurzun, ausente con aviso. También el editor Juan Radonjic y varios integrantes de la «mesa polaca» (por Fernando «el polaco» Lascano, el fallecido lobbista, sólo porque era rubio) que se reúne todos los meses en el Círculo de Armas, con Federico Pinedo a la cabeza, Diego de Elizalde, Roberto Starke, Luis González Esteves, entre otros. El menú organizado por la jovial tía Pili, Alejandrina Grinspun, Florencia Saborido y «Tuti» Cruz, mujer del recordado «Manolo» Canals, consistió en una mesa de quesos y fiambres, pavita, mousse de puerros y queso; empanadas para todos los gustos y tortas, todo bien regado con tintos argentinos y champán.
La discusión entre los radicales giraba sobre el deslucido rol de la UCR en el debate parlamentario de YPF. Les parecía inexplicable que desoyendo el clamor del partido por una posición propia, el bloque quedara pegado al oficialismo y regalando al macrismo el rol opositor, en especial considerando el amplio apoyo a la posición expresada al documento de Suárez Lastra en los días previos. Enrique Paixao cambiaba opiniones sobre las «felices Pascuas» de 1987 y seguía defendiendo las medidas en aquel contexto histórico. Resulta, al asistir a estas reuniones, llamativo la empatía que entre los radicales genera la figura del conservador Federico Pinedo, a pesar de su absoluta adscripción al proyecto presidencial del alcalde porteño. Se justifican con el argumento de que finalmente Pinedo es un hombre del campo nacional. Éste respondía que a diferencia de sus antepasados desde la lucha por la 125 se está acostumbrando a rodearse de radicales y hablar bajo algún retrato de don Hipólito Yrigoyen.
Finalizamos con quinchos artísticos porque se iniciaron los saraos de arteBa ya el martes con un almuerzo en La Bourgogne ofrecido por Aeropuertos Argentina 2000 como primer homenaje a Julio Le Parc, artista mendocino que vive en París y que en 1966 ganó el Gran Premio Internacional de la Bienal de Venecia. Desde entonces, el extenso y denso programa de comidas y agasajos de arteBA continuará poniendo a prueba la resistencia de los organizadores e invitados hasta mañana, cuando por la noche se cierren en La Rural las puertas de la megamuestra. A sus 84 años, Le Parc es dueño del secreto de la juventud eterna, y la prueba está en sus obras, cada día más deslumbrantes. En La Bourgogne el artista, su hijo Yamil y su galerista, Estela Totah (que eligió para la ocasión una minifalda vertiginosa), encantaron a sus locuaces patrocinantes.
Fascinado con el entusiasmo popular que suscita Le Parc, Jorge Lukowski afirmó: «Parece una estrella del rock». Luego de una brevísima sopita llegaron los langostinos envueltos en repollo y con gajitos de naranja, después el inmenso lomo Aberdeen Angus flambeado al coñac y, para finalizar, crocantes de chocolate y helado de crema, café y petits fours. «Mon Dieu», decía María Julia Compiano, mientras pasaban los platos y los vinos Luigi Bosca. Le Parc sacaba entretanto sus cuentas terrenales: «En París estaría por irme a dormir, mientras aquí recién voy a ver el montaje de mis obras». Hasta que, de repente, una prominente invitada lo sobresaltó. «Maestro: ¿qué es el arte?», le preguntó. Ante un interrogante que desde Platón hasta hoy nadie logró responder, el artista bajó la cuestión a la Tierra: «Eso que algunos llaman arte», aclaró.
Aunque cueste creerlo, varios de los invitados marcharon raudos a comer salmón y langostinos en el Faena Art Center de Puerto Madero. Las muestras paralelas a la feria se multiplican por toda la ciudad y Faena exhibe el equipo de artistas cubanos Los Carpinteros y una poética instalación del rosarino Manuel Amestoy. Los Carpinteros trajeron un avión pequeño, pero real, un genuino Piper Comanche que, con un sinfín de flechas -también reales- clavadas en su base parece escapado de una película de Indiana Jones. Este año aumentaron los patrocinantes de la feria y en ese escenario superpoblado de estrellas todos se disputan el papel protagónico. Así, el que llega primero acapara la atención.
Antes de la inauguración, el banco Citi compró por 25.000 dólares una serie de dibujos de Lux Lindner para donar al Malba, y les ofreció a sus clientes la oportunidad de recorrer la feria casi en soledad. Allí, Cristina Carlisle (Christies) aseguró que el arte argentino que se rematará mañana en Nueva York proviene del extranjero. Marta Minujín se llevó a Juan Bruchou y Eduardo Costantini a ver su estupendo y vibrante mural con colores flúo. El presidente de arteBA, Facundo Gómez Minujín, junto al vicepresidente, Alejandro Corres, Marta Fernández, Marga Macaya, Teresa Frías, Julia Converti, Maia Güemes, recibían invitados como Adela Casal, Rogelio Polesello y los empresarios Pablo Roemmers, Ricardo Gruneisen, Santiago del Sel y Cristiano Rattazzi. Los bocaditos de mortadela tuvieron un éxito inesperado entre la colorida gente que reúne el banco, como Rosella Giovampaola, Mónica Holmberg, Teresa Calandra y Patricia Giovampaola. La noche culminó con fiestas en las galerías Ruth Benzacar y Alberto Sendrós.
Al día siguiente, apenas unos vasos de agua para un grupo de extranjeros en el Museo del Bicentenario, donde conocieron el célebre mural que pintó David Alfaro Siqueiros en la Argentina. El almuerzo lo brindó Zurich en el vip de la feria, y Dominique Biquard anunció las donaciones de la aseguradora para que el Malba y el Museo de Bellas Artes de Salta compren obras. Chandon ya había adquirido esa mañana una pintura de Martín Reyna y por la tarde presentó con un cóctel la instalación de Pablo Reinoso: un cielo de metal plateado. Antes del corte de cintas, Le Parc y Ernesto Gutiérrez (presidente de AA 2000) inauguraron un luminoso stand.
A la hora de la apertura oficial, el ministro de cultura porteño, Hernán Lombardi, llegó como siempre puntual, pero más temprano llegó Mauricio Macri por una razón especial: su hija Gimena es una eximia pintora.
Lombardi, el embajador de Brasil Enio Cordeiro, Macri, el director de Petrobras Carlos da Costa, Gómez Minujín y Alejandro Corres abrieron formalmente la edición 21ª. Allí supimos del proyecto del Gobierno porteño de inaugurar una colección de arte urbano callejero. Para eso se comprará una inmensa escultura de Pablo Siquier, emplazada en la explanada de la feria, obra que encontrará su destino en las calles de Buenos Aires. El proyecto incluye darle diseño artístico a las veredas de la Capital, una forma de igualar en gracia a las veredas de Río de Janeiro diseñadas por Niemeyer, acaso en la calle Corrientes.
Vamos a terminar con un chiste de una categoría que parece inmortal. A un joven, muy religioso, le regalan un loro. Al principio se alegra por el obsequio, pero rápidamente descubre que el animal sólo profiere obscenidades, profanidades y palabras ofensivas. El joven, al principio, trata de reformarlo: le lee las Sagradas Escrituras, le habla pausadamente, le pone música suave. El resultado es nulo: el loro sigue lanzando barbaridades todo el día. Finalmente, el joven se harta del animal y le grita que deje de decir palabrotas. El loro le responde con una andanada de malas palabras. El joven lo toma del cuello y lo sacude, pero el loro responde pegándole picotazos en las manos. Desesperado, el muchacho toma al pájaro, abre el freezer de su heladera y lo arroja adentro. Al principio escucha picotazos y patadas contra la puerta, acompañadas del habitual repertorio del loro. Sin embargo, un par de minutos después, es todo silencio. El muchacho, preocupado, piensa: «¿Lo habré matado?», y abre de inmediato la puerta del freezer. El loro, con total compostura, sale de la heladera, se estira, picotea sus plumas y le dice:
-Comprendo que quizás te ofendí con mi vocabulario y mis acciones, y te prometo que a partir de ahora no se repetirán estas manifestaciones de vulgaridad. Estoy decidido a reformarme y a cambiar mi inaceptable comportamiento.
El joven no puede creer lo que escucha, y cuando está a punto de preguntar qué provocó el cambio, el loro agrega:
-A propósito: ¡qué pedazo de kilombo debe de haber armado el pollo...!
Se cansó Fernando de la Rúa de firmar ejemplares del libro en el cual cuenta cómo fue víctima de un golpe de Estado en 2001. Fue en el acto de asunción a una silla de un instituto que recuerda a Hipólito Yrigoyen.
¿Por qué le habrán puesto caballos? es la frase que repiten muchos de los visitantes a la torre de YPF de Puerto Madero donde está encerrado hasta los fines de semana. Evoca -se aclara para las nuevas generaciones- una vieja publicidad de la caña Legui que tenía unos chuchos en la etiqueta y un personaje con acento británico preguntaba mientras la paladeaba: «¿Por qué le habrán puesto caballos?» Por Irineo Leguizamo, el jockey más famoso de la historia. Ahora se la propinan a Miguel Galuccio porque algunas publicaciones desenterraron viejas aficiones del «mago» que se hizo cargo de YPF -sin que hasta ahora sepa qué sueldo va a tener- por el deporte del polo. No se enojó este Galuccio, que no parece enojarse por nada, pero aclaró que él dejó ese deporte hace años, que no tiene caballos ni en Gran Bretaña ni en la Argentina y que hace rato que no sube a ningún caballo, salvo éste de la YPF estatizada.
¿Razones? No las dice, pero quienes lo escuchan lo atribuyen a uno de sus rasgos de carácter, que es la aprensión ante la inseguridad. Para un hombre grande siempre es un riesgo el polo, y Galuccio ya ha demostrado en el poco tiempo que lleva en el cargo una preocupación poco común por su seguridad. Por ejemplo, mandó revisar todos los vehículos que usan él y su equipo, ordena que todos los pasajeros que lo acompañan en camionetas y combis en sus viajes por el interior se pongan el cinturón de seguridad, incluso quienes van en el asiento de atrás. «No hay negocio que valga la vida de una persona», insiste en sus reuniones con el quinteto de ingenieros que lo acompañan. Insiste en que las medidas de seguridad son lo primero en esa actividad riesgosa que es la petrolera. Esa aprensión es contraparte de una frugalidad también extrema; sigue viviendo en un hotel, mandó devolver el piso que tenía alquilado la empresa para su presidente Antoni Brufau y hasta en materia alimentaria practica el ascetismo. Este fin de semana estuvo trabajando en su oficina de Puerto Madero y no interrumpió la tarea para comer. Se hace traer unas ensaladas al despacho y la única contravención a esa dieta estricta ha sido rendirse ante una bandeja de sushi.
Ese encierro permanente entre reuniones con sindicalistas, técnicos de la empresa y gobernadores -ha visto ya a todos los de provincias petroleras- impide conocerle otras aficiones. Es un hombre de familia y los políticos que presumen de conocer algo de su intimidad detallan que tiene dos hijos y una bellísima mujer, de nacionalidad argentina, que deslumbró a algunos funcionarios en el acto de presentación que hizo de él Cristina de Kirchner en Casa de Gobierno. Un ministro del Poder Ejecutivo, al que se le reconoce paladar para estas cosas, le comentó a un colega de gabinete cuando vio a la mujer de Galuccio: «Si este tipo maneja YPF con el método con el que eligió a su mujer, estamos salvados». Pero esta nadería quinchesca tiene que capitular frente a la información sobre quiénes integran el quinteto que acompaña a Galuccio en estas horas. Veamos:
1) Martín Gandolfo -cuya designación adelantó este diario la semana pasada- es el argentino que estaba en Colombia y que ya se hizo cargo de lo que llaman los petroleros el upstream, o sea la exploración y la explotación de yacimientos. 2) Fernando Giliberti, otro profesional venido de afuera, es el encargado de la elaboración del plan de los 100 días que ha prometido Galuccio y que será la Constitución de Atenas de la nueva YPF: incluye el plan de negocios que usará el nuevo directorio para salir a buscar inversores para la nueva empresa, que se descuenta que serán de los Estados Unidos más que de China. 3) Agustín Colo secunda a Gandolfo en el upstream. Ya estaba en Repsol YPF y se conocían con Galuccio por haber trabajado en los años 90 en la YPF de José Estenssoro. 4) Carlos Alberto Alfonsi, a quien Galuccio también encontró en la Repsol de los españoles, es el nuevo responsable del downstream o sea el refinamiento de productos y la logística de la distribución. 5) Fernando Dasso es el encargado de Recursos Humanos, es decir de Personal, las relaciones con los gremios y, hacia adentro, con quienes trabajan en la empresa. Galuccio le ha encargado, entre otras faenas, armar un programa con Lino Barañao, ministro de Ciencia, que ha visitado varias veces la sede de Puerto Madero, para repatriar ingenieros e investigadores que están repartidos por el mundo para que se incorporen a YPF.
Este plan, como los acuerdos con inversores, se disparará cuando estén designados ya los nuevos directores que surgirán de la asamblea del 4 de junio. Recién entonces se aclararán las efectividades conducentes, como el sueldo de Galuccio y cuánto les pagarán a quienes ingresaron y a los que ingresarán en el futuro.
En esos magrísimos quinchos con ensalada que transcurren en el piso 32 (el penúltimo de la torre YPF, desde donde se puede ver hasta el puerto de Colonia en el Uruguay) se discuten las consignas que ilustrarán el Plan 100 días. «Vamos a poner allí el ADN de la empresa», dicen unos. Traducen esa consigna con que «YPF va a dedicarse a aquello en lo que puede ser líder». Con la vaca atada (en Vaca Muerta), ese liderazgo se pretende regional, en toda América Latina, para la especialidad de la exploración y explotación de gas y petróleo no convencional. El objetivo final se lo pone el Gobierno, que es cambiar la autodenominada «matriz energética» que se sostuvo desde 2003. Es decir, comenzar dando un precio de mercado para consumir producción propia y dejar de importar tanto gas y tanto petróleo. Ese plan será tema de un megalanzamiento presidencial con la pompa del anuncio de expropiación de las acciones de Repsol o del viernes de la promulgación de la ley que votó el Congreso. Si este Galuccio logra aplicar el plan con el énfasis discursivo que se muestra en esas reuniones, estamos salvados, diría algún testigo de esas intimidades que surgen de las charlas que anima Galuccio cuando está en esa oficina, que tampoco es todo el tiempo.
Hiperactivo, recorre los otros pisos del edificio visitando a funcionarios a los que prefiere abordar en sus oficinas antes que llamarlos al intimidante piso 33º. Él ha dicho que la sede de YPF está en Comodoro Rivadavia, más aún en los yacimientos, no en los despachos de los burócratas. ¿Se formalizará ese traslado a la Patagonia? Hubo antes un intento, en 2000, cuando el entonces gobernador Jorge Sobisch hizo un acuerdo para extender inversiones de Repsol YPF en esa provincia (del cual manoteó para la Nación, hábil, unos u$s 300 millones el ministro delarruista José Luis Machinea). Uno de los compromisos era instalar la sede de esa firma en la ciudad de Neuquén. Cuando se fue Alfonso Cortina, presidente hasta 2004 de la empresa, ese acuerdo declinó y se construyó la torre de Puerto Madero como símbolo de otro plan de negocios. De paso, ese acuerdo Cortina-Sobisch siempre fue criticado por Néstor Kirchner, quien al asumir en 2003 como presidente disparó la batalla de la Nación por apoderarse del negocio petrolero, que por la Constitución es de las provincias, que culminó con esta expropiación de las acciones de la empresa para darle mayoría accionaria a la Nación.
De las alturas de YPF a las llanas costas del Tigre, donde Daniel Scioli dedicó el fin de semana a devanar la madeja en que quedó convertido el nonato proyecto de reforma fiscal de su provincia, que terminó trabado en la Cámara de Diputados por falta de votos. El primer examen de la mesa chica del gobernador, que sólo dedicó al fútbol el mediodía del sábado (el resto fue debate hacia adentro de los funcionarios), fue sobre ese recuento de votos en Diputados. ¿Era tan difícil lograr los dos votos que necesitábamos para sacar la ley, en una cámara donde hay peronistas disidentes y denarvaístas que han dicho, por lo bajo, aportar al futuro presidencial de Scioli? Después de todo, es una de las conclusiones de la mesa, La Cámpora ha sido más sciolista que estos peronistas que parecían amigos. La conclusión la da una vieja máxima que pudo escribir Maquiavelo: en política si alguien te puede embromar, te va a embromar.
La segunda conclusión del análisis de La Ñata es que el revalúo de las propiedades rurales, contenido en el proyecto que aprobó el Senado, beneficia a la Nación porque aumentará el cobro desde el año que viene del impuesto a la riqueza. Por eso la Nación puso como condición para cualquier apoyo que en Diputados no se tocase el revalúo y que, en todo caso, fuera ordenado por decreto. El gobernador rechaza esa posibilidad por la política y por el negocio. Por la política, porque significa una derrota política; por el negocio, porque un decreto así sepultaría a la norma bajo una avalancha de amparos judiciales. Además significaría un desgaste en la puja con el mariottismo, que apoyó la sanción en el Senado. ¿Ninguno de los senadores se dio cuenta en esa cámara de que podía sancionarse por decreto? Por eso salió anoche la orden de La Ñata: 1) que se haga un nuevo proyecto de ley que supere estas contradicciones; 2) que se negocie desde hoy la nueva norma, a presión, pero sin fecha para no someter al oficialismo a otro sofocón político; 3) confiar la negociación al jefe de gabinete, Alberto Pérez, y al diputado Guido Lorenzino -no es pariente de Hernán, ministro de Economía, quien sostiene en público que Scioli debe dictar la norma fiscal por decreto.
Estos entuertos provinciales y financieros -se recordó en La Ñata- hay que entenderlos también en el contexto de la historia de las relaciones del peronismo con el sector del campo, que ya le infligió una derrota al kirchnerismo en la pelea por la Resolución 125 que rebotó en otro revés, el de la lista Kirchner-Scioli en las legislativas de 2009. Recordaban que no fue la primera vez. A finales de la década de los año 80 gobernaba Antonio Cafiero y protagonizó otra pelea con el campo y para perder. Su ministro, Jorge Remes Lenicov, apurado por otra crisis fiscal, logró que la legislatura aprobase un impuesto excepcional para las grandes propiedades del campo y para los propietarios de más de 50 propiedades, cualesquiera fueran. A los pocos meses, Cafiero fue a un plebiscito en la provincia para que le autorizasen una reelección y debió enfrentar una campaña de la oposición que clavó sus argumentos en la demanda y el malestar del campo. Cafiero perdió ese plebiscito y se fue a la casa, pese a que en 1991 gobernaba un Carlos Menem en recuperación -tampoco lo ayudó mucho el riojano-. También eran tiempos del voto ucedeísta, que se alimentaba del favor del campo y que también rechazaba esos impuestos para un sector con el cual el peronismo siempre chocó y sin mucha suerte. Tiene detalles de esta vieja pelea el exministro Remes, que en estas horas anda por China. Tampoco lo olvidó nunca Cafiero.
Las reuniones a las que asiste y el besamanos que dispara parece demostrar que le ha llegado a Fernando de la Rúa el indulto político y social, una forma de aplicación de la prescripción decenal que a modo de la que regula el Código Civil en su artículo 1952 establece el modo de adquirir un derecho o liberarse de una obligación tras diez años. Participó junto a otros exjefes de Gobierno en un programa de TV sobre la crisis de los subtes y ahora fue la estrella de otro acto radical. O la gente lo perdonó, o le creyó que, como cuenta en su libro, fue víctima de un complot urdido por duhaldistas y alfonsinistas. Como sea, fue objeto de un homenaje en el Instituto Yrigoyeneano -que fuera fundado en 1948 y nacionalizado por Ley 26.040 por influencia de Raúl Alfonsín, que preside su exvicepresidente Víctor Martínez- adonde recibió la membresía honoraria. A cambio dio una charla sobre su comprovinciano, Amadeo Sabattini gobernador durante la década infame.
Fue el único cargo que ocupó este médico de Villa María, pero mantuvo una influencia silenciosa en el radicalismo nacional durante más de 20 años hasta el surgimiento y consolidación del liderazgo de Ricardo Balbín. Fue el hombre a quien Juan Perón invitó a compartir fórmula en 1946. No aceptó, pero sí lo hizo Hortensio Quijano, un radical de la fracción Junta Renovadora quien fue vicepresidente hasta su muerte en 1952.
Martínez estuvo ausente y lo reemplazó el dirigente porteño Diego Barovero. En su charla, recordó De la Rúa que su padre, Antonio, había sido ministro de Sabattini. Al final de la conferencia, se sirvió un vino de honor (un tinto carrascal de bodega y cavas de Weinert, aportado por el homenajeado).
De la Rúa fue objeto del besamanos de una selecta concurrencia a la coqueta sede que, en la calle Junín a metros del Congreso, posee la institución: Fernando Blanco Muiño secretario general y varios miembros de número del Instituto; exfuncionarios del delarruismo de paladar negro como los exministros Nicolás Gallo y Héctor Lombardo, Jorge Ciarliero; el reconocido rematador Mariano Espina Rawson, propietario de la bóveda de los caídos en el 90 en el cementerio de Recoleta donde descansan los restos de Alem, Yrigoyen, Illia, Francisco Beiró, Elpidio González y otros próceres radicales; exlegisladores como el entrerriano Sergio Varisco, los porteños Marta Scaravaglione y Humberto Bonanata; jóvenes y prometedores dirigentes radicales porteños como Lorena Clienti, Franco Grande y alguien a quien muchos ven como el futuro presidente de la Juventud Radical de la Capital: Nicolás Nosiglia, sobrino del «Coti».
Un comentario mordaz circulaba entre la concurrencia: el único blooper del evento lo protagonizó el exministro Lombardo a quien le sonaba constantemente el teléfono celular durante la conferencia de De la Rúa y cuando fue reprendido tuvo que confesar que la tecnología no era lo suyo: «No se cómo se apaga», confesó. En charlas médicas, este exministro escuchó la inquietud de algunos veteranos atemorizados por la presunta muerte del escritor mexicano Carlos Fuentes, pocos días después de visitar Buenos Aires. La causa la atribuyen a una hemorragia estomacal a raíz de la ingesta diaria de una dosis de aspirinas para protegerse de crisis cardíacas, Un hábito de muchos en todo el mundo que se sorprendieron por este dato.
Otra reunión de radicales probó que la mejor manera de convocarlos son los homenajes. Esta vez fue el viernes, en ocasión del cumpleaños 60º de Oscar Muiño, que fue antes periodista, pero siempre fue radical alfonsinista. Juntó en su departamento de Barrio Norte (Anchorena y Santa Fe) a un grupo variopinto de familiares y amigos: periodistas, políticos, jueces, amigos y correligionarios. Entre los radicales estuvieron presentes Facundo Suárez Lastra, Guillermo Mazzorín (el Guillermo Moreno de Alfonsín), Marcelo Stubrin, Pedro Calvo, Gustavo Grinspun, José Bielicki, Daniel Larriqueta que postergó viaje para estar presente, Enrique Olivera escoltado por su siempre bella y elegante mujer, la poetisa María Carbó, Enrique Paixao, Mónica Almada, Henoch Aguiar, Oscar Torres Ávalos, Gloria Pueyrredón; el presidente de la Cámara Penal de La Plata Antonio Pacilio, excompañero de secundario del agasajado, igual que Martín Irurzun, ausente con aviso. También el editor Juan Radonjic y varios integrantes de la «mesa polaca» (por Fernando «el polaco» Lascano, el fallecido lobbista, sólo porque era rubio) que se reúne todos los meses en el Círculo de Armas, con Federico Pinedo a la cabeza, Diego de Elizalde, Roberto Starke, Luis González Esteves, entre otros. El menú organizado por la jovial tía Pili, Alejandrina Grinspun, Florencia Saborido y «Tuti» Cruz, mujer del recordado «Manolo» Canals, consistió en una mesa de quesos y fiambres, pavita, mousse de puerros y queso; empanadas para todos los gustos y tortas, todo bien regado con tintos argentinos y champán.
La discusión entre los radicales giraba sobre el deslucido rol de la UCR en el debate parlamentario de YPF. Les parecía inexplicable que desoyendo el clamor del partido por una posición propia, el bloque quedara pegado al oficialismo y regalando al macrismo el rol opositor, en especial considerando el amplio apoyo a la posición expresada al documento de Suárez Lastra en los días previos. Enrique Paixao cambiaba opiniones sobre las «felices Pascuas» de 1987 y seguía defendiendo las medidas en aquel contexto histórico. Resulta, al asistir a estas reuniones, llamativo la empatía que entre los radicales genera la figura del conservador Federico Pinedo, a pesar de su absoluta adscripción al proyecto presidencial del alcalde porteño. Se justifican con el argumento de que finalmente Pinedo es un hombre del campo nacional. Éste respondía que a diferencia de sus antepasados desde la lucha por la 125 se está acostumbrando a rodearse de radicales y hablar bajo algún retrato de don Hipólito Yrigoyen.
Finalizamos con quinchos artísticos porque se iniciaron los saraos de arteBa ya el martes con un almuerzo en La Bourgogne ofrecido por Aeropuertos Argentina 2000 como primer homenaje a Julio Le Parc, artista mendocino que vive en París y que en 1966 ganó el Gran Premio Internacional de la Bienal de Venecia. Desde entonces, el extenso y denso programa de comidas y agasajos de arteBA continuará poniendo a prueba la resistencia de los organizadores e invitados hasta mañana, cuando por la noche se cierren en La Rural las puertas de la megamuestra. A sus 84 años, Le Parc es dueño del secreto de la juventud eterna, y la prueba está en sus obras, cada día más deslumbrantes. En La Bourgogne el artista, su hijo Yamil y su galerista, Estela Totah (que eligió para la ocasión una minifalda vertiginosa), encantaron a sus locuaces patrocinantes.
Fascinado con el entusiasmo popular que suscita Le Parc, Jorge Lukowski afirmó: «Parece una estrella del rock». Luego de una brevísima sopita llegaron los langostinos envueltos en repollo y con gajitos de naranja, después el inmenso lomo Aberdeen Angus flambeado al coñac y, para finalizar, crocantes de chocolate y helado de crema, café y petits fours. «Mon Dieu», decía María Julia Compiano, mientras pasaban los platos y los vinos Luigi Bosca. Le Parc sacaba entretanto sus cuentas terrenales: «En París estaría por irme a dormir, mientras aquí recién voy a ver el montaje de mis obras». Hasta que, de repente, una prominente invitada lo sobresaltó. «Maestro: ¿qué es el arte?», le preguntó. Ante un interrogante que desde Platón hasta hoy nadie logró responder, el artista bajó la cuestión a la Tierra: «Eso que algunos llaman arte», aclaró.
Aunque cueste creerlo, varios de los invitados marcharon raudos a comer salmón y langostinos en el Faena Art Center de Puerto Madero. Las muestras paralelas a la feria se multiplican por toda la ciudad y Faena exhibe el equipo de artistas cubanos Los Carpinteros y una poética instalación del rosarino Manuel Amestoy. Los Carpinteros trajeron un avión pequeño, pero real, un genuino Piper Comanche que, con un sinfín de flechas -también reales- clavadas en su base parece escapado de una película de Indiana Jones. Este año aumentaron los patrocinantes de la feria y en ese escenario superpoblado de estrellas todos se disputan el papel protagónico. Así, el que llega primero acapara la atención.
Antes de la inauguración, el banco Citi compró por 25.000 dólares una serie de dibujos de Lux Lindner para donar al Malba, y les ofreció a sus clientes la oportunidad de recorrer la feria casi en soledad. Allí, Cristina Carlisle (Christies) aseguró que el arte argentino que se rematará mañana en Nueva York proviene del extranjero. Marta Minujín se llevó a Juan Bruchou y Eduardo Costantini a ver su estupendo y vibrante mural con colores flúo. El presidente de arteBA, Facundo Gómez Minujín, junto al vicepresidente, Alejandro Corres, Marta Fernández, Marga Macaya, Teresa Frías, Julia Converti, Maia Güemes, recibían invitados como Adela Casal, Rogelio Polesello y los empresarios Pablo Roemmers, Ricardo Gruneisen, Santiago del Sel y Cristiano Rattazzi. Los bocaditos de mortadela tuvieron un éxito inesperado entre la colorida gente que reúne el banco, como Rosella Giovampaola, Mónica Holmberg, Teresa Calandra y Patricia Giovampaola. La noche culminó con fiestas en las galerías Ruth Benzacar y Alberto Sendrós.
Al día siguiente, apenas unos vasos de agua para un grupo de extranjeros en el Museo del Bicentenario, donde conocieron el célebre mural que pintó David Alfaro Siqueiros en la Argentina. El almuerzo lo brindó Zurich en el vip de la feria, y Dominique Biquard anunció las donaciones de la aseguradora para que el Malba y el Museo de Bellas Artes de Salta compren obras. Chandon ya había adquirido esa mañana una pintura de Martín Reyna y por la tarde presentó con un cóctel la instalación de Pablo Reinoso: un cielo de metal plateado. Antes del corte de cintas, Le Parc y Ernesto Gutiérrez (presidente de AA 2000) inauguraron un luminoso stand.
A la hora de la apertura oficial, el ministro de cultura porteño, Hernán Lombardi, llegó como siempre puntual, pero más temprano llegó Mauricio Macri por una razón especial: su hija Gimena es una eximia pintora.
Lombardi, el embajador de Brasil Enio Cordeiro, Macri, el director de Petrobras Carlos da Costa, Gómez Minujín y Alejandro Corres abrieron formalmente la edición 21ª. Allí supimos del proyecto del Gobierno porteño de inaugurar una colección de arte urbano callejero. Para eso se comprará una inmensa escultura de Pablo Siquier, emplazada en la explanada de la feria, obra que encontrará su destino en las calles de Buenos Aires. El proyecto incluye darle diseño artístico a las veredas de la Capital, una forma de igualar en gracia a las veredas de Río de Janeiro diseñadas por Niemeyer, acaso en la calle Corrientes.
Vamos a terminar con un chiste de una categoría que parece inmortal. A un joven, muy religioso, le regalan un loro. Al principio se alegra por el obsequio, pero rápidamente descubre que el animal sólo profiere obscenidades, profanidades y palabras ofensivas. El joven, al principio, trata de reformarlo: le lee las Sagradas Escrituras, le habla pausadamente, le pone música suave. El resultado es nulo: el loro sigue lanzando barbaridades todo el día. Finalmente, el joven se harta del animal y le grita que deje de decir palabrotas. El loro le responde con una andanada de malas palabras. El joven lo toma del cuello y lo sacude, pero el loro responde pegándole picotazos en las manos. Desesperado, el muchacho toma al pájaro, abre el freezer de su heladera y lo arroja adentro. Al principio escucha picotazos y patadas contra la puerta, acompañadas del habitual repertorio del loro. Sin embargo, un par de minutos después, es todo silencio. El muchacho, preocupado, piensa: «¿Lo habré matado?», y abre de inmediato la puerta del freezer. El loro, con total compostura, sale de la heladera, se estira, picotea sus plumas y le dice:
-Comprendo que quizás te ofendí con mi vocabulario y mis acciones, y te prometo que a partir de ahora no se repetirán estas manifestaciones de vulgaridad. Estoy decidido a reformarme y a cambiar mi inaceptable comportamiento.
El joven no puede creer lo que escucha, y cuando está a punto de preguntar qué provocó el cambio, el loro agrega:
-A propósito: ¡qué pedazo de kilombo debe de haber armado el pollo...!