Charlas de Quincho
Dos serían los cambios que introducirá la Presidente en su gabinete (le decimos quiénes son los que se van). Así surgió de las (pocas) confidencias que se filtraron en el último viaje presidencial.
"Si hay más cambios, será el año que viene", aseguró un embajador que hizo una ronda de consultas con todos los ministros ordenada por la Presidente, con vistas a su nuevo destino. Hubo dos fiestas notables: una triste (una despedida múltiple) y una alegre (una boda) con centenares de invitados, pero pocos de ellos políticos. También una sesuda exposición de un gobernador sobre temas estratégicos y un almuerzo radical para recordar viejas glorias. Hubo muchos más quinchos, desde un torneo estelar de truco hasta una fiesta benéfica, y se los contamos todos. Veamos.
Si el público está esperando espectacularidades sobre el nuevo gabinete, seguramente Cristina de Kirchner buscará desmarcarse de la tonelada de fabricaciones periodísticas para salvar nombres del actual equipo o proyectar postulantes para lo que viene. El tono que recogió la delegación que regresó el sábado de Venezuela fue que los anuncios de la Presidente los limitará para los cargos que queden en blanco por migraciones al Congreso (Economía, Agricultura) y que la ansiedad sobre los cambios la prolongará hasta el nuevo año. En ese viaje, en el cual hubo pocos contactos entre Cristina y la delegación, ni en el avión ni en el hotel donde se alojó en Caracas, hubo mucha interpretación de gestos y señales de ella en torno a nombres, de la cual surgió la percepción entre los testigos de que no habrá movimientos ni en Interior ni en Infraestructura, como tampoco en secretarías muy expectables como la que ocupa Juan Manuel Abal Medina.
Después de todo, Cristina tiene los ministros que quiere y la tradición kirchnerista en materia de gabinetes es de pocos cambios así como de quitarles protagonismo a los ministros para concentrar las luces en lo que dice y hace la Presidente. Esta percepción de que los cambios se limitarán a los reemplazos la tuvieron quienes frecuentaron despachos de ministros la semana que pasó, como el nuevo embajador en los Estados Unidos, Jorge Argüello, a quien la Presidente en persona le armó una agenda de entrevistas con todos los miembros del gabinete para que tomase conocimiento de los asuntos de la nueva relación con ese país. Argüello navegó sin luces durante toda la semana entrevistando a los miembros del gabinete y sus equipos, recogiendo carpetas e informes sobre los temas bilaterales que tiene cada cartera con Washington y ante él todos se comportaron como si fueran a seguir en sus puestos, salvo los que se van.
Tan en secreto debía hacer esto que se privó de un festejo el fin de semana porque le dieron el plácet como embajador en tiempo récord -25 días, cuando lo habitual son 40 porque Estados Unidos somete a los postulantes a embajadores extranjeros a un examen de antecedentes infrecuente en la diplomacia de otros países-. Después de todo Estados Unidos es un país en guerra que busca prevenirse hasta de lo que pueden hacer funcionarios extranjeros, algo que no debieron temer del manso Argüello, que lo más agresivo que hizo en su vida fue enfrentarse en el Concejo Deliberante con la dupla Suardi-Padró o hacer votar un par de leyes que dejaron marca. Una de ellas en la Capital, para que los autos que circulan por la ciudad tuvieran turnos de chapa par e impar para reducir el flujo del tránsito o la que creó el delito de dolo eventual, que le pude complicar la situación a quien participa en un choque y que agravó la pena de culposo que tenía antes.
La novedad del plácet lo bajó a Argüello del viaje que tenía previsto ayer a Sudáfrica, para lo que podía ser su última misión como representante en la ONU: participar de la previa de la cumbre sobre calentamiento global -en la que el Gobierno argentino quiere tener una participación estridente en su acusación a los países desarrollados que calientan el planeta en perjuicio de los emergentes-. Lo cambiaron por el vicecanciller, Alberto Dalotto, quien viajó ayer en su reemplazo. Argüello acumuló carpetas y carpetas sobre los asuntos más serios a remediar en la relación con EE.UU, el más notable: tratar de reducir el déficit en la balanza comercial con ese país, que alcanza ya los u$s 4.000 millones, o sincerar la relación entre los dos países en el peleado asunto del combate al lavado de dinero. En ese rosario de reuniones -al que nadie se negó porque era una orden directa de Olivos alimentar las alforjas del embajador-, escuchó el optimismo de Julio Alak sobre que antes de fin de año el Congreso votará el proyecto para agravar las penas por financiamiento del terrorismo, iniciativa que el Gobierno le ha prometido al GAFI (organismo internacional contra ese delito) que sancionará como condición para sacarlo del lote de países bajo revisión permanente.
De tanta incertidumbre y nervio por la falta de una voz oficial tuvieron el martes un alivio los diputados kirchneristas que se juntaron en la tanguería de San Telmo El Viejo Almacén para despedir a los legisladores que dejan la banca el 10 de diciembre. Suele ser ésta siempre una celebración triste porque sólo van los diputados que siguen en la banca y los que se van con la música a otra parte. Los que se quedan sienten la amenaza de los nuevos que vienen por el kirchnerismo puro y reclaman no pagar el derecho de piso para acceder a cargos en la Cámara, en el bloque y también en las comisiones. Entre los que parten hubo lágrimas de cocodrilo porque en realidad la casi totalidad pasa a cargos en sus provincias o en el Senado, como es el caso de Eduardo Fellner, que vuelve a la gobernación de Jujuy, o de Ruperto Godoy, jefe de la Comisión de Relaciones Exteriores e infaltable en todos los viajes presidenciales, que sube por San Juan al Senado, donde aspira a la misma comisión, por lo cual tendrá también viajes, viáticos y frecuentarse bajo los dorados techos de la diplomacia.
De esa noche en el que fue santuario de Edmundo Rivero hubo dos hechos para retener: primero, el escote de la cancionista que protagonizó el show, que nadie olvidará jamás. Lo otro, que en el discurso de despedida, Fellner oficializó por primera vez la designación de Julián Domínguez como presidente de la Cámara, sacando esa noticia del nivel del trascendido. Lo segundo, y que dio miga a mucha charla, fue la confirmación de Agustín Rossi como jefe del bloque. Este dato desató debate en las mesas porque Rossi ha sido el gestor de la elección del diputado provincial en Santa Fe Luis Rubeo como nuevo presidente del cuerpo, dejando atrás las aspiraciones de la exgobernadora María Eugenia Bielsa. Ésta había sido recibida en Olivos por la propia Cristina de Kirchner, quien le escuchó sus reproches sobre los diputados que le quitaban méritos para presidir la Cámara. Pese a eso, la Presidente dejó correr el proyecto contrario -que es el del PJ santafesino- y el sello que le puso fue la confirmación en el bloque a Rossi, contradictor de Bielsa. Las despedidas, cuando la escotada cantante del Viejo Almacén subía los decibeles, fueron serenas y sin lamentos; alguno, sin embargo, se quejó de que algún diputado amigo se fuera a la casa sin posibilidad de rehacer su vida en otro cargo. Fue sobre Vilma Ibarra, aliada estratégica del Frente para la Victoria en todas las votaciones pese a no pertenecer al bloque kirchnerista, cuya suerte se atribuyó a su relación con el exjefe de Gabinete Alberto Fernández. Pese a eso hubo alguna lágrima por Vilma, que fue tan amiga.
Los ansiosos por saber lo que no quieren que se sepa tampoco pudieron sacar algo del conciliábulo que mantuvieron a solas hasta las 5 de la madrugada de ayer dos hombres habitualmente informados como José Ignacio de Mendiguren - presidente de la UIA- y Adelmo Gabbi -de la Bolsa de Comercio e Buenos Aires-. Fue en una de las mesas-vidriera que se armaron en la noche del sábado en dos pisos del Círculo Militar para que cerca de un millar de invitados celebrasen, en lo que puede ser la última fiesta grande del año, el casamiento de Nicolás Quintana, hijo de Bruno, empresario rural y extitular del Jockey Club, con la joven Verónica Nolasco. Los organizadores tuvieron el tino de resolver el drama de muchas de estas fiestas, que es la intrusión del segmento juvenil, los invitados de los novios, en la serenidad de los invitados de los padres.
Aquí previeron un piso para los veteranos y otro para los jóvenes, que pudieron entregarse a sus algaradas ruidosas sin las quejas de los seniors, entre quienes estaban Mirtha Legrand; Alejandro y Bettina Bulgheroni; Luciano Miguens y su sucesor en la Sociedad Rural, Hugo Luis Biolcati; Jorge Neuss; Juan Carlos Bagó; Carlos Ávila; Luis Ureta Sáenz Peña -grupo Peugeot-; la diputada María Laura Leguizamón y su marido, el empresario Marcelo Figueras; el intendente de San Isidro, Gustavo Posse; los exministros Horacio Jaunarena y Humberto Romero; Tato Lanusse; Teresa González Fernández; el exministro y electo intendente de San Nicolás, Ismael Passaglia; el oculista Roberto Zaldívar; Jorge Aufiero; el banquero Jorge Sánchez Córdoba; Lili Sielicky; Charlie Blaquier; María Podestá; Jorge Fiorito; Martín Cabrales; el exembajador del Uruguay Pacho Bustillo; el plástico José Juri; Andy Deutsch; y, entre centenares, el camarista Gustavo Hornos.
Pocos políticos, como se ve, quizá porque están muy ocupados o los evitan en estas horas de cambios de las listas de invitados, no fuera que apareciera alguien que puede tener mala estrella en los nuevos elencos. Muchos lo esperaron a Daniel Scioli, quien había participado de la ceremonia religiosa en la iglesia de Santo Domingo junto con Karina Rabolini, pero que se disculpó de ingresar al Círculo Militar. Venía de una cumbre de gerentes del Banco Provincia en Mar del Plata que fue la despedida de Guillermo Francos y la presentación formal de quien lo sucederá, Gustavo Marangoni, hoy vice de esa casa y además vocero del gobernador, de quien es uno de los confidentes más estrechos. Se perdió Scioli la catarata de chistes que hizo en la mesa Gabbi sobre sus recuerdos del servicio militar, antes de agachar la cabeza y juntarla con la de De Mendiguren en esa charla que se extendió hasta la cinco. «Nunca en mi vida me había quedado tanto en un casamiento», se desperezó el jefe de la UIA antes de salir del salón. La charla con Gabbi le había hecho perder el principal regalo de los novios a los invitados, la emulación de un dúo musical de comedia a lo Broadway.
Entre tantos políticos ansiosos por lo que pasa en la semana hay otros que miran hacia mañana, o pasado mañana. Pero lo hacen calladamente, en cenáculos de contrafrente, no fuera que les atribuyesen aspiraciones que alguien quiera interceptar fuera de tiempo. Con ese ánimo se lo escuchó el martes por la noche en un salón del hotel Savoy al reelecto gobernador del Chaco, Jorge Capitanich, en una cena que organizó la fundación que conduce la diplomática (tiene hoy destino en Río de Janeiro) Laura Velázquez, una de las más movedizas dirigentes del peronismo porteño, y el sindicalista alimentario Rodolfo Daer, en cuyo staff hay una variedad de personajes, entre ellos el juez Claudio Bonadío. Capitanich es, pese a que limita siempre sus argumentos a la política de su provincia, uno de los hombres más influyentes en el oficialismo.
Lo fue cuando era senador y lo sigue siendo como gobernador, y forma parte de ese grupo de políticos a quienes llaman a consulta cuando hay temas críticos en el Gobierno, rol que suele cumplir desde la sombras también Ginés González García, hoy embajador en Chile. La asistencia de Capitanich fue un llamador para un lote variado de dirigentes del peronismo, entre quienes estaban el renunciado presidente del PJ porteño Juan Manuel Olmos; el sindicalista de los porteros Víctor Santa María; la abogada Alicia Pierini, defensora del Gobierno porteño (de los vecinos, claro); el director electoral Alejandro Tullio; el secretario de Cultura, Jorge Coscia; el diplomático Jorge Fridman; el ex Cancillería Eduardo Valdez; la jueza Patricia López Vergara; el embajador de china, Yin Henming, y, entre tantos, el exviceministro de Defensa Fernando Maurette, hoy dedicado a la producción de vinos finos en Mendoza.
Ese elenco debió concentrarse para atender los argumentos del orador que pasaron por encima las tribulaciones del momento o las especulaciones sobre nombres y cargos, algo que ya cansa. Capitanich diseñó -para algunos en una suerte de programa político de futuro- una explicación para los tres problemas que enfrenta la Argentina, gobierne quien gobierne, y que llamó las tres tensiones no resueltas: la tensión entre gobernabilidad y calidad institucional; entre estabilidad macroeconómica y crecimiento; y la tensión entre inclusión social y distribución del ingreso. Desgranó las características de cada polo de tensión y eligió para ilustrar el camino lo que él hace en el Chaco, que, presumió sin decirlo, debería extender al resto del país. El auditorio quería algo más actual ante los problemas del momento y Capitanich se mostró confiado en que esas tensiones se superarán: Hablamos de una estructura compleja desde el punto de vista productivo, de bienes y servicios, que sumada a procesos de formación educativa permitirá sostener sólidamente altas tasas de crecimiento, con un contexto de estabilidad macroeconómica y una minimización del impacto de riesgo del sector externo. O sea, un futuro sin nubarrones, pese a las amenazas de la crisis internacional y la ajustada agenda con la que inicia su nuevo mandato Cristina de Kirchner.
Las sobremesas suelen ser lo más jugoso de estos encuentros, y más cuando el orador lleva a los invitados a honduras poco frecuentes en discursos políticos. Nos enteramos de algunas miserabilidades de la política, como el desconsuelo de la diputada saliente Silvia Vázquez, una radical que se hizo K y nunca regresó, que se enojó con los kirchneristas que hicieron la lista de diputados nacionales porque le habían ofrecido el puesto 25º de la lista. Lo rechazó porque entendió que no era un lugar «entrable», bastante pesimista sobre los votos que sacaría esa lista en Buenos Aires. Se quedó afuera y la dama que la reemplazó quedó en puertas de asumir la banca que ella deja. Nadie atina a explicar por qué decidió eso en su perjuicio, quizá por el ánimo que la diputada mostró en el último año y que la malquistó con el oficialismo, como cuando un delegado del INADI en Formosa que ella había patrocinado se instaló frente a la Casa de Gobierno haciendo reclamos contra el gobernador Gildo Insfrán. El que rompe paga, rieron algunos.
Los radicales, pese a los resultados de la última elección, siguen latiendo, en especial en las peñas que juntan a militantes y dirigentes de todos los palos, algo que le da sobrevida a este partido que en las últimas elecciones faltó en el diseño multipartidario (salió tercero, lejos). Lo sabe Mario Barletta, que ha comprado todos los números para ser el nuevo presidente del Comité Nacional y eligió una de las peñas más viejas, si no la más, de su partido, la que anima el exdiputado José Bielicky los jueves en el restorán Lalín y que conserva el nombre de Progreso porque nació y funcionó en el club de ese nombre, hasta que migraron porque el menú era muy caro. La presencia de Barletta allí encantó a los participantes del condumio, un seleccionado de exfuncionarios radicales cuyo emblema es la exvicegobernadora Elva Roulet.
Barletta, que deja este mes la intendencia de Santa Fe, hizo una narración de su vida como dirigente estudiantil en Franja Morada, como ingeniero, profesor y rector de la universidad nacional de su provincia. También hizo alardes de modestia cuando relató que lo fueron a buscar para que fuera intendente y respondió que no se sentía capacitado para ese cargo.
Sobre lo actual no dijo nada sobre la campaña presidencial de Ricardo Alfonsín que él apoyó, pero que ahora no tiene a nadie que la defienda. Trató de mirar hacia adelante y recordó hechos que a los radicales les encanta escuchar, como que es un error que digan que no hay provincias gobernadas por la UCR. «Hay dos -recordó-: Corrientes y también Santa Fe, porque ahí gobernamos con Hermes Binner y vamos a gobernar con Antonio Bonfatti. Tenemos dominio territorial en todos los niveles, gobernamos la capital ahora con José Corral...». La mención de este apellido conmovió a muchos porque el nuevo intendente que reemplaza a Barletta es hijo de un recordado dirigente radical santafesino, inolvidable por su nombre, Super Manuel Corral (el Super no es un apodo, lo llevó desde el bautismo). Corral padre era del riñón de Silvestre Begnis y tenía el apoyo de todos los sectores. Se hizo célebre, además de por el nombre, porque fue presidente del Club Unión, lo llevó a la Primera División y protagonizó una gran campaña con el recordado Toto Lorenzo como director técnico. Barletta había pedido que el almuerzo arrancase a las 12 -insólito para los radicales, tan trasnochadores que se levantan tarde- porque a las 14 debía viajar a Santa Fe a presentar un libro sobre su gestión. Se despidió de apuro, abrazado por sus conmilitones, y los dejó a los habitués de la peña Progreso en un ardido debate sobre lo que tienen que hacer para volver a la cancha que los demoró casi hasta la hora del té.
Una fiesta innovadora fue la que organizó la Fundación de la Familia Cristiana del Polo el martes en La Rural. Tanto la organización del evento como las acciones para recaudar fondos para beneficencia fueron singulares, lo que hizo que la fiesta se extendiera más allá de las 2 de la mañana. Con Tomás Allende a la cabeza, a partir de las 20.30 fueron llegando al Restaurante Central personas no necesariamente vinculadas al polo. Estaba la opción de asistir y organizar una mesa o bien comprar la entrada -siempre con destino benéfico- y sentarse sin ubicación prefijada. Bien liberal y, por cierto, cómodo para todos. Hubo 800 invitados, entre ellos los jugadores más reconocidos, quienes participaron de la ruleta y el black jack, cuyas ganancias fueron para varios institutos, tales como el Cervantes de La Tablada, escuelas en Monte y en Capitán Sarmiento.
Asistieron Ernesto Gutiérrez, Pablo Roemmers, Germán Frers, Marcos Uranga (expresidente de la Asociación Argentina de Polo), Ignacio Viale (h), Ezequiel Barrenechea (Corporación América), Francisco Soldati, el anfitrión Jan Pablo Maglier, Tucán Pereyra Iraola, Fred Mannix, Cristian Laprida, Javier Guerrico, Nito Uranga, Eduardo y Pepe Heguy, Pablo Mc Donough, Santiago Tanoira, Magoo Laprida, Tomás García del Río, Jerome Lambert (Jaeger-LeCoultre), Ernesto Trotz, Mark Tomlinson, Joao Paulo Ganon y los premiados Nicolás Pieres, Camilo Bautista y Clemente Zavaleta, entre otros. En las mesas se hablaba de polo y también de la economía. Había apuestas sobre lo que iba a pasar en Europa y los mercados, pero a diferencia de otros ámbitos, en tono más optimista. El desarrollo de la semana financiera les dio la razón. Wall Street terminó con alzas del 7% en cinco días. Curiosamente se la defendía a Angela Merkel, a diferencia de cuanto sucede en la plaza financiera. Se decía, para justificar el optimismo, que las demoras en implementar las medidas necesarias para acabar con la crisis se basaban en que Alemania buscaba imponer un ajuste entre los miembros antes de salir a repartir "euros para todos". Y ahora comienza esta última etapa. Pero rápidamente la música que impuso el DJ Sarapura lanzó a todos a la pista de baile cortando con todos los temas de conversación.
Las despedidas de fin de año, que a veces son también de funcionarios que cambian, se acumularon y aportaron más información quinchesca, como ocurrió en el almuerzo que organizó el ministro de Hacienda porteño, Néstor Grindetti, con alta concurrencia de personalidades y periodistas, entre ellos un notable que no suele asistir a reuniones de mediodía como Gerardo Sofovich. Supimos allí que el Gobierno porteño estudia una nueva forma de financiarse, además de los Bonos Tango en dólares. Las tasas en estos momentos en pesos o en dólares son imposibles de sostener para cualquier empresa privada o del Estado. En la última licitación de Letras, la Ciudad pagó tasa Badlar más tres puntos. La Badlar está a casi un 20% anual. Otro tema discutido fue la resistencia de los gremios docentes a reformar la reglamentación de su actividad, que se manifestó pocas horas después en incidentes por la intención de activistas de modificar lo que nadie debería discutir, que es el voto de los legisladores, elegidos por los vecinos para aprobar esas cosas como representantes de la soberanía popular. Esa reglamentación hace carísimos los gastos en educación y quita fondos para mejorar el servicio, como ocurre con los suplentes que argumentan enfermedades para que haya segundos y terceros suplentes, todos para la misma plaza pero multiplicando el salario.
Con tanto periodista presente tuvimos más detalles de un clásico secreto de lo que se llamaba en una época la «pantalla negra», o sea filmes que no se han estrenado. Fue a propósito de un filme que se le atribuye al empresario Luciano Garbellano sobre el juez con el cual ya se enfrentó antes. Actuarían en esa película el llamado «Mole» Moli, y habría escenas con cronistas de la farándula y un cordobés desconocido en el rol protagónico del magistrado. Nadie quiere estrenar esa ópera prima, quizás por miedo a juicios o, más seguramente, por su calidad cinematográfica, tanto que cuando Sergio Schoklender se acercó a Garbellano pensó que se iba a encontrar con un documental. Al ver la película y ante la posibilidad de tener que poner dinero, rompió la alianza y decidió buscar por otros rumbos cómo incriminar al juez para que se recuse en su causa. También hubo optimismo entre los funcionarios presentes porque al final los porteños terminaron tentados por las bicisendas. El efecto se vio en las bicicleterías, que triplicaron sus ventas, pero ahora se encuentran con problemas serios porque el Gobierno, en su afán de controlar el dólar, interrumpió la importación de repuestos esenciales. Hay bicicletas que se rompen y no se pueden arreglar y también hay dificultades para fabricarlas por la ausencia de repuestos esenciales que no se fabrican en el país.
La tanguería que está frente al Obelisco, Tango Porteño, se animó el miércoles no sólo por el espectáculo que ofrece sino porque en uno de sus salones ingresaban políticos y gente de la Justicia. No era una conspiración, sino que se jugaba la final de la tradicional copa de truco Rody Cup 2011. En el hermoso salón art déco del piso superior, el dueño de casa, Diego Mazer, re-cibía con exquisito servicio de caldos finos y empanadas de carne cortada a cuchillo - asegura que sean jugosas sin recurrir al expediente de abusar de la cebolla-. Los hinchas de Boca se entusiasmaban con especulaciones sobre la elección de ayer, observados con envidia por los de River. Más lejos, Mariano Cúneo Libarona y un grupo de racinguistas discutían acaloradamente sobre las próximas elecciones en su club; había mayoría de adhesiones hacia el actual oficialismo apostando además a que ocupe la candidatura a la vicepresidencia el dirigente Víctor Blanco. Cristian Ritondo, con su inconfundible tono de voz, explicaba a un grupo de invitados su preocupación por el conflicto planteado con los docentes de la Capital que se terminó aprobando el jueves y se dedicaba a otra elección deportiva, la que eligió como nuevo presidente de Nueva Chicago a su candidato el «Tano» Daniel Fusca, que se festejó anoche en un parrilla de Mataderos.
El fiscal Guillermo Marijuan y el escribano Sivero, actual director del Banco Provincia de Buenos Aires, fueron los encargados del sorteo de las parejas, que se realizó con alardes de transparencia para evitar denuncias de manipulación. Guillermo Scarcella, titular de Aguas de
Buenos Aires, fue sacando uno a uno los papelitos doblados con los nombres de las parejas.
Una vez finalizado, se procedió a una entrega de un premio recientemente instaurado, y fue el premio al «corazón valiente», que le fue otorgado a «Fredy» Lijo, que retornaba a su primera salida nocturna con amigos. Mientras entregaban la distinción, desde el fondo se escuchaba a Marcelo Rochetti vociferar que el médico que le encontró el corazón era merecedor del Premio Nobel. También recibió su premio Pablo Elías, por haber sido el primer ganador de una Rody Cup a Pablo Elías, hoy al frente del hotel Presidente, preferido de Carlos Menem, que tuvo oficinas allí durante su mandato. Diego Santilli bromeaba con Bruno Screnzi, legislador macrista, sobre el destino del contrato para recoger la basura en la Capital. Marijuan y su pareja tuvieron una noche para el olvido y rápidamente fueron eliminados, lo que despertó las chanzas de Rodolfo Canicoba Corral y de Scarcella, que creyeron ver en ese resultado el camino de su éxito. Pero fueron eliminados por Marcio Barbosa, secretario de Interior, y su pareja, mientras que todos escuchaban a Rubén Mousalli defender la gestión provincial de Scioli y se atragantaba con una empanada. Los financistas Eduardo Amirante y Julián Racauchi, del banco BST, discutían sobre políticas cambiarias, mientras Ricardo Faena escuchaba atentamente con una sonrisa dibujada, se lo veía exultante por la gran cantidad de turistas que está viniendo a la Argentina asignando méritos a la gestión del ministro Meyer. La final fue ganada, ya entrada la madrugada, por la pareja formada por Mazer y el camarista Jorge «Paty» Ballesteros, quienes festejaron exultantes cuando recibieron la copa en juego.
Horas antes, Santilli había padecido en carne propia la desmentida del dicho que afirma que los puentes fueron hechos para unir y no -aunque fueran móviles- para separar. Fue con Horacio Rodríguez Larreta al acto de apertura del puente en Puerto Madero que presidió por TV Cristina de Kirchner, y se dio cuenta de que para llegar al acto debía pasar ante la fanfarria que había organizado la agrupación autodenominada «La Cámpora», que vivaba a Iván Heyn, presidente de la corporación Puerto Madero, y a Amado Boudou. Pegados, Santilli y Larreta desfilaron en medio de cantos hostiles, tanto que desafió a la barra a que le compusiera un ritmo de «pogo» en su honor. Interrumpió todo la llegada de Boudou, a quien le brindaron el habitual «haka» con que lo recibe esa barra. Cuando se reiniciaron los cantos contra la oposición «gorila», el dúo macrista tomó distancia de la barra, sin advertir que comenzaba a girar el puente, poniendo en peligro su integridad. Eso los hizo estrechar filas con los jóvenes camporistas con quienes terminaron entremezclados.
Vamos a terminar con un chiste aéreo. Un avión comercial, cargado de pasajeros, se sacude y un pasajero ve a través de la ventanilla que una de las turbinas echa humo y llamas. Otros pasajeros abandonan sus asientos y corren a las ventanillas para ver qué pasa; una segunda explosión sacude la máquina: otra turbina, esta vez del otro lado de la aeronave, comienza a echar humo y fuego. Los pasajeros comienzan a entrar en pánico, pese a los esfuerzos de las azafatas para poner orden. En ese momento, el comandante sale del cockpit y dice, con una sonrisa tranquilizadora:
-Calma; está todo bajo control. No hay de qué preocuparse.
Muchos se tranquilizan y regresan a sus asientos. En ese momento, una tercera explosión. El piloto va hacia la puerta principal del avión y toma varios paquetes, que reparte entre los miembros de la tripulación, que se los colocan en sus espaldas, abren la puerta y comienzan a saltar. Uno de los pasajeros se acerca aterrado y le grita al piloto:
-¿¡Esos no son paracaídas, acaso?!
-Sí...
-¿¡Pero no dijiste que estaba todo bajo control y no había de qué preocuparse?!
-Exacto: se plantaron las cuatro turbinas, y estamos yendo a buscar ayuda...
Mirando hacia mañana o pasado mañana, a diferencia de otros, Jorge Capitanich diseñó una agenda de tensiones que debe resolver el país en la charla que dio en la fundación que anima la dirigente Laura Velázquez. En la foto, junto a los dirigentes Rodolfo Daer y Víctor Santa María.